Como
profesor de Derecho Constitucional y presidente de la Asociación
Venezolana de Derecho Constitucional, hoy emérito, he expresado mi
reconocimiento al excelente trabajo realizado por la Comisión sobre los
Derechos Humanos que redactó el título de los derechos humanos en la
Constitución de 1999. Reconozco el esfuerzo realizado para fundamentar
los derechos humanos, darle rango constitucional a los tratados y
convenios internacionales en esta materia, dejar sentado que los
derechos humanos son inherentes a las personas aún aquellos que no estén
fundamentados en normas positivas. Se llevó al rango constitucional
hasta el derecho que tenemos los venezolanos a disponer de bienes y
servicios de calidad. Fue una buena idea permitir que cualquier juez
investigara los delitos contra los derechos humanos tal como lo señaló
usted entre otras ocasiones en su intervención del 21 de octubre de
1999, negada lamentablemente por una interpretación restrictiva de la
Sala Constitucional que se ha atrevido a desconocer el propósito del
Constituyente. Abrir las puertas de la justicia internacional para
perseguir los delitos contra ellos es otra ganancia que la Comisión
defendió en su momento, que también insistió en el derecho a la
manifestación pacífica y sin armas y a prohibir el uso de armas de
guerra y sustancias tóxicas para reprimir las protestas. También en la
presunción de inocencia, en el derecho a ser juzgado en libertad y en
las demás garantías procesales, en la responsabilidad del Estado por la
integridad física, psíquica y moral de las personas bajo custodia su
custodia.
La creación del Defensor
del Pueblo fue una de las iniciativas loables. En fin, usted contribuyó
a modernizar nuestra Carta Magna en materia de Derechos Humanos. He
revisado sus intervenciones en la Asamblea Nacional Constituyente y
respetuosamente me permito recordarle la propuesta de la progresividad
de los derechos que supera con creces la disposición de la Constitución
de 1961.
Lamentablemente sus
predecesores no creían en eso y se colocaron al servicio del gobierno,
de sus policías, de sus militares que cometieron y comenten abusos de
toda naturaleza. En 15 años las cárceles que se pretendían dignificar
son depósitos inhumanos de seres humanos condenados sin juicio y sin
sentencias, antros del vicio y de todo tipo de violaciones a los
derechos que la Constitución les reconoce.
Al ser usted designado
Defensor del Pueblo, pese al extraño procedimiento que se siguió, era a
mi modesto juicio una garantía para que una vez en el ejercicio de esa
delicada responsabilidad, superara Venezuela el tristísimo papel de los
predecesores suyos que se colocaron en forma vergonzosa a defender al
Estado y a sus agentes en la violación de los derechos humanos. No
existe una sola actuación de la Defensoría del Pueblo que sea un ejemplo
digno de reconocimiento en la defensa de los derechos humanos. Por el
contrario, se convirtieron en encubridores y por lo tanto en cómplices
de los delincuentes.
El sistema político
sostenido en la Constitución de 1999 se fue alejando gradualmente de los
valores y principios en ella consagrados, y degenerándose en un
“socialismo estalinista fracasado” como lo reconoce el ex ministro
Felipe Pérez, con un gobierno que viola sistemáticamente los derechos y
desconoce las garantías procesales. Los sueños de 1999 nadan en un pozo
de anarquía, militarismo, corrupción, despilfarro, violencia criminal,
impunidad y autoritarismo y han degenerado al país que se coloca entre
los más corruptos y peligrosos del mundo.
Usted sabe que la
función de Defensor del Pueblo lo coloca del lado del pueblo y frente al
gobierno que por tener el monopolio de la fuerza y de las armas es el
primer violador de los derechos humanos. No es una situación particular
de Venezuela sino de cualquier país, porque quien está en el poder tiene
a abusar de él, y donde existe la figura del Defensor se escoge alguien
con una gran autóritas sin vinculaciones con quienes gobiernan,
precisamente para evitar ataduras y solidaridades que le impidan actuar
con eficacia.
La muerte del niño
Kluiverth Roa es la más actual, dolorosa y cruel muestra de lo que han
hecho con la policía y con la fuerza armada, que muchas veces actúa como
criminales con los que pareciera existe una alianza. Aquí en Mérida hay
cientos de casos de jóvenes heridos de bala, y perdigones de plomo,
metras y tornillos. El derecho a la vida, señor Tarek, es el más violado
en nuestro país y usted ha tenido la valentía, o me temo la osadía, de
postularse para su defensa.
Permítame la
satisfacción de seguir señalándolo con orgullo como uno de los autores
del más hermoso título de nuestra Constitución, el de los derechos
humanos. Sea usted consecuente y asuma la tarea de hacer realidad su
aporte como constituyente. Sus predecesores serán cubiertos por el
olvido y si acaso serán recordados por su indigno papel, pero la
historia, con usted, será implacable.
**Fortunato
González, es Catedratico de la U.L.A. de Mérida-Venezuela / Miembro de
la Academia de Ciencias Políticas y Sociales / Fundador y Director de la
Cátedra de Tauromaquia "G. Briceño Ferrigni" de la U.L.A. y Presidente
del Capítulo Nacional de Venezuela del Círculo T. A. Dinastía
Bienvenida.
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