Rafaelillo pedona la vida a un fuenteymbro y Fandiño receta cocina vasca contra el mal del pienso
Seis toros de Fuente Ymbro
alrededor de la mesa: «Oloroso», «Comisario», «Organillero», «Volante»,
«Operario I» y «Operario II». Menú del día para todos menos para el
primer «Operario»,
que debió de comer a la carta y no ese pienso común que el ganadero ha
señalado como culpable de la actual desbravura de la divisa. Por seguir
con el cuento del pienso maldito, contaban ayer que a este ejemplar con
nombre de obrero, indultado por Rafaelillo,
le habían preparado en chiqueros un compuesto murcianico a base de
arroz de Calasparra, salmonetes del Mar Menor y un postre de
paparajotes. Oiga usted, pues el banquete de La CONDOMINA funcionó.
Porque menuda calidad que desarrolló en la muleta.
Rafael Rubio,
lucido a la verónica, lo había saludado con las dos rodillas por tierra.
No falló el refrán y este musculoso quinto resultó fantástico. Sin ser
nada del otro jueves en varas, en la faena desarrolló una clase
extraordinaria. Y eso que su lidiador pegó unos cuantos latigazos, con
bastante toreo hacia fuera, pero el fuenteymbro fue agradecido
y se entregó con calidad, movilidad, nobleza y fijeza. El aguerrido
torero de la tierra aplicó por momentos la receta de la huerta
murcianica, con más frescura y sabor, mientras «Operario» humillaba con
excelente son al natural, tanto que a veces hasta atemperó al eléctrico
Rafaelillo en un par de tandas de buena nota. Por la mano de la cuchara
también se movió con rítmico son, como se apreció en valerosos muletazos
de hinojos y erguido. No cesaba la fiesta a este colorado chorreado,
que hizo amagos de rajarse mientras el espada pedía con descaro el
indulto y animaba con aspavientos al personal. También se metió en
harina el criador, con gestos al presidente. Entre la algarabía general,
asomó el pañuelo naranja. Perdón de la vida para el toro que se zampó un manjar y que devolvió la sonrisa a su criador.
Fandiño aplicó cocina vasca contra el mal del pienso y se ganó una oreja Michelin
Nula opción brindó el flojo y parado lote de un deseoso Padilla.
No lo resucitaba ni un saco de multicentrum. Ni pienso ni memeces,
falta total de casta, refrendada en la coz que pegó el cuarto ya con la
espada encima. «¡Madre del verbo!», se oyó.
El otro toro del triunfador se pegó dos volatines de tomo y
lomo, se desplomó y soltó la cara en la muleta. Aunque acudió potable
en varios pasajes, «Comisario» acabó mandando un pistoletazo de malas
intenciones; claro que el murciano se dejaba ver al completo con esos
ventanales... La pasión se desataría luego con el «Operario» que almorzó
a la carta y con un pletórico Rafaelillo por la puerta grande de Murcia.
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