El genio de La Puebla dibuja un maravilloso quite por chicuelinas y corta una oreja con una lenta faena de sabor en las líneas naturales del quinto; sólo destaca la espada de un Manzanares periférico y gritón; suyo fue el mejor lote de Cuvillo.
Soberbia media de Morante.
A. RAMOS
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ZABALA DE LA SERNA
Bilbao
Morante de la Puebla habló con Chicuelo, que es como hablar con Dios. La conexión con el Olimpo del toreo se produjo en el quinto con la contrarréplica a unas chicuelinas muy mediterráneas de José María Manzanares y a todas las chicuelinas que han arrastrado por la negra arena de Bilbao el sagrado nombre de Manuel Jiménez. Morante borró del mapa todos los aleteos, trallazos y chicotazos y ensalzó el lance del torero de la Alemeda a unas cotas inmarcesibles de belleza y barroquismo. Creció la marea viva del quite como en las noches de luna llena y en la penúltima, absolutamente fundido y enroscado con la embestida en un bronce brutal, se estremecieron los cimientos de Vista Alegre. Y la media acaderada acabó con el cuadro con un crujido de madera abelmontada. La plaza entera se erizó como un resorte atronador de ovaciones. Ya, antes de que Manzanares provocase al dios dormido del capote, José Antonio de La Puebla había soltado los brazos entumecidos a compás, henchido el pecho y mecido el cuerpo, yéndose con todo y el mentón hundido. Un pasmo de hondura en la boca de riego.
El cuerpo de Morante se hacía ayer Chicuelo más allá de su creación, y el toreo en las líneas naturales del toro, la torería al hilo, la sevillanía en el embroque, fluía con la naturalidad de la Alameda. La obertura de la obra rubricó un pase de la firma mayúsculo, y la lentitud encadenó los derechazos a este 'Encumbrado' que permitió el arte con su noblota manera de embestir, sin terminar de humillar, con el celo preciso, y a veces cambiante, para quien sabe torear. Otros seis ligados desembocaron en un inmenso pase de pecho a puro pulso, pura eternidad. El cuvillo empezó desde entonces a perder la ilusión y la faena adquirió desde entonces un tono más tenue con el sabor siempre presente. Cuando ya rajado quiso irse el toro de perfectas hechuras -más sevillana que bilbaína la corrida-, Morante se arrebató en dos ayudados por alto y uno por bajo y genuflexo de Rafael el Gallo. La estocada deslumbró en el mismísimo hoyo de las agujas. Su retardado efecto provocó la muerte lenta de 'Encumbrado', que pasaba por bravo a ojos del respetable, que lo despidió con una formidable y asombrosa ovación. La oreja cayó con el peso de la gloria que perdura en la memoria. Hasta entonces la tarde del mano a mano vivía hipotensa y aletargada, desmotivada y ajena a la rivalidad.
Sólo Morante con el sangrado y mal picado toro que estrenaba la función tuvo paciencia para esperarlo y dibujarle cosas toreras en su andar, con una vaga y divina pereza para componer en el hilo de la colocación.
Hubo naturales de lento latido, pues esa era la mano del obediente cuvillo que fue rompiendo frenos. Nada pudo hacer el genio luego con una jabonero sucio que se defendió por alto y agarrado al piso.
A Manzanares le pegaron el cante con el anovillado segundo porque se lo pasaba por Neguri. Entre que el toro contaba con un magnífico punto mansito para abrirse solo y viajar uno o dos trancos más y que Josemari quiere torear a una yunta de bueyes, pero al de fuera, cabían dos barcos mercantes. El gentío se mosqueó entre eso y las ruecas cosidas en el pico de la muleta. La espada, esa aliada bestial del alicantino, la ubre de 2014, tapó bocas. Mas el cuvillo se marchó entero al otro barrio. Lo de Manzanares resultó, entre los paseos de minuto y medio, las voces que pega y los toques que sacude, bastante grimoso. Vale que al simplón y lavado último le hacían falta tiempos para recuperar en su contado poder, pero de ahí a que te puedas fumar un pitillo... Se empeñó en matarlo en la suerte de recibir, que al final suele ser al encuentro, cuando no procedía, y lo asaeteó malamente. Y, sin embargo, al cuarto, que no valió un pimiento del país, lo reventó. Todo al revés. Empezando por su toreo.
Ficha del festejo
- Plaza de Vista Alegre. Miércoles, 20 de agosto de 2014. Quinta de abono. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Núñez del Cuvillo de más y mejor remate que cara; de perfectas hechuras y armonía un 5º noblón que no terminó de humillar con sus desigualdades y a menos; lavado y anovillado un 2º que se abría solo con magnífico punto mansito y repetidor; un 3º frenado y a la defensiva por alto; no humilló un 4º sin ritmo y sin fondo; un 1º muy sangrado obediente a media altura; sin hacer un 6º noble que humilló en su contado poder.
- Morante de la Puebla, de azul marino y oro. Estocada corta, desprendida, trasera y atravesada y descabello (saludos). En el tercero, pinchazo, pinchazo hondo, pinchazo, otro hondo y tendido y descabello (pitos). En el quinto, soberbia estocada en el hoyo de las agujas (oreja).
- José María Manzanares, de sangre de toro y oro. Estocada tendida (petición y saludos). En el cuarto, gran estocada (saludos). En el sexto, pinchazo y metisaca en los sótanos al encuentro y estocada algo atravesada. Aviso (ovación de despedida).
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