jueves, 21 de agosto de 2014

Miguel Ángel Perera también se consagra en Bilbao

Miguel Ángel Perera confirma su gran temporada con una tarde arrolladora, en Bilbao. Si no es por la espada, hubiera cortado cuatro justas orejas. Las dos salidas a hombros de Madrid no fueron casuales.
En la novillada matinal, el pelirrojo sevillano Jesús Bayort corta una oreja y gana el certamen «Eres Torero». Le acompañan, en la final, el madrileño Daniel Menés, lesionado al entrar a matar sin muleta (lo mismo que hizo Fandiño en San Isidro), al que el presidente niega el trofeo que merecía, y el sevillano Rafael Serna, con el peor lote.

Por la tarde, los toros de Domingo Hernández flojean, ofrecen un juego muy desigual, aunque se dé la vuelta al ruedo al tercero, con el hierro de Garcigrande.

Lancea pausado Ponce al primero, noble, que pronto flaquea, le pican poco; muletea suave, a media altura, cuidando de que no caiga. La maestría y la estética son indudables: le enseña a embestir, prolonga los naturales, remata por bajo con elegancia; al final, se lo enrosca a la cintura en templados derechazos. Y esta vez logra una gran estocada. Solo ha faltado, para emocionar más, que el toro tuviera más fuerzas. El cuarto flaquea ya antes de la primera vara pero derriba; corta en banderillas. A pesar de eso, brinda Ponce al público (es su último toro de la Feria): embiste sin ninguna clase pero el diestro, muy responsable, con gran técnica, le busca las vueltas, le saca muletazos compuestos que la gente, con notoria injusticia, no valora porque no ha visto las dificultades de la res. Solo está mal con los aceros.

Quite salvador

Pitan de salida el segundo, que se tapa por la cara: le ahorran capotazos, apenas lo pican. Al segundo derechazo, ya está en el suelo. Y al tercero. Y al cuarto se sienta plácidamente a meditar... El Juli alarga las embestidas, al natural, pero es demasiado poco toro. Le piden que lo mate, lo hace con eficacia: ¡decepción! El quinto acude al capote flojo y rebrincado. Tampoco lo pican. Hace un quite salvador Ponce a Álvaro Montes. Julián se dobla y pronto lo mete en el canasto, con mucho mando pero poca estética, algo encorvado. El toro se raja a la hora de matar. Lo hace de estocada caída: generosa oreja.

El tercero embiste al capote sin codicia. Cumple en el caballo pero, después de la primera vara, cae. (Nadie se atreve a hacer un quite ni a torear de capa por si es demasiado esfuerzo, para el toro). Perera lo brinda al público. Citando de lejos, enlaza tres pases cambiados en un comienzo brillante. El toro se viene arriba y liga derechazos largos, mandones, con dos de pecho excelentes. Al natural, vacía toda la embestida. El toro, a veces, se desentiende pero ha sido un dócil colaborador; cuando se apaga, se lo enrosca a la cintura, sin dejarle que se vaya. En términos taurinos, «se ha montado encima»: faena rotunda, de gran dominio. Algunos piden que no lo mate: ¡exageradísimo! ¡Qué falta de criterio para juzgar a un toro! ¡Menos mal que el presidente mantiene la cordura y no accede! Lamentablemente, el diestro hace guardia, al matar, y luego pincha una faena clara de dos orejas. Dan la vuelta al ruedo al toro, algo muy discutible. (Poco tiene que ver un toro bravo con uno que «se deja»: hay que fijarse en el toro). Y también, justamente, la da Perera. 

El último renquea, se duele en banderillas; en la muleta, va y viene. Lo lleva muy tapado, manda mucho y el toro, soso, se entrega. Es otra tremenda demostración de poderío, cerrada con el arrimón. La estocada cae baja, por eso el presidente no concede la segunda oreja, clamorosamente pedida.
Perera ha tenido una tarde completa: se consagra triunfador de la Feria y, quizá ya, de la temporada.

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