lunes, 23 de febrero de 2015

Dentelladas taurinas y temas conexos

Fraccionamiento de la familia taurina venezolana
Eduardo Soto

Habiendo concluido el  ritual de dar vistazo diario a la prensa, en este caso local y dominical,  no deja de llamar la atención que en el diario fronterizo  la primera de sus  páginas dedicada a Deportes  la copa la Tauromaquia, en tanto que la de Arte  y  Gastronomía, solamente se dedica al buen comer. Uno podría argüir ad náuseam que la gastronomía es un Arte, pero pocos podría negar con sensatez  que a esta última categoría pertenece de manera indiscutible el Arte de Cúchares. Con esto quiero decir que quizás sería más juicioso combinar Arte y Tauromaquia y, como la ligazón entre Deportes y Gastronomía no es fácil y pudiera lucir hasta antinómica, dejamos al buen criterio de los responsables del periódico  como resolver ese asunto.

Lo que si deberíamos evitar a toda costa es que las noticias sobre tauromaquia puedan aparecer un día en las páginas de Sucesos. Día que no perece muy lejano, a juzgar por las verdaderas dentelladas sangrientas que asestamos reiteradamente a compañeros de ruta taurina, a quienes restregamos el dedo en la llaga cuando cometen errores, sin el más mínimo ánimo constructivo  de  hacer algún aporte para  encontrar los modos y maneras de evitarlos en el futuro, salvo la cantinela para  sustituir los pecadores de turno, sin tratar de contribuir a erradicar de raíz el pecado.

No deja de causar cierta tristeza observar, como un  verdadero icono tradicional  de la comunidad taurina nacional e internacional, cuyos conocimientos de la Fiesta Brava son   verdaderamente enciclopédicos, se preste, a umbrales del ocaso en su destacada trayectoria, a efectuar públicas insinuaciones, sustentadas en el aire, sobre supuestos afanes de ganar favores o actitudes falaces y demagógicas con los que se  pretende empañar la diáfana actuación de la Comisión Taurina Municipal, cuya  impetuosidad más bien ingenua la lleva ciertamente a cometer excesos, pero sin trastienda alguna y a la vista de todos. Cuán difícil es, hasta para taurinos de tanta vitola, hacer comentarios acertados a  distancia, sin haber tenido  la plena vivencia de los festejos feriales.

Pasando página, quisiera dedicar un par de párrafos al fraccionamiento de la familia taurina venezolana. Cronológicamente, el asociativismo taurino organizado  surgió hace unos años con el Círculo Bienvenida de raíz española, pero que ya cuenta con un entramado en varios países de la América taurina;  luego montó tienda aparte  la Asociación Taurina de Mérida, escisión del anterior, del cual se separó por razones que sería prolijo enumerar, y cuya dirigencia es netamente criolla. Posteriormente,  también derivación del mismo tronco, la Fundación Girón, cuya nombre de emblemática venezolanidad, exalta los valores de la cultura  tauromáquica,  bajo el manto de  nuestra primera y de más abolengo  dinastía torera nacional. 

El reto que se  plantea a los aficionados venezolanos es,  ni más ni menos,  la unión de la familia taurina venezolana, actualmente parcelada en  tres pedazos. La reunión debería cumplirse además de manera institucionalizada, de forma tal que  permanezca  inmune a  eventuales altibajos emocionales de los dirigentes.

La integración de las parcelas cuya constitución es criolla empezando por  la cabeza, no parecería tan difícil, puesto que aparte de la afición a la tauromaquia, los identifica una común idiosincrasia.

Pero la reunión  con la que resta, tronco primigenio pero cuya  derivación criolla arranca sólo del segundo peldaño, reviste mucha más complejidad. Al CB hay que reconocerle, pésele a quién le pese, su indiscutible aporte al mejoramiento de nuestra torería nacional, el cual debería continuar y ampliarse, independientemente de los arreglos institucionales a que se pueda  llegar. Parecería ser que para el Círculo la   unificación significa dar la Bienvenida a los disidentes, siempre y  cuando pasen, contritos y agradecidos,  por las horcas caudinas del  regreso a la institución de la cual se separaron.  La unificación concebida en tales términos luce lejana y al existir el matiz de subordinación al exterior, se torna inaceptable para muchos.

También es difícil pero no imposible con la buena voluntad de todos, la armonización de posiciones  en el seno de un mecanismo, cuya suprema dirigencia integrada por miembros de las tres parcelas,  pueda actuar con absoluta libertad de la manera que estime más conveniente, para la promoción y defensa de la Fiesta Brava en Venezuela, en pie de igualdad, con las necesarias relaciones  externas, y sin que ninguna de ellas  se considere  primera entre iguales.

Por lo pronto, mientras llega tal día, si es que llega, se debería al menos lograr un pacto de caballeros que incluya  la no agresión, coordinación  y  apoyo entre las tres instituciones, para que no se  entorpezcan mutuamente en su accionar y mucho menos entren en contradicción en sus labores.

¿Sería mucho pedir en estos tiempos, cuando el aire enrarecido  presagia que  arreciarán  rayos y centellas contra nuestra Fiesta Brava?

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