"Mi mayor ilusión es estar en Cartagena de Indias: pasa por una situación que necesita el cariño de todos"
EMILIO TRIGO, Sevilla
Se anunció con dos, acabó afrontando cuatro y cinco terminó estoqueando vestido de pinzoniano. Juan Antonio Ruiz "Espartaco" es, ante todo, torero de toreros que a su veteranía ha dado una lección de hombría a la Fiesta. Poco después de devolver a la afición de Palos la ilusión por la tauromaquia, el maestro de Espartinas compartió con Cultoro momentos inolvidables.
"Me hacía falta esto, me encontraba bien y era el momento de echar el quinto, porque ninguno de los toros anteriores me había acompañado para el triunfo". Y lo bordó: lo que se tiene no se abandona nunca, y mostró Espartaco la raza que ha caracterizado su carrera. "Cuesta mucho trabajo. Cuando uno decide hacer las cosas se lo tiene que pensar muy bien. Cuando maté el segundo no sabía qué hacer, cómo reaccionar ni cómo remontar aquello. Te creas muchas dudas, y realmente no tenía necesidad de ello. Pero uno cuando se siente torero, tiene una ilusión especial que le hace necesaria la incomodidad que hace estar frente a frente con el toro. A partir de ese momento, todo fue disfrute", señala el de Espartinas.
Fue el segundo de Núñez del Cuvillo un toro para hacer un esfuerzo especial, que vino apretando y, sobretodo, que exigía un plus de valor en su cara. "Y los buenos aficionados se dieron cuenta de ellos- señala Juan Antonio- pues embestía pro dentro, siempre cabeceando y se resolvió como pudo". A partir de ahí, era el propio Espartaco el que animaba con su voz al respetable: quería que no se viniera abajo la tarde que había preparado para él. "Y entonces fue cuando vi que había podido con la tarde, me dejé llevar y al cosa cambió por completo, por eso pedí el sobrero".
En este momento salta a la pregunta acerca de las declaraciones de Juan sobre su miedo a quedar en ridículo tras tantos años sin actuar en público "y es verdad- sentencia Ruiz- porque hay muchos jóvenes que no me han visto torear y que le han hablado de mí, y tenía miedo de no estar a la altura. Debía tener mucho cuidado y, sobretodo, respetar mucho el toreo. Cuando uno torea un festival, o una becerra, no puede decir que está para reaparecer. No. Esto es más serio. Todo tiene su momento y tenía una enorme responsabilidad".
Además, a la tarde se le sumaba una carga de emotividad especial: desde su padre hasta Emilio Muñoz, Pepín Liria, su cuadrilla cuando estaba en activo, su hijo y sus amigos. Todos estaban acompañándolo "y fue una alegría tremenda. Hubo un momento en el que toqué la mano de un chaval al salir a hombros, y cuando le clavé los ojos era mi hijo. Creía que era algún chavalín de la Escuela, pero se me removió todo viéndolo a él".
Se ha hablado en numerosas ocasiones del amor americano que Juan Antonio siempre ha llevado consigo: es Cartagena de Indias la máxima candidata a una nueva actuación del maestro por la complicidad de la situación taurómaca allí. "Se iba a quedar sin toros, y como el año pasado no pude estar por una operación, me haría muchísima ilusión colaborar este. No lo hago por dinero, ni mucho menos, sino porque en los sitios en los que flojea la Fiesta hay que estar. Igual que en Cartagena, en muchas más". Azuza, en este momento, el ejemplo de unos héroes colombianos que han encaramado sus vidas en pro de proteger lo que más aman: "hoy día están triunfando las figuras en todos sitios, pero los grandes héroes del toreo son esos novilleros. Así", sentencia Espartaco.
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