lunes, 29 de septiembre de 2014

Una auténtica limpieza de corrales en la plaza de toros de Sevilla


De toda la vida de Dios, lo que se lidió este domingo en el coso del Baratillo se ha denominado «limpieza de corrales». Porque eso es lo que fue la segunda y última de la Feria de San Miguel. Una limpieza de corrales donde nos tragamos dos toros de Daniel Ruiz, dos de Juan Pedro Domecq y dos de Parladé, con el añadido del primer sobrero del hierro veragüeño. Y menos mal que no salió el segundo sobrero, de Villamarta. Ahí se habría completado el cuadro.

Ganaderos y empresarios limpiando corrales, que ya el año que viene vaya usted a saber si se pueden lidiar estos toros. Un auténtico despropósito que, claro, trae estos lodos, que no son otros que una corrida dispar en cuanto al tipo y de juego casi nulo. Tan solo el precioso jabonero primero se dejó algo más pero a mitad de faena se rajó. 

No nos extrañemos, por tanto, que la gente no solo no acuda a la plaza sino que los que lo hacen se desesperen. ¿Los antitaurinos los enemigos de la Fiesta? Mire usted, el enemigo verdadero lo tenemos dentro...

Brindis a El Boni

El Cid anduvo templado manejando el percal al citado jabonero de Daniel Ruiz que, a la postre, fue el que más sirvió. Mala la lidia en banderillas. A pesar de ello, llegó a la muleta con son. Sin ser nada del otro mundo, repetía con cierta nobleza. Manuel Jesús no se acopló y pecó de dejarse enganchar, mostrándose acelerado en algunos pasajes. Tras intentarlo con la zurda, el toro se rajó. El cuarto se desplomó antes de rematar en el segundo burladero. Pudo haberse partido una mano pero cayó fulminado. Hubo que apuntillarlo. En el sobrero, de Juan Pedro, El Cid dejó a la verónica lo mejor de su actuación en lances realmente lentos y acompasados. Brindó a su subalterno Rafael Perea «El Boni», que se despedía. Y se acabó todo tras una serie diestra en la que abrió más el compás el saltereño antes de que el toro se parase por completo. 

Castella hizo lo mejor ante su primero de Daniel Ruiz, sobre todo en el inicio de faena por alto y en dos series diestras muy templadas y ligadas. A menos al natural toro y torero y búsqueda del toreo de cercanías que caló en los tendidos. La espada dejó todo en una ovación. Un marmolillo, aculado en tablas y encogido fue el quinto, de Juan Pedro Domecq. Nulo esfuerzo del francés en todo momento, que se puso en el sitio pero como si no estuviese porque el animal no le hizo ni caso. 

A portagayola recibió a sus dos toros Manuel Escribano. En sus nueve toros de esta temporada en Sevilla lo ha hecho, que se escribe pronto. A su primero le cuajó un muy buen tercio de banderillas, sobre todo el tercer par sentado en el estribo y quebrando por dentro. Aunque brindó al respetable y comenzó con un doble pase cambiado por la espalda, el de Juan Pedro se tragó las dos primeras series para luego irse quedando cada vez más debajo, sin pasar. Por el izquierdo se defendió sobremanera. Eso sí, agarró el de Gerena una muy buena estocada.

Una eternidad le debió parecer a Escribano el tiempo que pasó de rodillas en la puerta de chiqueros con el toro de Parladé parado y sin querer acudir al capote. Menos mal que solventó la papeleta con oficio. Este último embestía con todo, se agarraba al albero y se revolvía sabiendo lo que se dejaba detrás. Se puso Manuel pero no era posible nada más que la voluntad. También lo despachó de una buena estocada con la que finiquitó, al fin, esta auténtica limpieza de corrales.

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