martes, 11 de febrero de 2014

El día que Curro Romero colgó el «no hay billetes» en el Senado

El Faraón de Camas recoge el premio de la Asociación Taurina Parlamentaria por su trayectoria artística

El día que Curro Romero colgó el «no hay billetes» en el Senado
de san bernardo
Curro Romero recibe el premio de manos de Pío García-Escudero y en presencia de Juan Manuel Albendea

Once de febrero. Llueven gotas como almohadillas en tarde de espantá mientras desfila un reguero de gente alrededor del Senado. Dentro, el Salón de los Pasos Perdidos parece la calle Adriano en día de feria. Imposible mover un pie. No hay hueco posible ni en tendido bajo ni en grada. En barrera, Curro Romero, ganador del VII premio de la Asociación Taurina Parlamentaria.

Curro Romero colgó el cartel de No hay billetes Lo más granado de Sevilla ha viajado hasta la capital para ver el paseíllo del Faraón en las Cortes Generales. Y todo Madrid, donde figuran sus siete Puertas Grandes para enmarcar. Y la Barcelona taurina para arropar el premio ganado por Luis María Gibert, alma del principio de esa ley que ha declarado la Tauromaquia Patrimonio Cultural. Su Federación de Cataluña inició los pasos para la recogida de esas seiscientas mil firmas, y los parlamentarios más toreros han querido ensalzar su esfuerzo y dedicación con un galardón que lleva el nombre de Antonio Capmany. «Es un acto de estricta justicia, por la lección de ciudadanía y amor a las tradiciones de su tierra, como los toros, en respuesta a la injusta e inconstitucional ley prohibicionista», dijo Miguel Cid, presidente de la ATP. 
El día que Curro Romero colgó el «no hay billetes» en el Senado
de san bernardo
Antonio Briones
Málaga también estuvo presente para acompañar a Miguel Ángel Martín, director de Eurotoro, premiado como medio de comunicación más destacado. Toreros y ganaderos, amigos de Antonio Briones, coleccionista de libros, «el mejor animal doméstico de compañía», y reconocido por tener la más importante biblioteca taurina del mundo.

El pasaporte de Sevilla y Madrid

Era Romero, prologado por un bonito discurso de Juan Manuel Albendea, el más esperado. Aficionados de ayer y hoy, curristas incondicionales esperaban la salida al ruedo del Faraón de Camas. Con gracia se refirió a su «no don» de palabra, pero cautivó con su personal verbo, sin partituras de por medio. De saludo, la verónica de los agradecimientos: «Gracias a toda la Asociación Parlamentaria y al presidente del Senado por este trofeo, por la defensa y el apoyo al toro bravo y al toreo». Siguió recordando su trayectoria: «Tuve la suerte de nacer con unas cualidades, pero a ellas las ayudé yo. Tuve la suerte de que Sevilla me pariera como torero y me acogiera para siempre. Y Madrid, ídem de lo mismo. Esas plazas te dan un pasaporte especial para caminar libremente. Es una suerte conseguirlo, aunque si tienes cualidades, mejor todavía».

Su intervención continuó por el camino de las fatiguitas, siempre con la pata p'alante: «Aquí he sufrido muchísimo, aquí las almohadillas eran terribles. Cuando iba al tendido y cogía una, me decía: "Dios mío, lo que pesa esto". Pero la gente me esperaba y volvía a verme. Ese ha sido mi mejor premio, que la afición me esperaba. Eternamente daré las gracias a la afición». Y concluyó con un genial «¡Viva Sevilla, viva Madrid; viva Madrid, viva Sevilla!». 

El público que abarrotaba la sala se puso en pie. No cabían más aplausos. Ni más torería, esencia del Arte. Cultura, en definitiva, como recordó en el epílogo un brillante Pío García-Escudero.

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