miércoles, 21 de mayo de 2014

LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO



El vestido de la suerte

Del Álamo corta su quinta oreja en Madrid entre los silencios

MARCO A. HIERRO, Madrid
Llegaba Juan del Álamo a Madrid con el mismo vestido que aquel 10 de mayo en que lo estrenaba en este ruedo. Llegaba vestido de ambición, de humildad, de sudores para pagar el terno paseando carne en Madrid. Pero también llegó vestido de suerte, la que no le acompañó otros días y hoy se alió con el que más lo necesitaba. Y con el que más la buscó.

Encontró la suerte Juan por haberla cosechado primero, hace ya más de un año, cuando comenzó a contar por orejas sus actuaciones en Las Ventas. Entonces venía de estar tieso de moral y de bolsillo, pero con el arma en la mano de quien quiere cambiar las tornas. Hoy apareció ante la arroquia venteña el mismo tieso de antaño, que luce el mismo vestido que en su primera de feria porque no quiere olvidar que aún queda mucho para rico. A este paso, lo logrará.

Hoy, por lo pronto, logró que se ablandase el corazón al duro Julio Martínez para conceder, tal vez, su oreja de menor entidad, pero oreja al fin y al cabo. Por las que le robó antaño. No fue culpa de Juan que no acudiera la rotundidad a la cita, sino de un animal mentiroso que comenzaba el muletazo como si fuese un desliz, con entrega y transmisión, para terminarlo antes de la cuenta, sin fuelle y sin emoción. Le tapó Juan el defecto porque necesitaba ligazón y ritmo, y eso casaba mal con la exigencia de cadera atrás. Por eso pareció más liviana una oreja que tuvo variedad en afarolados vitistas y trincherillas de Robles, armó bello el conjunto y concluyó con un espadazo de contundentes efectos. Tuvo Del Álamo la suerte de cara hoy, es verdad, pero también se vistió para ello. Por dentro y por fuera.

Nazareno y penitente llegó y se fue un Fandi que no termina de fraguar su armonía con Madrid. Al menos con parte de esta plaza, que no le perdona que pase la cara antes de clavar los pares, como ocurre en las plazas de gache. David se cabrea entonces para clavar con vibrante facilidad y más pureza que nunca, y entonces recrimina la grada que no lo hubiera hecho antes. Dos no se entienden si uno no quiere. Y no ayudó mucho que le matase David la emocionante llegada y la boyantía codiciosa al castaño segundo para que quedase en nada. Tampoco que no le ajustara el trapo al negro quinto, que pareció incierto en sus manos hasta que le sacó una vez a diestras el palo por debajo de la pala y la cosa cambió. Dos toros buenos para Madrid. Y dos silencios.

Lo de El Cid empieza a ser tan de otro costal que hoy aparecieron pitos ante las mortecinas labores de un sevillano que no transmitió sino tristeza. No fue capaz de sujetarle al primero la sucia embestida que buscaba un trapo al que llamar patria y un tornillo en el tacón. Tampoco lo fue de entenderse con el cuarto para que tuviese algo de vida un trasteo que se fue con el viento, que a Manuel parece molestarle más que los demás. Y uno no se acuerda de nada cuando se tapa el de Salteras.

En el recuerdo de la tarde queda limpio el vestido de ambición, de fe y también de suerte de Juan del Álamo, que lo trajo para recordar que al tieso le hace falta una puerta grande. Pero mientras le recordó Madrid que ya es soldado alistado en sus filas.

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Corrida de la Prensa. Tres cuartos de entrada en tarde nublada, lluviosa y ventosa. Seis toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados y variados de capas. De repetición descompuesta el buen primero; bravo, fijo y humillador el segundo; de enclasado inicio y deslucido final el tercero; anodino y sin vida el cuarto; con transmisión de corto viaje el quinto; insulso y bobalicón el sexto. Segundo y tercero, aplaudidos.

Manuel Jesús 'El Cid´(tabaco y oro): silencio y silencio.
David Fandila 'El Fandi´(nazareno y oro): silencio tras aviso y silencio.
Juan del Álamo (palo de rosa y oro): oreja y ovación

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