Los toros de Juan Pedro, bien presentados y nobles, han pecado de falta de fuerzas (así te hemos contado la corrida en directo).
Cada uno de los diestros ha tenido un toro que le ha permitido lucirse:
Talavante ha cortado dos orejas; Ponce y Urdiales, una. El público ha disfrutado con los distintos estilos de los espadas.
Comienza la tarde fatal: un toro devuelto por inválido y el sobrero, de la misma ganadería, también flojea. Ponce ejerce de enfermero honorario: con sabiduría, lo mantiene en pie. Ha tenido suerte el toro de que le tocara este torero; con otro, se hubiera derrumbado. No hemos tenido suerte los espectadores. El trasteo, fácil y elegante, no puede tener emoción. El cuarto también lo devuelven por flojo. El sobrero, de Torrealta,
no se entrega, va y viene, flaquea, pero es su último toro de la
temporada y el valenciano no quiere irse con las manos vacías: lo
conduce a media altura; lo alivia, cambiándole los terrenos; lo lleva
prendido admirablemente a la muleta, liga, lo exprime por completo. Todo lo ha hecho él. Suena un aviso antes de entrar a matar. Estocada: oreja. Una faena de auténtico maestro, que se ha inventado al toro.
Naturalidad
Sustituye Urdiales al lesionado Finito y
aprovecha su oportunidad, con mucha disposición. El segundo es noble y
flojo, embiste bonancible, con sosería. Diego, que ha brindado a sus
compañeros, dibuja muletazos con naturalidad y buen gusto,
mata con decisión: oreja. Acostumbrado a trances más duros, también a
él le gusta saborear los bombones de Juan Pedro... El quinto, bien
picado por Óscar Bernal,
flaquea y protesta, vuelve rápido, va a peor. El riojano no logra
lucirse pero se justifica con valor a costa de recibir un palotazo.
No tuvo fortuna el día anterior Alejandro Talavante pero hoy lo compensa sobradamente con un tercer toro de extraordinaria nobleza, al que puede torear a placer, con capote y muleta. Los antiguos revisteros dirían que es un santo varón.
Prácticamente toda la faena la realiza con la mano izquierda, sin una
duda, dibujando naturales de trazo largo, con buen juego de muñeca. Al
final, improvisa una arrucina que sorprende y entusiasma. Estocada perdiendo la muleta: por aclamación, dos orejas, que le abren la puerta grande. En el último, un bonito burraco, se luce Trujillo,
con los palos. El toro se mueve pero protesta, al final de la
embestida, y Alejandro no le coge la tecla, no llega a estar a gusto:
¡bastante lo había estado en el otro! Todavía toreará en Jaén.
Los otros dos han acabado su temporada: Diego Urdiales, con el buen sabor de su toreo clásico; Enrique Ponce, con la responsabilidad de una gran figura. A los 25 años de alternativa,
ha toreado en Valencia (donde sufrió una grave cornada), Sevilla,
Madrid y Bilbao: como debe ser. La cierra en Zaragoza con una nueva lección magistral. Las seguirá dando hasta que él quiera.
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