Iván Fandiño concluye entre pitos su apuesta torista después de llenar Las Ventas un Domingo
MARCO A. HIERRO
Así agradece Madrid la apuesta de un tío que quiso entregarle a esta plaza el sueño de los que más gritan, convertido en pesadilla dos horas y media después. Con la boca partida salió Fandiño de su gran apuesta, a la que llegó majestuoso y dispuesto para ir perdiendo apostura a medida que la tarde iba haciendo más intenso el gris plomo del chispeante.
Debe acordarse hoy Fandiño de
las tardes en que derramó el corazón en esta arena para irse hoy entre
pitos del desmemoriado embudo que encoge las almas cuando vienen los
aires del revés. Sólo una ovación de bienvenida, de reconocimiento de la
apuesta y de cariño por el bravo vasco que se fue haciendo cada vez más
pequeño a medida que le partían la boca 24.000 barrigas y seis toros,
elegidos para todo lo contrario a lo que signifique gloria. Debe
acordarse Iván de sus tardes de alma volcada y recolección de cariño que
hoy se tornó en improperio en un fulano del 4. Tan fuerte que destempló
al bravo vasco para salirse del tiesto.
Cuando el manso Palha de imposible lidia cerró el festejo sangraba la
boca de Fandiño maldiciendo la apuesta, partida por la indolencia
incomprensible a la que le condujeron las circunstancias. Porque no
valió para el triunfo el buen aire del primero, el de partido de Resina,
que quiso arrastrar el morro para tomarle las telas, pero no guardaba
fondo para repetir los viajes. Tampoco el proceder tobillero del
humillado sobrero que, con el hierro de Adolfo, le puso complicado el
listón cuando peor venían las cosas. Al poderoso Victorino que hizo
quinto para sembrar la esperanza se le partió la cadera para ahogar
cuantos suspiros llamaban a la esperanza.
El Adolfo, de lenta y melodiosa embestida, corto viaje y exigente
proceder, ofreció el tesoro franco para quien se liberase de errores,
pero en una tarde así... A bese lo apretó Iván cuando se asentó en el
platillo y le esperó la llegada, dormida y andando, que sólo se cubrió
de brío cuando llegó a los dominios del enterrado Iván.Apretó el vasco en un vibrante inicio; luego, en un destemple, perdió la muleta Fandiño y, con ella, el secreto para triunfar. Porque exigió mucho pulso, justa distancia que el vasco acortó en demasía y paso perdido para acoplarse al viaje. Y el trasteo se fue diluyendo mientras castigaba el Adolfo hasta el más mínimo error.
Al enclasado colorao de Cebada, con más presencia que poder y fuelle, lo hubiera cuajado Iván de haber entendido al Adolfo, pero se perdió entre el gazapeo molesto, los pegajosos finales y las pérdidas de manos en lugar de centrarse en pulsear la clase. No era de triunfo, pero sí de mejor imagen. Como la que dio con el de Escolar al plantarle la firmeza entre los mentirosos pitones que le partieron la cara. Estos de verdad.
Porque sufrió después Iván los rigores de una plaza que sólo tiene
memoria para premiar lo que quiere, sea o no meritorio lo que recuerda
el tendido. Hoy recordará a un bravo vasco que se olvidó su bravura la
tarde que menos debía, y que estará mascullando maldiciones entre
dientes por hundirse en una apuesta entre la plaza repleta. Esa batalla
sí la ganó Iván el de Orduña.FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Corrida del Domingo de Ramos. Lleno en los tendidos.
Toros de Partido de Resina (de buen aire y escaso fuelle); Adolfo Martín (con calidad y exigencia en los errores); Cebada Gago (enclasado y de fondo justo); José Escolar (mentiroso y defensivo); Victorino Martín (devuelto por descaderarse en el ruedo); Adolfo Martín (quinto bis, reponedor y tobillero); y Palha (manso y desentendido).
Iván Fandiño (gris plomo y oro) en solitario: silencio, silencio, silencio, silencio, división de opiniones tras aviso y pitos.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Corrida del Domingo de Ramos. Lleno en los tendidos.
Toros de Partido de Resina (de buen aire y escaso fuelle); Adolfo Martín (con calidad y exigencia en los errores); Cebada Gago (enclasado y de fondo justo); José Escolar (mentiroso y defensivo); Victorino Martín (devuelto por descaderarse en el ruedo); Adolfo Martín (quinto bis, reponedor y tobillero); y Palha (manso y desentendido).
Iván Fandiño (gris plomo y oro) en solitario: silencio, silencio, silencio, silencio, división de opiniones tras aviso y pitos.
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