Una de las heridas contusiona la yugular y la carótida, de pronóstico muy grave
andrés amorós
El malagueño Jiménez Fortes,
hijo de torero y torera, ha jugado siempre la carta del valor impávido,
vertical, estoico. Ha sufrido ya varios percances graves (uno de ellos,
en el pasado San Isidro, cuando la corrida tuvo que suspenderse por
cogidas de los tres diestros). Sin abandonar esa línea, últimamente
parecía haber alcanzado una mayor madurez:
en Fallas tuvo una seria y buena actuación. No le contrataron para
Sevilla y esta tarde de San Isidro era crucial para su carrera.
Actuación meritísima
En una tarde de mucho viento, que a ratos hacía casi
imposible el toreo, Jiménez Fortes estaba teniendo una actuación
meritísima: había cortado una oreja al tercero y
luchaba, en el sexto, por lograr otro trofeo, que le hubiera abierto la
Puerta Grande. Como prueba de su actitud, a sus dos enemigos los ha
recibido a portagayola. (Además, había quitado por chicuelinas, en el
segundo toro, y por gaoneras, en el quinto). Había logrado ya poner al
exigente público de Las Ventas totalmente de su parte.
Le ha correspondido un lote muy desigual,
con más de cien kilos de distancia del tercero (533) al sexto (640). Su
primer enemigo ha cumplido en varas, flaqueando un poco, pero se ha
movido con chispa. El diestro lo recibe muy quieto, haciendo el poste;
al bajarle la mano, el toro rueda por la arena. Citando de frente,
adelanta la muleta, lo embarca bien, tira de él, logra series por los
dos lados con vibración, pasando algunos apuros. Cuando el toro va
perdiendo gas, la faena remonta gracias a unas bernadinas tremendas,
que sobrecogen al público. Mata con decisión, la petición es unánime y
corta una oreja sin protesta alguna. Su receta ha estado muy clara: el
viento, por fuerte que sea, no puede nada contra el valor auténtico.
La enfermería por la Puerta Grande
En el último ha salido claramente a rematar el triunfo, desde la portagayola inicial al brindis al público. Comienza doblándose bien, el toro se mueve pero pega cabezazos. En un natural, se produce la voltereta y la cornada. La mala fortuna le ha frustrado un éxito que se veía venir.
El resto del festejo ha tenido muy poca historia. El primero, de Fidel San Román, ha barbeado tablas e intentado saltar la barrera, en chiqueros. Uceda Leal se
ha estrellado contra el viento y la mansedumbre del animal, al que ha
matado con su conocida facilidad. El cuarto, corto y rebrincado, le
permite un discreto muleteo, con oficio pero sin vibración. Esta vez, se
atranca con el descabello.
Tampoco ha conseguido brillar el mexicano Diego Silveti,
de tan ilustre dinastía. El segundo es blandito pero cabecea. El
diestro está voluntarioso, logra algún natural pero se suceden los
enganchones y desarmes: no ha conseguido imponer su dominio. En el
quinto replica por el mismo palo
(gaoneras) por el que ha quitado Jiménez Fortes. Muestra su voluntad en
muletazos vistosos; clavando en la arena el estoque, arriesgadas
bernadinas. En la suerte suprema, no cruza bien y pasa varios momentos
de apuro.
Postdata. Suelen
decir los taurinos que, para ser torero, hacen falta tres cualidades:
valor, valor y valor. Jiménez Fortes ha demostrado, esta tarde, que las
posee de sobra. Deseamos todos que se recupere pronto.
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