domingo, 24 de noviembre de 2013

En el marco de la Corrida del CICPC en Táriba



Vanegas se lleva el Detective de Oro
 
César Vanegas recibe el trofeo de CICPC

César Vanegas
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
Fotos:Germán D' Jesús Cerrada

La seria presencia de un lote complicado de astados del hierro de Tierra Blanca, de edad e inmaculado trapío, además de detalles importantes a cargo de los veteranos coletas andinos César Vanegas y Rafael Orellana, son grosso modo, los hechos más resaltantes de la tradicional corrida aniversario del CICPC, la que antes se le llamó la Corrida de la PTJ, este pasado sábado.

Para tal afectos, en el ruedo del Coliseo Perla del
Rafael Orellana
Torbes de la ciudad de Táriba, con poco más de un cuarto de plaza, aproximadamente 1700 personas, se lidiaron seis toros del hierro de Don Saúl Porras & Herederas de Don Sebastián González Regalado, en conjunto bien presentados, bravos en el caballo, pero a menos en la muleta, destacando del envío el corrido en cuarto lugar.

Vanegas abrió plaza con un áspero ejemplar en la que solventó con eficacia y celeridad el robusto torero de Seboruco. Fue silenciado. Más opciones tuvo con el que hizo cuarto de la función, animal agradecido a la lidia variada que le recetó por el
Andrés de los Ríos
lado diestro el mencionado coleta. En capa, banderillas y con la flámula Vanegas se encontró a gusto, por lo que tras pinchar al primer viaje, le tumbo sin puntilla, para cortar a la postre, única oreja del festejo.

Orellana pechó en suerte el peor lote de la tarde. El que hizo segundo fue literalmente un “dije” que se paró tras pelear con celo en varas. Dos fueron los avisos que escuchó, siendo silenciado. Ante el quinto, la absoluta entrega y disposición del diestro tovareño, en especial con la muleta, donde el temple
César Vanegas
y firmeza de terrenos le hizo levantar las más cerradas ovaciones de la tarde. Los fallos con el estoque le dejarían con solo palmas, lo que era de seguro trasteo de premio.

El colombiano Andrés de los Ríos tuvo por su parte los mejores astados de la jornada. El tercero fue un noble ejemplar que no del todo fue entendido por el espada manizaleño, para al final saludar al tercio tras aviso. En el que cerró plaza, la misma tónica se le vio por lo que con la espada pasó quinario, para escuchar dos avisos y  ser silenciado.

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