Abellán corta una oreja y a Fandiño se la niega el presidente con una seria corrida de Parladé
Subrayo dos datos numéricos: Abellán y Fandiño van a portagayola
en sus dos toros (su disposición es evidente). Otra cosa peor:
escuchamos cinco avisos (es la moda actual de las faenas demasiado
largas).
Los toros de Parladé
han sido mejores que los de la Feria de Abril: serios, con movilidad,
manejables, justos de fuerzas; destacables, 4º y 6º. Abellán ha cortado
una oreja, en su primero, y ha rozado el triunfo grande. Fandiño se ha
reivindicado en el último, a costa de una voltereta. Perera no ha tenido
fortuna.
En esta nueva etapa, Miguel Abellán está mostrando mayor madurez, a pesar de haber sufrido varios percances. En el primero, manejable, después de ir a portagayola, brinda a don Máximo,
el cirujano, se muestra asentado y firme, saca algún natural suave,
metido entre los pitones de un toro algo rebrincado: faena meritoria de
un diestro maduro, hecho. Sobra la última tanda, como tantas veces. Mata bien y corta una oreja,
protestada por el Siete. Vuelve a portagayola en el cuarto, que resulta
el mejor de la corrida. Se aplaude mucho al picador Jabato. El público
está con Abellán, que embarca bien al toro por la derecha, sin estrecharse,
algo retorcido; por la izquierda, la faena baja y mata a la segunda. Ha
tenido una buena tarde, sin redondear el gran triunfo. Me dice un
vecino: «No le para a este Abellán / ni siquiera un huracán».
Volvía el triunfador
La atención se centra en Perera, triunfador indiscutible del pasado San Isidro. En el segundo, que flaquea, apenas logra sujetar el capote. Saluda Joselito Gutiérrez por
un par comprometido. En medio del vendaval, logra buenos derechazos, de
mano baja, muy mandones, alargando la embestida. Se muestra muy firme, me parecen injustas algunas palmas de tango. Una pega: la pierna contraria retrasada,
como hoy es habitual. Otra: suena un aviso antes de entrar a matar.
Para mí, son dos vicios de la actual tauromaquia. Mata de un gran
espadazo. El quinto es el más flojo de la tarde: por el viento, Fandiño
se lleva un buen susto, en su quite por chicuelinas. El toro va suave pero transmite muy poco. Repito lo de otras veces: un torero tan poderoso
como Perera necesita más toro. Por eso, algunos se fijan y le afean su
colocación. (Con un toro de Adolfo Martín, eso no pasaría). El vecino me
dice otra aleluya: «Como no existe emoción, / surge ya la decepción». Y
falla con los aceros.
Le salió mal el gesto de los seis toros en Las Ventas a Iván Fandiño y
acusó el lógico desencanto, en la Feria de Abril. Necesita mostrar
cuanto antes que no ha perdido su habitual ánimo. El toro flaquea,
embiste con algo de genio. El diestro se justifica por su actitud decidida pero
la faena no remonta. En el último, levantado de pitones, hace el
esfuerzo, liga derechazos, traga en las bernadinas. (Apostilla mi
vecino: «Con voluntad y corazón / sí se logra la emoción»). Pincha en
hueso y queda conmocionado, el toro tarda en caer, suenan dos avisos, no se concede la oreja pero está claro que Iván intenta recuperar su sitio.
Con voluntad indudable y desigual fortuna, los tres diestros han cambiado el título de la película: han hecho «lo que el viento les dejó».
Postdata. En
«El santo de la Isidra», de Arniches y López Torregrosa, cantan un
pasacalles que adapto: «Alegre es la jornada / y hermoso el día,/ con
corrida de toros / y romería. / ¡Vamos allá! / Si no triunfa un torero /
otro lo hará». Años después, apostilla «Don Manolito», de Sorozábal:
«¡Viva Madrid, que sí, que sí, / do re mi fa sol la si do re mi».
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