lunes, 29 de septiembre de 2014

Roca Rey va de verdad

Salió en hombros tras cortar dos orejas; Marín perdió la Puerta Grande por la espada y a Borja Jiménez le tocó lo peor


JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO, Arnedo

Tiene Roca Rey el poso de los valientes: sabe que la vida es dura, que en el toreo no se regala nada y, antes que se lo diga su mentor, sabe que en compromisos como el que se le presentaba esta misma tarde debía arrear para conseguir su sueño. Lo hizo. Y lo consiguió con creces. También el personalísimo concepto que atesora Ginés Marín dio un grito de auxilio esta tarde en la cubierta, pues la espada le privó de acompañar en hombros a Andrés. Borja Jiménez pechó con el peor lo te de la deslucida pero bien presentada novillada de Fernando Peña.

Todo lo intentó Andrés Roca Rey en su primero, un novillo que se vino abajo a partir de la segunda tanda pero con el que extrajo muletazos de mucha calidad especialmente por el pitón izquierdo. Antes, lo recibió con tres verónicas limpias y le propinó un valiente quite por tafalleras en el centro del anillo. Comenzó faena por cambiados, en la misma boca de riego, para sonsacar dos tandas por el derecho de mucha calidad. No tenía fuelle el de Fernando Peña, por lo que Roca Rey tiró de recursos y, después, de circulares para ganarle la pelea a su oponente. La estocada le permitió la oreja. Con una larga en el tercio recibió el peruano al cierraplaza, un novillo entipado pero que no resultó de excelencia en su comportamiento. Ya en el quite con el capote a la espalda el de Peña soltaba la cara y no tenía un tranco limpio en el embroque. Debía darle un tironcito para que no hiciera presa de los engaños. Tenía mejores inicios que finales el novillo, pues la acometividad y la prontitud no terminaban de romper en la muleta de Roca Rey cuando éste comenzó en los mismos medios por estatuarios. Todo lo intentó porque no le enganchara la muleta el animal, y fue esa virtud meritoria para que el trasteo rompiera. Tras una voltereta de la que salió ileso sorprendentemente y la estocada, el peruano cortó la oreja.

Muy frío se mostró el segundo, un novillo al que se le dio poco en varas porque se cuidara su condición. Quitó muy templado y, en plus, con un porrón de ritmo por chicuelinas el extremeño, imprimiendo pureza en cada lance y la emoción que le novillo no despertaba.  No se terminaba de entregar en la muleta el novillo, a pesar de venir con prontitud y buen tranco. Sin embargo, la gracia que derrochaba Ginés Marín en cada muletazo caló hondo en el tendido. La personalidad que intentaba transmitir el extremeño. Fue pasándose lo muy cerca posteriormente al natural, con detalles torerísimos con las muñecas al final de cada tanda, hilvanando series extraordinarias por ese pitón. Sorprendieron especialmente las ajustadísimas bernadinas finales, cruzándose de pitón a pitón y permaneciendo hierático ante las pasadas de los amenazantes pitones del novillo. Mató de una entera un poco desprendida de la que tardó en caer el de Peña, amorcillándose en tablas. A la puerta de chiqueros se fue para recibir al quinto, al que le propinó una cambiada esperándolo mucho, por lo que a punto estuvo de llevárselo por delante antes de que los pitones le robaran el capote de las manos. No escatimó en valor el extremeño, y tras un puyazo de justa acción, se echó el capote a la espalda para sellar cuatro gaoneras de templada ejecución y valerosa proposición. Prosiguió con su compromiso de que Arnedo viera su templadísimo concepto en el inicio de faena, en el tercio. Sorprendió nuevamente en los finales cruzándose de pitón a pitón con la enorme virtud de que el novillo no le enganchara los engaños a pesar de que su embestida se tornó en protestona cada vez que avanzaban los segundos de la faena. Derroche de valor es lo que demostró Ginés Marín en el epílogo, cuando el novillo hacía pro prenderlo y él no se cansaba de intentar dominarlo. Se incrustó en el terreno del toro en los finales, pero al entrar la espada el toro tardó en echarse tras un espadazo en toda ley en el que el animal le puso los pitones en el pecho.

Tres verónicas templadas dejó Borja Jiménez al abreplaza de salida, para quitar, tras un puyazo algo trasero, por chicuelinas al novillo de Peña- Brindó la muerte de éste a Espartaco y, tras ello, comenzó el trasteo por cambiados en el centro del anillo. Mostraba el animal una embestida cansina, apagada, a la que le faltaba transmisión y la humillación necesaria para romper. Borja Jiménez intentó imprimirle suavidad y, poco a poco, fue sacando a base de esteticismo las posibilidades del astado toledano. En el último tamo soltaba el de Fernando la cara, algo que fue aprovechado por el de Espartinas para sonsacarle bellos detalles en el epílogo de cada tanda. Mató de media y tardó en caer el astado, por lo que se enfrió el ambiente. Tampoco tuvo suerte frente a un cuarto parado con el que todo lo intentó el sevillano sin que fructificara el valor que derrochó con el de Peña.

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Arnedo. Tercera novillada de la Feria del Zapato de Oro.

Seis novillos de Fernando Peña, bien presentados pero desrazados, deslucidos en líneas generales.

Borja Jiménez, palmas y silencio.

Ginés Marín, oreja y palmas.
Andrés Roca Rey, oreja y oreja.

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