Pepe Mata
Este lunes 29 de junio se recordará como un LUNES NEGRO… por las flagrantes violaciones al marco legal, por la irreverencia a la tradición, por la falta de respeto de los propios toreros, Esaú Fernández y Sebastián Ritter, así como por el incumplimiento del empresario de Cutervo, y una indolente autoridad que permitió todo; y así han pisoteado todos con singular alegría, sin tasa ni medida, a la grandeza de la Fiesta.
Como en toda actividad inmersa en un Estado de Derecho, existe un contrato de prestación de servicio que se hace, en este caso, entre el empresario y por otra parte con el torero, esto es… la Empresa y el Contratado.
Fundamentalmente, la empresa se obliga a tener dos toros para ser lidiados y estoqueados por el contratado; y este último, se obliga, por consecuencia necesaria... a lidiar y estoquear dos toros.
En caso de incumplimiento de alguna de las dos partes, por supuesto, que se dará paso a las acciones legales correspondientes.
En este caso concreo la empresa INCUMPLE al sólo tener, para el torero peruano, un toro… ¡SÍ! UN TORO, e intentar obligarle a torearlo, cuando bien sabe que es contra lo acordado legalmente.
¿Por qué la empresa no trató de obligar a alguno de los otros dos toreros extranjeros a que lo torearan?
¿Por qué se fue ofensiva y humillantemente contra el torero nacional?
¿Por qué la autoridad no obligó a la empresa a traer el toro que faltaba?
Como resulta lógico, el señor Francisco Céspedes,
ungido en la dignidad personal, no se iba a rebajar como torero y,
sobre todo, como ser humano a ser objeto de un incumplimiento legal, al
margen de la REPROBABLE HUMILLACIÓN de la que estaba siendo objeto; y de la que son cómplices todos los que participaron.
Se entiende que la empresa de Cutervo,
como una plaza de primer nivel, debe tener no sólo los seis toros de la
ganadería titular, sino los sobreros… reservas, para que en caso de un incidente, como el que en esta ocasión sucedió, sustituyan al toro que faltaba.
Pero…
… pero, ¡no!
Y con gran dignidad, como tiene que ser en estos casos, el torero peruano, Francisco Céspedes, no asistió al festejo porque la empresa había violado flagrantemente el contrato.
No obstante, lo peor, si cabe…
… sí, si cabe, fue que los toreros Esaú Fernández y Sebastián Ritter, se prestaron a ser actores fundamentales de una vulgar parodia,
con el permiso de una ireverente autoridad; rebajando el rito y
pisoteando la liturgia del arte de la tauromaquia, al transformarlo en
una charlotada, que ningún torero cómico lo habría hecho por sentido
común.
Pero…
… pero, ellos ¡sí!
¡Qué vergüenza!
¡Qué absoluta vergüenza!
¡Qué absoluta, inadmisible y reprobable VERGÜENZA!
Si el público no había reflexionado en
esto, alguien le tiene que conducirlo a la meditación y a la luminosa
verdad; y es deseable que tanto Esaú como Sebastián visiten la edificante autocrítica, y estén en este momento disculpándose, primero, con ellos mismos por faltarse el respeto, e inmediatamente, con su compañero Francisco Céspedes al haberlo humillado sin ninguna contemplación.
Peor que los animalistas, todo nos lleva a concluir... son alguno de los propios taurinos...
... aquí este caso tan lamentable como reprobable.
Dios los crea y el diablo los junta.
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