Fandiño remonta el Río
Corta tres orejas a una buena corrida de Victoriano que pincha Del Álamo
MARCO A. HIERRO,
Pamplona
Salió de chiqueros un Español
venido de Guadalix para enseñar que el trapío no debe renir con las
hechuras. El más entipado del aparatoso encierro, bajo, armónico y con
medio metro de cuello para asegurar humillación. Por delante, una cuna
amplia, un pitón generoso y una expresión de nobleza que auguraba su
condición. La confirmó en el manojo de verónicas acompasadas y
cadenciosas con las que Fandiño le echó el pecho
encima, le soltó las muñecas y le metió la cadera para rematar entregado
la media abelmontada. Era el momento de reventar la tarde. Lo esperó en
los medios para pegarle el cambiado y largarle trapo con suavidad a la
veloz carrera de Español, que se templó en las llegadas, se volvió en el remate y se entregó al torero vasco. Fandiño
se enterró entonces en el tercio, donde mejor embestía el victoriano,
boyante a diestras, largo en el viaje y enclasado en el embroque, pero
de tendencia a pararse cuando no era bueno el muletazo. Por eso viajaron firmes los derechazos de Iván, con largura en el trazo y un giro de talón para esperar la revuelta sin perder un paso.
Macizo en la figura, suelto en el compás. Hierático y abandonado en las
manoletinas del final. La determinación en la estocada confirmaba el
doble premio. Y ya iban tres.
Porque había remontado el río Fandiño
con el colocado segundo, agresivo de pitón y estampa, revoltoso en la
intención y con mejor llegada que final en los trazos. A ese se impuso
Iván antes de intentar el toreo, se asentó en la cara y le trazó con poder hasta que terminó rajado,
exprimido. Aún le quedaban arrestos y cuernos para prender al torero
con dramática saña al enterrarle el estoque. Pero ya había comenzado a
remontar el río. La entrega es lo que tiene.
Las mismas aguas navegó Juan del Álamo
en Pamplona, y con las mismas armas anduvo con los dos aparatos del
encierro, los más descarados, con leña ambos para pasar el invierno. Con los dos se impuso el charro dando trapo por abajo, empujando la intención,
caminando hacia adelante primero para que fuese el toro después el que
lo hiciese sin trampa. Y en Pamplona quedó una diestra poderosa y
asentada que confirma su candidatura a torero importante. Tarda poco en
cogerle el pulso a los toros, no pierde nunca la colocación y tiene
valor para aguantarles las dudas. Así se lo hizo al mediotoro tercero,
con el que quiso conectar con el tendido pegando rodillazos que le
quedan a su toreo como un granaco en el rostro más hermoso. Al sexto le
soportó con madurez la díscola embestida, el desclasado pasar, para
convertirlo en embestida y ligar las tandas con largura insospechada. Pero se atragantó la espada con uno y con otro, y lo que pudo ser un triunfo de remontar el río se quedó en buen navegar a favor de la corriente.
A favor se lo hizo todo también Padilla
al castaño tercero de buena estampa y mejor intención. No le puso
banderillas Juan José al segundo toro de su feria, que le demandaba
pulso y suavidad y a ello se puso el torero. Fue templando su embestida
el buen toro, obediente a los toques, rítmico en la llegada y entregado
en la humillación para que terminase también Padilla abandonado al intento de emborracharse de toreo.
Así se sacaba la espina del lastimado primero, a cuyo buen son sólo
pudo darle un inicio antes de lastimarse una mano. Y en el pinchazo
postrero se le quedó cualquier premio para rematar el intento de
remontar el río.
El río de la tarde al que Victoriano
le dio el nombre. El río de tres toros de nota, uno de ellos de gran
peso para los premios de la feria. Un río en el que navegó la entrega y
que remontó el abandono. Fue Fandiño quien lo hizo, y quien dio el golpe de mano. El primero de una feria que hasta hoy vuelve a llevar su nombre.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Pamplona. Quinta de la Feria del Toro. Lleno en tarde soleada, agradable. Seis toros de Victoriano del Río,
serios, amplios y con tremendo trapío. Se lastimó una mano el rítmico
primero; desclasado y manso el rajado segundo; de corta humillación y
justa calidad el tercero; de calidad y repetición el castaño cuarto;
enclasado, repetidor y boyante el gran quinto; pasador y manejable sin
gran clase el sexto.
Juan José Padilla (blanco y oro): silencio y silencio.
Iván Fandiño (rosa y oro): oreja y dos orejas tras aviso.
Juan del Álamo (manzana y oro): silencio y silencio.
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