La tauromaquia clásica habla de parar, templar y mandar
Lo mismo sucede con los términos taurinos, claro está. El que sigue la Tauromaquia clásica habla de «parar, templar y mandar», de «cargar la suerte», de la «casta brava», de «lidiar». Leer estos términos ya me predispone a favor, aunque su significado sea discutible.
El «temple» consiste en acomodar el movimiento de los engaños a la velocidad del toro,
a lo largo de toda la embestida. Si se mueven demasiado rápidos, el
diestro no manda y queda al descubierto, con el riesgo que eso implica;
si van demasiado lentos, el toro tropezará las telas, desluciendo el remate del pase y aprendiendo.
La lentitud
No coincide exactamente con la lentitud pero el ideal consiste en ir acomodando la embestida,
para torear más despacito. Define Corrochano: «Se templan las cuerdas
de una guitarra para buscar la armonía; se templa el toreo, esto es, se
busca la armonía del movimiento del toro que acomete y del movimiento del torero que torea... Para torear hace falta temple».
«Cargar la suerte» coincide con la expresión popular «echar la pata “p’alante”». Precisa Domingo Ortega,
en su conferencia del Ateneo: «Con el compás abierto, el torero alarga
pero no profundiza; la profundidad la toma el torero cuando la pierna
avanza hacia el frente, no hacia el costado».
No hay comentarios:
Publicar un comentario