Concluye la Feria de Otoño con una buena corrida de Adolfo Martín[así la hemos contado, toro a toro]. Solo el último rebasa los 500 kilos pero tienen pitones y casta. Son toros encastados, de juego variado. Con ellos, Diego Urdiales está al borde del gran triunfo,
después de una notable faena, pero le frena un manso sobrero. También
Serafín Marín corta una oreja. A Uceda Leal le toca bailar con la más fea.
Corre bien la mano el madrileño en las verónicas de
recibo al primero, que humilla, tiene casta pero flaquea demasiado, se
defiende por falta de fuerzas. El trasteo es correcto y Uceda mata bien,
a la segunda. El cuarto es fiero, embiste a oleadas; le pegan a modo en
dos varas prolongadas pero se arranca hacia el banderillero en cuanto
aparece, siembra el pánico y coge de mala manera a Antoñares,
con un puntazo de pronóstico reservado. Es insólito ver ahora un toro
tan encastado: la gente se pone de su parte y en contra del matador, que
se limita a machetear y se lo quita de encima con facilidad.
Urdiales torea con buen estilo clásico. Esta tarde ha rozado la Puerta Grande de Las Ventas. El segundo, muy abierto de pitones y veleto, hace amago de saltar, parece que no va a servir pero desarrolla nobleza en la muleta. El diestro lo va metiendo, dibuja derechazos muy templados; al final, unos naturales a cámara lenta que entusiasman. Tarda en cuadrar el bicho y suena un aviso pero la estocada es buena: corta una oreja de mucho peso.
Lo que pudo haber sido y no fue
Al salir el quinto, la gente está con él pero el toro de Adolfo se lesiona y el sobrero del Puerto de San Lorenzo, con 600 kilos y muchos pitones, mansea demasiado. ¿Mejorará en la muleta, como el tercero de Miguel Abellán? No mejora: huye, barbea tablas. Diego lo intenta pero sin demasiada convicción. Si lo hubiera brindado al público y se hubiera metido con él, desde el comienzo, en su querencia de chiqueros,
el público se le hubiera entregado. Mata con acierto. Ha tenido una muy
buena tarde en Madrid pero todavía ha podido ser más redonda.
El tercero no se deja torear con el capote; se luce Curro Robles en el quite a un compañero. Serafín Marín intenta alargar las embestidas pero el toro es reservón, peligroso. El diestro catalán se la juega y asusta al público;
le piden que lo mate y lo hace de gran estocada. El último embiste con
nobleza, aunque sale un poco distraído. Serafín, muy decidido, traza buenos derechazos, es encunado, logra templados naturales y otra gran estocada: una oreja que es una inyección de ánimo para un torero que lo merece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario