Tuvo mucho de guerrero un Escribano que cortó una oreja al sexto con una cornada en el gemelo; tuvo mucho de cabeza valiente un Leal fresco y premiado en el quinto; tuvo mucho de firmeza un Fortes silenciado en su lote
DAMIEN ARSAC, Nimes (Francia)
No dejaron atrás el sello de sus conceptos: ni Manuel Escribano se olvidó en Gerena su valía guerrera a pesar de las heridas ni Juan Leal perdió por el corto camino que atraviesa el lógico temple que mostró ante el bravío quinto. Solucionaron la tarde porque sus formas bien merecieron las orejas que pasearon en el Coliseo. Y Nimes salió contenta porque no se regaló ni una sola de las palmas que ofreció sus toreros. Algunas se las llevó el olvido la espada de un Fortes firme.
Eran ya las ocho menos cuarto de la tarde cuando, hierático, un Manuel Escribano con planta bélica le plantó cara a un cierraplaza a pesar de llevar una cornada en el gemelo. Tampoco dudó en irse o no a toriles: lo hizo por el camino de la verdad, al igual que se fue con el péndulo sobre sus pies en el inicio muelteril, y en los cruces eternos de pitón a pitón en el epílogo del mismo trasteo, y en un tremendo arrimón final sellado por manoletinas de espanto. Y la estocada. Y la oreja. No varió tampoco su repertorio Escribano con el serio abreplaza y se fue directamente a la puerta de chiqueros a recibirlo, pasando el primero de los tragos de la tarde por su tardanza en acudir al cite y desistiendo finalmente. El segundo momento de amargor sería al colocar el primero de los palitroques, cuando el serio de Lola Domecq hizo por el de Gerena propinándole una fea voltereta. Sin escatimar un segundo, Manuel colocó otros dos pares que lograron levantar una fortísima ovación en el coliseo francés. El toro mejoraba su tranco conforme avanzaba la lidia, algo que presagió Escribano y, habiéndose percatado de ellos al final del tercio de banderillas, lo aprovechó con la muleta. En un inicio de rodillas preludió su intención, corroborada posteriormente en dos encajadas y bellas tandas por el pitón derecho, la base de su faena. Al natural debió exigirle más por los parones al de El Torero, y, pero no perdió el ritmo el trasteo y Escribano lo intentó todo, llegando a tener la oreja en sus manos en el momento en el que dejó una gran estocada. Fue el descabello el brujo que se llevó por viento el premio, pues hasta en cuatro ocasiones debió entrar con éste Escribano a la testuz de su enemigo.
Valor y voluntad fueron las dos virtudes del francés Juan Leal ante otro toro, el tercero, que como sus hermanos mostró la sosería de los rajados. No tuvo un comienzo de lidia brillante, tampoco prosiguió peleando en varas y acusó todos sus defectos cuando Leal se plantó en su frente con la muleta. Pudo sacar parcos detalles que acabaron en silencio por el aburrimiento del público paisano. No le puso las cosas fáciles el quinto de la tarde a Juan Leal: a su embestida de encastado peligroso, se le sumó un incipiente sentido que fue tomando a medida que los de plata le iban enseñando la seda. No recapacitaba el de El Torero tampoco en varas, ni logró despabilarse par a bien en banderillas, por lo que, para cuando Juan Leal tomó la muleta, tenía ante sí a una auténtica papeleta. No escatimó un ápice en sacar el valor que lleva dentro ejemplarizado en temple, pues fue sobando muy por bajo la embestida fiera del de Lola Domecq hasta conseguir su dominio y, por ende, los muletazos bellos. No cesó la ilusión de Leal por despuntar la tarde gris que hasta ese quinto cubría el Coliseo nimeño y prosiguió su empeño pro sonsacar naturales de encaje, derechazos de poder y, sobre todo, ambos muy despacio. Fue entonces cuando su ciudad se percató de la obra que estaba consiguiendo el joven torero y, tras la estocada, premió su empeño con una merecidísima oreja.
Un Fortes totalmente entregado se estrelló con un segundo que, con su monótona y sosísima embestida, no le permitió mostrar ni un ápice del ímpetu conceptual que lleva dentro. Ya de capote atisbó el de El Torero que no quería pelea y en varas reiteró su actitud. Fue sacando paulatinamente esa embestida cansina que desde que irrumpió por toriles marcó y Saúl le sonsacó bellos detalles sin fruto. La estocada valió las palmas que finalmente recibió el malagueño. Sin embargo, el cuarto ejemplar –que mató por lesión de Escribano, saliendo éste al cierraplaza- pecó de falta de fuerza, lo que hizo que Saúl tirara de lógica e intentara llevarlo siempre medido y a media altura. También lo cuidó mucho en el ceñidísimo quite por gaoneras, que, en plus, concetó ipsofacto con los tendidos galos. Fue la faena un interminable trasteo en el que no sacó nada en claro Jiménez, tan sólo un viaje a media altura por sometimiento y una desclasadísima –a parte de floja- embestida del de Lola Domecq. Ello, unido al cansancio del respetable por el parco juego del ganado, hizo que tras el bajonazo fuera silenciado.
FICHA DEL FESTEJO
Coliseo de Nimes. Segunda de la Feria de la Vendimia.
Seis toros de El Torero: de buen tranco pero a menos el abreplaza; de embestidas monótonas y sosas segundo y tercero; cuarto a menos; quinto encastado pero geniudo; sexto de tranco alegre, pero desfondado.
Manuel Escribano, ovación tras aviso y oreja tras dos avisos.
Saúl Jiménez Fortes, silencio y silencio tras aviso.
Juan Leal, silencio y oreja tras dos avisos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario