guillermo leal / méxico d.f.
Y lo hizo porque sabía que la merecía tras una faena sinceramente buena
en la que no solamente hubo arte, un tesoro que de suyo tiene el
sevillano, sino actitud, que a veces le cuesta trabajo demostrar a José
Antonio sobre todo cuando el toro no es bueno.
Después de que su primero fuese malo, incierto y peligroso, la faena del artista sevillano al cuarto tuvo momentos emocionantes, porque el astado se movía, pero no siempre con buenas intenciones, y tuvo plasticidad
porque cuando Morante clava la mandíbula en el pecho, acompaña el
muletazo con la cintura y se recrea en cada uno de ellos, eso produce.
De puntillero
La estocada fue buena, aunque tardó en hacer efecto. El aviso que sonó y el que José Antonio haya recurrido a la puntilla hasta
en dos ocasiones en lugar del descabello, hicieron dudar al juez Jesús
Morales en conceder el apéndice que el público le pedía.
Al final el juez que en otras tardes ha sido poco exigente con los trofeos dijo que no, quizá pensando en que las críticas más duras hacia
algunos de los trofeos que se conceden en la Plaza México han venido de
los propios profesionales españoles. Así que ni quejarse vale la pena.
Morante lo sabe y como está conciente de ello, y como una oreja más o una oreja menos no le van a quitar el sitio que tiene, dio una vuelta ante el consentimiento del público que se ha dado cuenta que la responsabilidad de que lo apodere la Casa Baillères ha
cambiado el concepto de José Antonio que ahora no sale a ver si se
puede hacer una faena, sino a buscar hacerla incluso cuando las
condiciones no son del todo favorables.
Oreja para Zotoluco
Al lado de esa vuelta que también es de triunfo, el maestro Eulalio López «Zotoluco»
cortó una oreja tras una faena seria de oficio y técnica a su primero
al que mató de un soberbio estoconazo. Luego en su segundo con un débil
astado poco pudo hacer.
El joven Diego Silveti,
al verse acorralado ante dos figuras, sacó el carácter y con él las
cualidades que tiene en sus capotes y muletas. Tras haber malogrado de
manera imperdonable con la espada una faena de buen trazo
a su primero, se inventó otra con el sexto de la tarde, un astado soso,
deslucido. Se puso cerca y le sacó muletazos que el astado no tenía.
Por ello cuando, pese a un pinchazo, lo pasaportó, el público no dudó en
pedir una merecida oreja.
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