La decimoséptima corrida del San Isidro de 1975
«se desarrolló en un clima agrio, terriblemente antipático», según
recoge la crónica de ABC firmada por Vicente Zabala.
El mano a mano entre «legionarios con más tesón y coraje que arte», no
fue un camino de rosas para los dos toreros curtidos en mil batallas.
Con el público en contra y una corrida dura de Alonso Moreno, cuando se arrastró el cuarto toro, los dos matadores estaban en manos del equipo médico de Máximo García de la Torre.
Golpes y magulladuras
Golpes, magulladuras, puntazos en la cara y conmociones, retuvieron a los dos en la enfermería. Con un sobresaliente en la
plaza, el presidente no pudo más que aplicar el reglamento y
ordenar la salida del quinto toro, un sobrero del Jaral de la Mira. Pero
la realidad es que el sobresaliente era un veterano novillero, Julián de Mata,
que ya había dejado atrás sus ilusiones por triunfar en los ruedos. Su
dignidad le impidió dar un paso atrás y el sobrero del Jaral de la Mira le atravesó el pulmón, una cornada que a punto estuvo de costarle la vida.
A Julián de Mata le atravesó el pulmón una cornada
En la decimoquinta de la feria del 79, en el cuarto toro el gitano Rafael de Paula, con Ruiz Miguel con una cornada en el muslo y Manolo Cortes con una lesión medular, dibujó tres lances y en el remate llegó la cogida, afortunadamente de pronóstico reservado. Jaime Ostos, que se encontraba de espectador se ofreció para matar los dos toros, lo que le fue negado por el presidente.
Dos días después, el 28 de mayo, se repitió la
historia, al tercer toro, corrida suspendida. Los victorinos se llevaron
a la enfermería a Paco Alcalde -cornada grave en el muslo izquierdo-, Ortega Cano -cornada grave en el muslo izquierdo- y Nño de Aranjuez -cornada menos grave en el brazo derecho-.
Desde entonces no se había dado un caso igual.
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