El matador de Gerena corta la única oreja con el mejor toro de una impresentable y desfondada corrida de Adolfo Martín; el riojano cosecha dos ovaciones auténticas de Madrid; Sebastián Castella resuelve con valor con el peor lote
ZABALA DE LA SERNA
Madrid
Decíamos ayer: si toros como 'Distante' de Victoriano del Río portan divisa torista no se protestan. Verbigragracia: 'Mulillero II' de Adolfo Martín. Mismos parámetros: mucha cara y cuerpo chico. Silencio. Como ha escrito Ilián en 'Marca', en Madrid ya no se protesta el trapío sino los hierros. Filias y fobias de la radicalidad.
Según para quién, también. Las verónicas broncíneas de Diego Urdiales desprendieron un empaque monumental por el lado derecho. Una hondura que volaba más allá del embroque. Ganado el paso, genuflexo por el izquierdo por lo cruzado que se venía el toro. La media verónica en los medios tuvo sabor añejo. No le sobraban las fuerzas al adolfo. Tampoco la guasa mirona. Una mezcla difícil para caminar sin toques. El riojano se sacó al cárdeno apenas sangrado con un molinete al paso.
Amagaba la arrancada al cuerpo del torero. Como un guanteo de prueba el inicio. Hasta que Diego Urdiales decidió poner las cosas en su sitio. Y tragó derechazos que impactaron por la emoción.
Otros por la estética. Valiente en todos ellos. A pulso una tanda de naturales resuelta con una trincherilla de bramido. Pisó terrenos de fuego. De nuevo en redondo el pecho ofrecido al pitón contrario. Torería entonces, en un cambio de mano y en el broche de despedida. Media estocada sólo. Tendida y sin muerte. Y dos descabellos. No hubo premio mayor que una atronadora ovación.
Castella no quiso saludar la suya de recibimiento como triunfador de la feria. Debutaba con los adolfos como un gesto superior, ahora ya con la gloria en el esportón. De haberlo sabido... Una tabla de planchar salió como un cinqueño que buscó las vueltas al caballo con instinto de sabérselo todo. Ya se quedaba por debajo en los capotes. Lo mismo en la muleta de 'Le Coq'. Tobillera la prenda de Adolfo, de no pasar. Ni empuje ni querer. Auténtico Sebastián. Algunos pagaban con el torero la mierda de toro.
A portagayola marchó Manuel Escribano. Como si no le viera, el toro de Adolfo lo rodeó. Tremendo el aguante del sevillano, que libró la larga girando sobre su cuerpo. O por los estrellones en los burladeros, o porque venía así de serie, rozó el pañuelo verde. Ni fortaleza ni atisbo de raza. Moruchos los topetones frenados y frentudos. En el testuz anunciaba su condición. Escribano cumplió valeroso con los palos y la muleta; con la espada fue otro cantar.
Diego Urdiales apareció de nuevo para tapar un poco con su torería la adolfada. "¡Hay que dar de comer a los toros, ganadero!", le gritaron desde el '7' con cariño. Urdiales se encajó y dibujó una serie de categóricos redondos al mansito, humillado todavía con sus palas vueltas. Un cambio de mano y otra tanda que desembocó en el más lento derechazo de 28 días, un parón al tiempo. Inmenso como la trinchera. Se aburrió el toro desengañado y se soltaba de la muleta descolocando al torero. Enfrontilado a izquierdas y embrocado a derechas, metido en tablas para dibujar la última joya de La Rioja despaciosamente. La estocada que antes no se produjo sucedió ahora con contundencia. La plaza se volcó en una de esas ovaciones del 'Madrí' verdadero que revaloriza a un torero.
Valor otra vez de Castella con un quinto muy bajo, cercano al enanismo, y descarado. Si en las dobladas lo esperó, el resto de la faena fue la constatación del desfondamiento. Ni suma ni resta el galo a su San Isidro de órdago a la grande. Pero calibre la espada, matador...
Escribano se postró a portagayola 'again'. Los pitones veletos del feote sexto le pasaron rozando. Levantado del piso y degollado, sería a la postre el mejor con todos sus matices. Le pegó un arreón con los palos que le hizo perder las zapatillas en la carrera. No le volvería a coger de improviso en los siguientes pares de arrojo. Mas lo esperó en el tercero, y Escribano forzó hasta querer reunir con la querencia a la espalda. Un error que casi le cuesta caro. Pidió un par más. Muchos redaños, por resumir.
Se puso el tipo con la izquierda también conectado con la galería. El toro descolgaba en el tramo inicial del natural. Y para apurarlo se enfrontiló a pies juntos. A los vuelos y suave el cite. Efectiva la manera de venderlo todo de Manuel Escribano, que también cuenta. Medida la faena. Lo mató por arriba y se embolsó una oreja del nivel de otras muchas de la feria.
FICHA DEL FESTEJO
- Monumental de las Ventas. Jueves, 4 de mayo de 2015. Vigésimo octava de feria. Lleno de "no hay billetes". Toros de Adolfo Martín, mal presentados, vareados, estrechos, sin trapío, tras sus caras armadas, el morucho y topón 3º ni eso; sin poder y mirón el chico 1º; tobillero y sin pasar el flaco 2º; mansito y desentendido el 4º, que humillaba; parado el enano 5º; el zancudo 6º fue el mejor con todos sus matices.
- Diego Urdiales, de azul marino y oro. Media estocada y dos decabellos (saludos). En el cuarto, gran estocada (saludos)
- Sebastián Castella, de malva y oro. Pinchazo y estocada trasera y atravesada. Aviso (silencio). En el quinto, pinchazo, media estocada caída y descabello. Aviso (silencio).
- Manuel Escribano, de verde botella y oro. Cuatro pinchazos y estocada (silencio). En el sexto, estocada honda pasada (oreja).
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