Aunque desde pequeño iba a los toros en Málaga y La Coruña, su obsesión se acrecentó en su última etapa, durante su exilio en Francia. Picasso coleccionaba las entradas de las corridas a las que asistía, las divisas de ganaderías y naipes y grabados eróticos taurinos.
Su símbolo más famoso es el del Minotauro, pero también el artista malagueño se identificaba con el toro que cornea al caballo, como espejo de la persona enamorada que sin querer causa sufrimiento al ser amado. «El toro soy yo», definía el artista, a modo de Flauvert con «Madame Bovary soy yo».
El toro fue el elemento esencial de su obra, y ya en su primer retrato conocido, pintó a a un picador.
Como recordaba recientemente Andrés Amorós, Picasso siempre proclamó que su sueño era haber sido varilarguero. El tema taurino está presente en toda su obra: «Naturaleza muerta: el torero» (hecha
en Céret); el gran telón para «El sombrero de tres picos»; las
ilustraciones de la «Tauromaquia» de Pepe-Hillo y las «Metamorfosis» de
Ovidio; la «Suite Vollard»; la revista «Minotauro»; el «Guernica»; las
esculturas y cerámicas...
Diez picassos
Una de sus obras taurinas cuelga ahora en el Museo del Prado, en la Galería Central del Edificio Villanueva. Su título: «El aficionado»,
uno de los diez cuadros de la exposición que permanecerá abierta hasta
septiembre. Según se recoge en la web de la pinacoteca, estos diez
picassos «son sin duda las obras más destacadas del artista en las colecciones del Kunstmuseum y constituyen diez ejemplos excepcionales de la evolución de su producción, desde el verano de 1906 –su período “ibérico”, previo a las investigaciones que derivarían en el cubismo– hasta las obras libérrimas y un tanto melancólicas del Picasso final, de 1967, conformando así una suerte de pequeña exposición retrospectiva».
El aficionado (L’aficionado) es un óleo sobre lienzo, de 134,8 x 81,5 centímetros, de 1912. fue adquirido n 1925 por el doctor Raoul La Roche al marchante Paul Rosenberg; La Roche lo donó en 1952 al Kunstmuseum Basel.
Para realizarlo se inspiró en una corrida de toros que presenció el 7 de julio de 1912 en Nimes,
donde al artista le gustó, dentro de un orden, Manzantinito y
especialmente el agradable ambiente de la corrida. Tres días después
escribía en una carta a Braque:
«Estos aficionados de Nimes, solo pienso en ellos y he transformado un
cuadro de un hombre, que había empezado ya, en un aficionado. Creo que
quedará bien con su banderilla en la mano, y estoy tratando de darle una jeta bien del Midi».
La transformación de un personaje en otro era «un ejemplo más de lo mucho que le gustaba al manipulador Picasso cambiar la función de una figura mostrando sus signos apenas distinguible de mil formas equívocas», en palabras de Richardson.
Pistas para ver al aficionado
«Leer» esta obra es
más sencillo que otras, por la mayor simplicidad del proceso de
facetación, los signos de identificación y la separación de la figura
del fondo. José Álvarez Lopera,
en su texto publicado en el catálago, ayuda a su lectura: «Pueden
seguirse a la perfección la cabeza, cubierta con el sombrero cordobés, lo ojos, el bigote (realizado
con el peine de hierro utilizado por los pintores artesanales para
fingir la madera y que, en una de sus piruetas imaginativas, ya señalada
por André Salmon, Picasso usa para sugerir el pelo), la boca carnosa, el cuello de pajarita,
el corbatín, la pechera lisa y, más abajo, la banderilla, representada
sin deformar, con un grado extremo de realismo. A la izquierda pueden
seguirse asimismo todos los elementos característicos de la guitarra que
sostiene: las clavijas, a la altura del rostro y, más abajo, las
cuerdas, el agujero circular y el cordal. Y a la derecha queda,
reproducida de forma esquemática, una botella cerrada con un corcho».
Más pistas de Álvarez Lopera: «Las letras pintadas
proporcionan, al margen, un abundante número de claves sobre el
personaje, revelando que se trata de un aficionado a los toros: "Nimes" alude al lugar de la corrida, "TOR", evidentemente al mundo de los toros, "LE TORERO", al periódico de ese nombre, y "MAN", como identificaron Daix y Rosselet, a la bebida que contiene la botella: manzanilla».
«El aficionado», de vertical construcción, muestra también el afán de Picasso de introducir el color tras la fase «monocroma» anterior, con un rostro de tono más oscuro al rosa carne.
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