Los novillos del Parralejo, excelentemente presentados, lucen gran nobleza –como tantas veces– pero varios flaquean.
Abre cartel el valenciano Jorge Expósito,
de Algemesí, todo voluntad: recibe con gaoneras, da muletazos cambiados
y de rodillas, liga derechazos de mano baja. Su estilo es seco, «dice»
poco y falla con los aceros.
Hace seis meses, en El Pilar, hablaba yo de Ginés y Varea con dos profesionales serios. Uno de ellos me dijo. «Pueden ser como Ponce y José Tomás, respectivamente». Nada menos. Salvando las lógicas distancias, no es un disparate.
Encadena naturales
Ginés Marín,
de Olivenza, posee condiciones excepcionales: facilidad, cabeza,
torería, valor. ¿Qué más se puede pedir? Con sólo 18 años, me recuerda a
alguno de los muy grandes, cuando comenzaban. Recibe un puntazo en el escroto,
en su primero, lesionado. El sobrero es el más complicado: tardea,
huye. Los muletazos iniciales de tirón ya demuestran cómo anda con los
toros. Luego, encadena naturales, manda mucho y se tira a matar. ¿Por
qué no le dan la oreja? No lo sé. Al quinto, flojo pero noble, lo torea
de rodillas, disfruta ligando muletazos armoniosos y lo mata bien: oreja.
La competencia es la salsa de la Fiesta
Varea,
de Castellón, más vertical, tiene fuerte personalidad: torea largo y
templado al tercero pero falla con la espada. En el último, muy noble,
logra muletazos de gran calidad; a media altura, levanta un clamor. Y
mata bien: dos orejas.
Sin echar las campanas al vuelo, son dos grandes promesas.
Ginés parece llevar todo el toreo en la cabeza. Varea es menos regular
pero, cuando acierta, entusiasma. La foto de la tarde era la merecida salida en hombros
de los dos. Los aficionados, encantados y divididos en su preferencia:
como debe ser. El camino es largo y difícil pero esta pareja nos
devuelve mucha ilusión. La competencia es la salsa de la Fiesta.
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