Eugenio de Mora rozó la puerta grande fabricando una tarde con retales de Martín Lorca; Víctor Barrio se dejó el alma en dos ovaciones y Pepe Moral estrelló su pureza con dos inválidos

MARCO A. HIERRO
Los sueños tienen la ventaja de que ya se disfrutan cuando se piensan aunque no se materialicen jamás. Los sueños se suelen escurrir de las manos porque se piensa, a veces, que basta con dibujar una sonrisa al imaginarlos para que se queden en la mano, el alma o el corazón. Se suelen escurrir, los sueños grandes, como el agua entre los dedos, porque nadie piensa mucho en que los sueños se pueden fabricar.

Desde el mismo momento en que se abrió de capa con el abreplaza supo Eugenio que la tarde era hoy. Y fabricó el sueño de que así fuera. Poco percal quiso el cuarto, el toro con el que vibra Madrid; cornalón por delante, con las puntas al cielo, el lomo largo y la trana estrecha para que no pese mucho en la veloz carrera que ya enseñó en banderillas. De rodillas en el tercio tiró la moneda Eugenio, siempre para torear, para ofrecer por abajo el fleco y disparar el alma detrás del trapo, como hacen los tipos resueltos. "De rodillas en misa y poco rato", decía el maestro Robles, que en paz descanse. Así, poco rato estuvo Eugenio, pero lo dejó todo claro.

Hubiera valido doble el sueño que vino de Mora y murió en el puñetero pinchazo que no perdona Madrid. Al castaño que abrió plaza le dejó siete verónicas y media para comenzar trabajando el sueño de verse en hombros. No se le entregó del todo a la propuesta medida y seria que viajaba con más verdad de la que dejaba el castaño en los embroques, aunque vibraba Madrid con los remates toreros. Hubiera sido hermoso fabricar el sueño doble, pero hasta lo simple tiene su historia.

Poco pudo saborear un Pepe Moral que recordaba haberlo hecho en el calor del verano, con el mismo vestido que vino hoy a derramar pureza para recibir negación. Ni el descompuesto segundo de cara suelta y a medio humillar ni el deslucido quinto de remisa actitud le permitieron fabricar más que la imagen de un torero comprometido con su idea del toreo; triunfará o no el sevillano, pero sabe cómo fabrica lo que sale de sus telas.
Como lo sabe el veterano que hoy paseó una oreja fabricada y sentida como se sienten los sueños. Hay otra tarde en San Isidro esperando al de Mora. También al de Sevilla y al de Segovia. Tal vez entonces el sueño sea mucho mayor.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Corrida del Domingo de Resurrección. Más de un tercio en los tendidos.
Toros de Martín Lorca (primero,
cuarto y quinto) y Escribano Martín (segundo, tercero y sexto).
Desiguales. de deslucida movilidad el obediente primero; descompuesto y
sin transmisión el segundo; humillado pero sin raza ni fuelle el
inválido tercero; de movilidad emotiva y media humillación obediente el
cuarto; deslucido y sin entrega el quinto; de arrancada corta y vibrante
el manso sexto.
Eugenio de Mora (obispo y oro): ovación y oreja.
Pepe Moral (grana y oro): ovación y silencio.
Víctor Barrio (grana y oro): silencio y vuelta al ruedo tras petición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario