El torero francés se encerrará en solitario el día 13 en el coliseo de Arles
Agradezco la propuesta de este histórico medio de
comunicación, que cuenta con una sección taurina por la que han pasado y
están prestigiosas firmas, para hacerle partícipe de mis sensaciones
ahora que se cumplen mis primeros 15 años como matador de toros y voy a conmemorarlo como la ocasión merece.
Mi vinculación al mundo taurino viene desde la cuna, pues mi padre, Luc Jalabert (actual empresario de la plaza de Arles), y otros familiares me educaron en el respeto al toro, al caballo y a la naturaleza, tan presentes en la región francesa en la que nací, crecí y vivo: La Camarga.
Además, en esos años, mi padre era rejoneador en activo, le veía
entrenar, torear en las plazas, alternar con otros profesionales y todo
ello no solo forma parte de mi educación sino que, en cuanto tuve edad
para ello, ya me ponía ante las becerras.
Apenas estuve dos temporadas como novillero, desde mi presentación en Nîmes,
con 17 años. Ese día indulté un novillo de Yerbabuena y poco después,
tras triunfar en Castellón, Valencia y Barcelona, abrí la Puerta Grande de Las Ventas, el 3 de junio de 1999, en la Feria de San Isidro. De ese día recuerdo que, al llegar al Hotel Wellington, sonó La Marsellesa en mi honor.
Con Espartaco y Rincón
La trayectoria de un torero,
incluso de aquellos que con los años han alcanzado la categoría de
figuras indiscutibles, siempre está sujeta a momentos buenos y otros no
tanto y depende de la capacidad y la fuerza de cada uno saber asimilar
aquellos y afrontar estos. En mi caso, desde la alternativa, de la que
ahora celebramos los tres primeros lustros, el 11 de septiembre de 1999 en Arles, de manos de Espartaco, con César Rincón como testigo y el toro «Sevillano» de Zalduendo,
hasta ahora, he pasado por unos y otros intentándolos afrontar con
serenidad. Así, en la que era mi cuarta temporada como matador, y pese a
torear y triunfar con frecuencia tanto en España como en Francia y
América, hubo tardes en la que algo en mi interior no solo me impedía
hacerlo sino que también me afectaba humanamente. Y en 2003 decidí
apartarme de todo.
Pero unas terribles inundaciones en 2005 en mi ciudad de Arles, me impulsó a organizar un Festival benéfico en el que inmediatamente colaboraron Manuel Benítez «El Cordobés»,
Paco Ojeda, Emilio Muñoz, Espartaco y José Mª Manzanares padre. Muchos
aficionados me apoyaron, animándome a participar también en él, así lo
hice, todo resultó un gran éxito y supuso, en mi caso, la revelación de quería seguir toreando, de luces.
A partir de ahí se abre una etapa, en la que seguimos, que se puede decir empieza en la Feria de Vitoria de 2006, ya en la plaza nueva, una tarde que el maestro Antoñete siempre recordó y alabó.
He tenido, a lo largo de estos años, la oportunidad de confirmar alternativa en Madrid, México y en esa Santa María de Bogotá en
la que la lucha de los novilleros va a conseguir vencer la sinrazón
política del alcalde. Y tanto en mi país como en España y América, en
todas las plazas que toreo, he podido sentir el reconocimiento y respeto de los aficionados, a los que intento complacer con mi concepto, al que nunca renuncio, innegociable en sus principios de dignidad, respeto (al toro y al público), pureza y hacer las cosas de la forma más natural posible.
Mis tres plazas
Sin duda, si me preguntan por las tres plazas más
importantes para mí, tanto por número de actuaciones, como por triunfos
y, sobre todo, sensaciones, serían Arles (27 corridas, 13 puertas grandes), Madrid (26 corridas, 3 puertas grandes, 1 de novillero) y Nîmes (24 corridas, 5 Puertas de los Cónsules, 3 puertas grandes).
En Madrid me siento un torero reconocido, esperado y
respetado por el público y valorado por el sector más exigente de los
aficionados. Sin duda a ello contribuye que en Las Ventas he
podido plasmar muchas tardes mi tauromaquia y de ellas, junto a la
mencionado como novillero, destacaría sobre todo dos: la del 6 de
octubre de 2007 cuando corté dos orejas al toro «Cantinillo» de Puerto de San Lorenzo, y la de 2010 en la que sumé un trofeo de cada uno de los de El Cortijillo. Así mismo recuerdo con especial cariño la Oreja de Oro en la Corrida de la Prensa, también de 2007, en que cayó un diluvio. Y agua y granizo cayeron en la corrida del año pasado en San Isidro, donde corté una oreja después de torear al natural como a mí me gusta, pese a la condiciones climatológicas.
Por eso, que esta temporada tan especial para mí, me haya quedado sin torear en Las Ventas ha supuesto una doble decepción:
primero por ser un año que conmemora una fecha tan redonda y, segundo,
porque no me ha permitido expresarme ante la afición madrileña como
mejor sé hacerlo, con capote, muleta y espada. Y, además, en el que yo
considero el momento de plena madurez personal y profesional.
Pero las metas, los sueños y los retos siguen ahí. Y de entre todos ellos, el próximo día 13 de septiembre, en el Coliseo de Arles, adornado para la ocasión por prestigiosos artistas y ante un Coro de Voces con la soprano Cecilia Arbel, lidiaré seis toros de distintos encastes en lo que pretendo sea a la vez una fiesta y un homenaje a la Tauromaquia. Una Corrida Goyesca que
resuma mi trayectoria torera, que muestre mi concepto y que , a la vez,
sea el punto de partida a lo que aún y por mucho tiempo, voy a seguir
aportando a la Fiesta de los toros.
Porque quiero seguir soñando.
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