Hubo que esperar al quinto para que el frenesí
trepase por los tendidos. Y eso que, nada más aparecer por toriles,
«Montañero» envió un peligroso recado a «Zeus». Tanto se enrabietó
Ventura que se desplantó con raza. Su casta presidió toda la obra. Las
palmas echaron humo con el salero de «Oro», pero fue «Morante» el que
puso la plaza literalmente en pie con sus bocados. La atronadora ovación aún resuena Cantábrico adentro.
De «Remate», las cortas al violín, con una por dentro meritísima.
Sabedor de su conquista, amarró la victoria con un rejonazo en dos
tiempos frente a un animal que no era sencillo.
Aunque aquel fue el inteligente pasaporte que
condujo a la puerta grande, el toreo de ídem se vio en el anterior.
«Nazarí» lo bordó soberbio a dos pistas y quitó los flecos mansos del
colaborador rival. Se adivinaron el temple y la pasión en auténticos lances, con una torera provocación.
«Milagro» se desperezó como otro prodigio, pero las banderillas grandes
llegaron sobre «Toronjo», con un par a dos manos extraordinario. ¿Algo
más? Las cortas y la llamada telefónica, que de tanto rotar casi cae el
corcel. El que se desplomaría rendido sería el toro, que se echó una
señora siesta.
Hermoso de Mendoza, que había encelado con torería al notable primero, sembró de magisterio el ruedo sobre «Disparate». Soberbia la manera de trenzar ochos, de girar delante de la cara de «Sevillano»
en asombrosas hermosinas. Bestial la circunferencia. Siempre
desafiante, en los palos y en los quiebros. No importó un fallo a lomos
de «Baco», pues apretó con más ímpetu. Las cortas sobre «Pirata» y la
conferencia telefónica avivaron la llama. El pinchazo enfrió los ánimos,
pero esa faena merecía premio en el Norte y en el Sur. El de Estella
anduvo con listeza con el aplomado y descastado cuarto, pero pinchó...
Armendáriz tiró de ganas con un tercero sin fijeza y con el más templado sexto. «Prometido» encendió la chispa, apagada en la hora final.
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