El primer toro es el menos difícil de la tarde; aún así, es incierto, pega arreones, es pegajosito. Uceda Leal
está correcto, pulcro, con buen estilo pero a medio gas. Mata bien a la
segunda. El cuarto embiste con la cara a media altura, corta en
banderillas, es andarín y sosito.
El diestro tampoco aporta la sal necesaria y el público se desentiende.
Vuelve a matar bien, con su gran facilidad, pero a la segunda.
Antonio Ferrera
inició, probablemente, su actual etapa al matar con éxito seis
victorinos en su tierra natal.
Los de esta tarde no le permiten brillar,
a pesar de su esfuerzo. No valora con justicia el público su actitud ni
su profesionalidad. El segundo se llama «Escritor» pero
echa muchos borrones: es alto, rebrincado, se mueve mucho. Lo coloca
bien Ferrera y vivimos un tercio de varas emocionante. También lo son
las banderillas, que pone el diestro, con mucho riesgo; el segundo par,
andándole al toro hasta muy cerca, impresiona. Se dobla bien pero el
toro se cierne, rebrincado, busca por los dos lados.
Con buen oficio, acaba sacándole más de lo que parecía posible.
Concluye tirando la espada: naturales con la derecha, sin ayuda. Mata a
la segunda. Faena muy meritoria, insuficientemente agradecida.
Clásica alimpaña
El quinto es una clásica alimaña: cabecea, se defiende. Recurre el diestro extremeño a una lidia sobre los pies,
como de hace un siglo: es lo adecuado, para este toro, pero el público
no lo aprecia. La res se pone difícil, a la hora de matar; en un arreón,
todavía hiere al banderillero Manolo Rubio, cuando lo va a apuntillar. Los pitos a Ferrera me parecen injustos.
Valentísimo se muestra Alberto Aguilar en
el tercero, que barbea tablas, da un brinco espectacular (¡vaya foto!),
vuelve rápido. Los derechazos iniciales tienen emoción pero el toro va a
peor, no para. Un vecino comenta: «¡Es la guerra!»
Se libra por pelos de varios percances pero sufre un puntazo. No mata
bien. El último echa las manos por delante, no se entrega: es otra
alimaña, con menos fuerzas que el quinto. Alberto se dobla, está digno pero falla al matar.
Siempre he defendido el toro encastado,
no me gusta el borrego que tantas tardes sufrimos, pero, si sale una
corrida tan dura como la de esta tarde, hay que valorar sus dificultades
y, en función de ella, juzgar a los diestros.
En mi opinión, Ferrera y Aguilar no han recibido el reconocimiento que
merecían. La casta de los victorinos ha determinado una tarde al rojo
vivo, de gran emoción pero muchas dificultades.
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