-¿Es la plaza que más le llena?
-Hay muchas plazas en las que me siento a gusto, pero me
gusta torear en Madrid. Quizá sea la plaza que saque lo mejor de mí en
muchos sentidos, tanto artísticamente como en cuestión de entrega.
Siempre me ha entendido, y yo más o menos la he entendido a ella. Ha
existido esa reciprocidad, por parte de la plaza primero y después del
torero, que se siente especial ahí y quiere dar un plus más.
-¿Qué cree que le ha llevado a conectar así con la capital del toreo?
-Imagino que la suerte, pues lo veía muy difícil y casi
inalcanzable, porque es una plaza que históricamente no ha sido fácil
para todos los toreros. No pensaba caer tan bien desde el primer día.
-Ha vivido glorias y fracasos, pero siempre ha regresado a la arena de la batalla.
-No deja de ser una guerra a mi estilo. Cada uno torea como
es. Aunque ha sido una plaza donde he triunfado, he fracasado también,
sobre todo un par de veces... Pero los fracasos, al igual que los
triunfos, son distintos en cada torero. Tú puedes poner muchas ganas en
el regreso a una plaza en la que has fracasado, pero, si en ese momento
no tienes dentro lo que esa plaza espera de ti, es complicado que se le
dé la vuelta.
«Es una plaza flexible, pero no paciente»
-¿Le falta paciencia a Las Ventas?
-Creo que es una plaza flexible a la hora de ver cómo está
un torero, pero no es paciente, no aguanta mucho tiempo si no está bien.
En Madrid son fundamentales los inicios de faena a los toros; ahí
marcas la entrega y la forma de cómo quieres hacer las cosas. Lo decía
mucho el maestro Antoñete y cada vez le doy más valor.
-Cuando se entrena, ¿piensa en toda la temporada o en San Isidro?
-Me pasa al revés: a mí me gustaría mostrarme toda la
temporada como estoy en Madrid. En los entrenamientos, sobre todo los
que entrenamos solos y no tenemos ningún banderillero que nos embista,
pues me parece una putada poner a un hombre a embestirle a otro, hay que
echarle mucha imaginación. En esa imaginación influyen muchas cosas:
tanto recuerdos como cosas futuras que se puedan dar, y muchos de esos
sueños van encarados a Madrid.
-Pues dicen que el mundo se confabula a favor de los soñadores..
-El sueño te puede llevar a poder torear como habías
imaginado. A pesar de estar triunfando, no es fácil hallar el punto que
esperas de ti mismo.
-Se canta y se habla de su fantasía, de su creatividad.
-Aunque no lo consiga siempre... Pero me da mucha vergüenza aburrir al personal.
-¿Alguna vez ha hecho en el ruedo algo no ensayado?
-No, el toreo requiere un conocimiento, aunque se pueden
dar circunstancias especiales en suertes que ya conoces y dominas. Las
cosas que hago las hacían toreros de antes con otro tipo de embestidas,
que a lo mejor eran más difíciles y ellos tenían que aprovecharlas y
estar graciosos con lo que había.
«Madrid me entiende y saca lo mejor de mí»
-¿Ve vídeos antiguos?
-Sí. Mire, yo hasta hace relativamente poco creía que el
toreo moderno era el más perfecto. Y puede ser más limpio, pero
últimamente me atrae mucho la forma de hacer la suerte de aquellos que
sentaron las bases del toreo. Antes veía un vídeo antiguo y valoraba el
arte, la compostura; ahora valoro una intención donde aparece eso que
llaman técnica o conocimiento de la profesión, que me emociona mucho.
Aunque la gente no haya coincidido en el tiempo, cuando lo ve, le seduce
igualmente.
-¿Qué toreros antiguos le atraen?
-Casi todos decimos los mismos y todos podemos verlos en
vídeo. Lo complicado es entenderlos, estudiarlos. Pepín Martín Váquez y
Rafael Ortega tienen cosas de toreros que admiro. Claro, luego hay que
remontarse a Belmonte, a la lidia de ese tiempo... Esa forma de cruzarse
y ofrecer el pecho, para torear puro y de verdad con un trapillo, no
con estas muletas de ahora, es muy emocionante. Me gusta ese concepto de
poderle dar ventaja al toro.
