Atropello del "dictador"
El Alcalde de Bogotá, el mismo que tiene la más baja calificación de
ejecución de obras en la historia de la capital de la República, el
mismo que prometió 1.000 jardines infantiles y que a la fecha ha cerrado
muchos de los que le dejaron sus antecesores, el mismo que ensució la
ciudad con su esquema de basuras absurdo, el mismo que con su palabra
trató de mafiosos y ladrones a los prestadores del servicio de
recolección de basuras que luego tuvo que llamar para que lo
desenlodaran, el mismo que habla de pulcritud y voltea la cara cuando le
reclaman sobre los hechos dudosos de sus familiares en la
administración, el mismo que no ha atendido la caótica movilidad y tiene
convertida a la capital de los colombianos, en la Bogotá inhumana, ese
mismo acaba de destruir y desaparecer el museo taurino existente en la
octogenaria plaza de Santamaría de Bogotá.
Museo por lo demás y de manera obvia, lleno de historia, de recuerdos, de fotografías, de trajes de luces, de obras literarias, pictóricas, de donaciones del pintor y escultor maestro Fernando Botero, de documentos, de pisadas como las del Presidente Enrique Olaya Herrera cuando en 1931, acompañado de lo más granado de la culta sociedad bogotana, cortaba la cinta para inaugurar junto a ese adalid llamado Ignacio Sanz de Santamaría, la primera y más importante plaza de toros de Colombia.
Este dictador de la República del “DOR”, porque es imprivizaDOR, manipulaDOR, especulaDOR, perturbaDOR y provocaDOR, no ha tenido en cuenta que la plaza de Santamaría con su bella construcción estilo Neomudejar que ya acumula 83 años de existencia, es un edificio histórico de la ciudad, es patrimonio arquitectónico de, ojo, de LA NACION y no pertenece ni a él, ni a su desafecto sentimiento por la fiesta brava.
Al dictador de turno, aquel acostumbrado a violar la ley, impulsor de la violencia y la agresividad, el mismo que hizo parte de la oscura historia de nuestro país que para ser oídos entraron partiéndole el pecho con balas blindadas de fusil, a dos humildes hombres que cuidaban con sendos bolillos el palacio de la juridicidad en Colombia. A ese, le digo que pronto cesará la horrible e improvisada y desacertada noche para la capital Bogotá y podrá por el momento, seguir cometiendo atropellos, pero como en el caso de muchos indignados, podrá usted "cortar la flor, pero no la primavera".
Museo por lo demás y de manera obvia, lleno de historia, de recuerdos, de fotografías, de trajes de luces, de obras literarias, pictóricas, de donaciones del pintor y escultor maestro Fernando Botero, de documentos, de pisadas como las del Presidente Enrique Olaya Herrera cuando en 1931, acompañado de lo más granado de la culta sociedad bogotana, cortaba la cinta para inaugurar junto a ese adalid llamado Ignacio Sanz de Santamaría, la primera y más importante plaza de toros de Colombia.
Este dictador de la República del “DOR”, porque es imprivizaDOR, manipulaDOR, especulaDOR, perturbaDOR y provocaDOR, no ha tenido en cuenta que la plaza de Santamaría con su bella construcción estilo Neomudejar que ya acumula 83 años de existencia, es un edificio histórico de la ciudad, es patrimonio arquitectónico de, ojo, de LA NACION y no pertenece ni a él, ni a su desafecto sentimiento por la fiesta brava.
Al dictador de turno, aquel acostumbrado a violar la ley, impulsor de la violencia y la agresividad, el mismo que hizo parte de la oscura historia de nuestro país que para ser oídos entraron partiéndole el pecho con balas blindadas de fusil, a dos humildes hombres que cuidaban con sendos bolillos el palacio de la juridicidad en Colombia. A ese, le digo que pronto cesará la horrible e improvisada y desacertada noche para la capital Bogotá y podrá por el momento, seguir cometiendo atropellos, pero como en el caso de muchos indignados, podrá usted "cortar la flor, pero no la primavera".
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