La verdad es que la Feria del Sol, en
su edición de este año, no ha podido comenzar de
mejor manera: Tres veladas consecutivas para el recuerdo.
El martes diez de Febrero, el ya
tradicional Concierto de Pasodobles. El verbo encendido de Chachá Quintero; la
presentación del trigésimo tercer número del Manual
que rinde homenaje a cinco aficionados taurinos de bandera, entre ellos
mi paisano el Dr. Alfonso Ramírez, el
nunca bien ponderado Polaco, cronista de Tovar, lamentablemente fallecido el año pasado; el magnífico trabajo a que nos tiene
acostumbrados el Maestro Rangel y la
Banda Taurina de la Mesa de la Música, ¿No es acaso un bien merecido apelativo?;
el ramillete impresionante de
Reinas de belleza, que hace aflorar de inmediato nostalgias de lejana juventud; la presencia en pleno de las Autoridades Taurinas,
del Burgomaestre y, para rematar, la participación del Ilustre Arzobispo de
Mérida, Monseñor Baltasar Porras, quizás el único Arzobispo Torero que el mundo ha conocido,
cuyo temple eclesiástico y taurino se
forjó entre Táriba y Salamanca. Gracias sean dadas a los organizadores y
a la institución, cuyos salones siempre proporcionan marco adecuado para tan grata ocasión.
El miércoles once, tuvimos la suerte
de asistir a la premier en Mérida de la Zarzuela “Luisa Fernanda”, en las instalaciones del Centro Cultural Tulio
Febres Cordero. Es en extremo
gratificante comprobar que esta
excelente presentación se debe en
su totalidad al esfuerzo local. La Orquesta Sinfónica del Estado Mérida; el
Coro del Orfeón de la Universidad de Los Andes, la Cantoría de Mérida y, además, un
brillante Elenco de dieciocho cultores del bel canto, que nos
deleitó con sus voces bien educadas y su lograda
actuación sobre las tablas. La honrosa excepción es la del Director Musical, nacido en Francia, quien se radicó en el país hace un par de años y
que acertadamente dirige la Sinfónica desde principios de 2.014. La Sala donde
se ofreció el espectáculo, presenta
todavía algunos defectos de acústica que impiden que las voces femeninas se
aprecien en todo su esplendor. Pero lo
más lamentable es que este loable esfuerzo no merece la cantidad de asientos vacíos, lo cual entra en flagrante contradicción con
el nivel cultural de tan universitaria ciudad. Seguramente la premier
no tuvo la resonancia publicitaria suficiente y oportuna, o quizás
prevalecieron temores al deterioro nocturno
de la seguridad, en particular en zonas aledañas a la Plaza Bolívar. Sea cual
fuere el caso, vayan nuestras palabras de felicitación y estímulo a todos los
participantes para que perseveren en tan notable emprendimiento.
El jueves doce, continuando en vena
artística, la novillada nocturna de la Feria, digno colofón del Día de la Juventud. Es admirable observar como estos noveles valores
de la Fiesta Brava se aferran a su vocación, a pesar de que grupúsculos activos,
armados de incomprensión e intransigencia, pretenden cercenarles su legítimo
derecho a perseguir sus sueños de torero. Además,
pareciera ser que ahora un vate
del alto gobierno se encargará de orquestar
ataques contra la tauromaquia, cobijándose bajo el falaz y
contradictorio argumento de hacer del toro de lidia sujeto de Derechos Humanos.
La lluvia que inicio en garúa y
terminó en verdadero diluvio, impidió
que el festejo fuera más allá del segundo novillo.
Sin pretensión de cronista, recuerdo que al primero lo recibió El
Gato tachirense con tres afarolados de rodillas, para luego prolongar la faena
con pases de todas las marcas que dicen mucho de su afán torero. Pero…. falló
con los aceros y el puntillero levantó varias veces el animal, complicando más
la situación. No hubo trofeos, pero si nos deja un buen recuerdo.
El segundo y último de la noche,
correspondió a Edgar Antonio, de la cantera aragüeña. El muchacho se las trae.
Torero alegre y bullidor, de buenas maneras, cuyo entusiasmo desbordante lo
impulsa a cubrir todos los tercios de la lidia, incluso el de varas, al estilo de
nuestro Curro Girón. El de La Victoria
no se arredra para entrar a matar sin la pañosa y a topa carnero, salió
rebotado, el torito rodó en medio de la arena, trocada en lodazal, y el Palco
concedió una oreja. Con el debido respeto, quizás merecía premio plural.
Lo que sí se puede asegura, con plena
certeza, es que los dos jóvenes diestros
demostraron largamente ser
fieles seguidores de la sabiduría
popular según la cual todo se le puede perdonar a un novillero, menos la falta
de ganas de torear.
Los novillos de Bellavista cumplieron
a cabalidad, dieron buen juego y llegaron con fuelle al tercio final.
Lamentablemente, el tiempo impidió
que disfrutáramos con la actuación de los otros integrantes del cartel. Al parecer
podremos hacerlo en los próximos días, lo que seguramente confirmará que
contamos con una nueva hornada deseosa
de tomar el testigo de la Fiesta Brava en Venezuela.
Eduardo Soto. A.T.T.
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