-¿Más belmontista que gallista?
-Depende. Admiro también el toreo en movimiento. Yo creo
que ahora mismo le dices a cualquier chaval que se quede quieto y pega
cinco estatuarios, pero planteas torear por abajo a dos manos y nos
perdemos todos.
El humo del pitillo envuelve
su rostro embebido en el toreo. Habla con temple. Sin prisas. Anda
despacito en la conversación. Como se torea. Antes hemos visitado la
placita de tientas, que no es placita, sino una señora plaza. Manolete preside la chimenea del salón.
«Es que era muy bueno. Me acuerdo cuando de joven me preguntaban quién era mi torero favorito,
y yo decía Manolete, porque su simple historia impacta sin verlo
torear. Y luego lo ves y tiene un sentido del toreo, ofreciéndole unas
ventajas a los toros, que me parece brutal para aquella época, con las
enfermerías que había, con el riesgo que entrañaba que te cogiera un
toro... Y esa forma de andar, esa personalidad y ese aire que daba en la calle y que es ahora tan difícil de tener».
«Un torero sufre por no saber por qué no ha pasado nada»
-Escribamos 13-M.
-¡Mi primera fecha! No miento si digo que es una plaza en
la que yo personalmente pienso todo el año. Lo afronto con la
tranquilidad de saber que me presiono lo suficiente para llegar como me
gustaría. Sin esa presión, sin esa olla que se te forma en la cabeza los
días antes, es muy difícil que tomes conciencia de lo que significa
torear en Madrid.
-¿Estar voluntarioso es un insulto para un artista?
-No me gusta y me veo ridículo, y la gente me lo notaría,
porque en el momento en que veo que algo no lleva camino y me pongo
insistente, lo transmito. Igual que transmito cuando estoy bien. Una de
las mayores cosas por las que sufre un torero es por no ser capaz de
saber por qué no ha pasado nada.
-¿Satisfecho al cien por cien alguna tarde?
-Da vértigo y se pasa en cuanto la superas. Yo veo faenas
de hace dos años que en su momento me dejaron satisfecho y me pido más. O
me pido menos, depende...
«Nací para torear. Es con lo que más disfruto y con lo que más sufro»
-Cuando las palmas y la gargantas de la afición se rompen, ¿también se resquebraja el alma del torero?
-Sí, y estás condenado a padecer el gusto de esa sensación
de por vida. Aunque luego da miedo pensar en el día en que no pueda
torear y solo pueda imaginar lo que he hecho y lo que no.
Talavante, con una preciosa fotografía enfrente de uno de sus hijos, enfoca ahora la mirada hacia el campo,
hacia la finca que condensa orejas y sangre, pero sobre todo emociones.
En su refugio extremeño, en la frontera con Portugal, y a pocos
kilómetros de su casa familiar de Badajoz, transcurre la mayor parte de
su vida. Le gusta la soledad.
«No hay nada que me llene más que torear. Mientras esté toreando, tengo
clara cuál es mi prioridad. Nací para esto y es con lo que más sufro y
con lo que más disfruto».
-En su día a día, ¿pasa más tiempo pensando o entrenando?
-Entreno a mi manera, no sé si es mucho o poco. Desde
novillero sigo un sistema: procuro tener siempre el toreo en la cabeza.
Me genera mucha incertidumbre el hecho de entrenar y una vez que termino
desconectar. Siempre se dijo que había que ser torero dentro y fuera de
la plaza.
-Sevilla no pudo ser o no fue. ¿Qué siente?
-Me hago a la idea de que Sevilla es algo en lo que de
momento no se puede pensar, aunque dé rabia porque como torero tienes
sentimientos. Acertada o equivocada, es la decisión que he tomado.
-¿Nota algún cambio tras dejar a Curro Vázquez y ser apoderado por la FIT?
-Yo estaba bien con Curro, pero sabía que tenía una opción
mejor y me convenció. Soy muy raro, porque las cosas nuevas me
ilusionan, igual que me ilusionó Curro. Y de momento estoy muy contento,
porque estoy plenamente dedicado a mi forma de torear y creo que mis
partidarios lo van a agradecer.
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