viernes, 5 de junio de 2015

FERIA DE SAN ISIDRO 2015: Victorino y El Cid se suicidan de la mano


A la llamada de los clarines del miedo, El Cid se presentó en el ruedo con una determinación de legionario. La determinación de quien pisa firme. De nazareno y oro para afrontar el reto con el que marcó un hito en Bilbao, siete años atrás y seis victorinos para la historia. Nadie nunca había afrontado el gesto por partida doble. Ni siquiera los cinco toreros que conquistaron Madrid con el hierro de la A coronada: Andrés Vázquez (1970), Ruiz Miguel (1986), Capea (1988), Roberto Domínguez (1989) y Manuel Caballero (1998). Alejandro Talavante (2013) contó como borrón en tarde de viento inclemente.

El verdadero reto, o el reto añadido, se encontraba en su interior, en la superación del hombre en sus horas más oscuras. Manuel Jesús Cid ya no es El Cid de las negras arenas de Vista Alegre, ni el que en Albacete saltó a la titularidad de todas las ferias con aquella extraordinaria corrida de Montalvo, ni el de las cuatro Puertas del Príncipe, ni el de las tardes inolvidadas de Madrid con toros para refundar la cabaña brava entera. No lo es desde hace años. Ni su sombra.

La idea de curar el vértigo poniendo a un hombre en la cuerda floja tomó cuerpo. Victorino Martín la sujetaba por ambos extremos. Pero sus criaturas tampoco responden con lealtad a los infalibles parámetros de los 90, cuando las plazas se llenaban a su reclamo porque no erraba un tiro. Torease quien torease. A Victorino ya nadie le quitará a estas alturas haber sido el ganadero más importante y taquillero de los últimos 50 años.


La memoria de Las Ventas funciona todavía. Y ovacionaron a El Cid como una palmada de aliento, reconocimiento y cariño. Los hechos se fueron precipitando desgraciadamente como algunos presentíamos. Pero en los albores de lo que llaman 'encerrona', y que aquí adquiría su verdadero significado, aún palpitaba la esperanza en los corazones puros. Un victorino bajito y cinqueño de armoniosa seriedad abrió el elenco de diferentes hechuras, remates y seriedades de la cosa. Pronto El Cid se hizo presente aparentemente seguro. El toro echaba las manos por delante y la cara por arriba en el capote. Su punto distraído se transformó en celo en cuanto atisbó el caballo. Alcalareño cortó por dos veces el viaje embalado. Probablemente sería la mejor intervención de un peón en toda la nefanda corrida. Falló el piquero y le marcó el segundo puyazo casi en la culata...

El Cid brindó a la hija de Fausto, uno de los líderes del '7' que falleció el pasado invierno, reconocido en toda la plaza por su grito hacia los toreros de "¡estás fuera!". Hay detalles que definen a un hombre. El tendido se lo agradeció de veras para los restos. 

En un principio el victorino pareció embestir aun sin terminar de humillar y además con un tranco generoso de más en la derecha de El Cid. Mas fue un espejismo. El cinqueño se empezó a aburrir en la siguiente tanda diestra. Así que El Cid le propuso la izquierda. Enganchó los naturales de inicio antes de que El Cid le vaciase con pulso por abajo uno enorme, como un reflejo del pasado, y un inmenso de pecho. Fue todo. Ya no hubo más con la embestida parca y sin calidad. Un horrible metisaca en los bajos le dio 'mulé'.

Y desde entonces la cuesta abajo se inclinó con una verticalidad terrible. Nadie protestó el vareado segundo, un cardenito claro sin culata ni poder y mucha guasa. Guasita al lado de los que saldrían luego. Tremendamente incómodo para El Cid, por su forma de hacer hilo, gazapear de una manera pegajosa... Cid pajareó sin encontrar solución ni en unas dobladas ni en un macheteó que no se produjeron. 

Brindó al público al más serio y veleto tercero, que se cobró un puyazo en la querencia y se soltó. En la contraquerencia se durmió bajo el peto. Cid le dio distancia para... quitarse. El victorino humillaba con una dormidera intensa y sosa, cada vez con menos recorrido.

Cuarto y quinto traían unas hechuras más altas y un comportamiento infumable. El caos se apoderó de las (supuestas) lidias. A la caza y a la espera de los banderilleros. Pasadas en falso, esfuerzos baldíos y el pánico. Pirri, que le echó vergüenza torera para al menos dejar un palo, se llevó una cornadita de 15 centímetros en la axila. El Cid miraba el espectáculo como si no fuera con él... La lidia a la deriva.

Imposible el papelón en la muleta. Las alimañas de Victorino no eran así. Mentira. Daban opciones aun en su encastada revolución tobillera. No esta mansedumbre avinagrada. El quinto se ponía directamente por delante. La velocidad del fracaso se aceleraba. El sexto no mejoró nada. Otra prenda. Cid volvió a abreviar con la derrota clavada como una estaca en el corazón.

Los tendidos habían entrado en gresca tres toros atrás. Y como despedida salpicaron el ruedo de almohadillas. La prolongación de una bronca atronadora. Triste, y previsible, final. Una hora y cuarenta y cinco minutos. La brevedad de una muerte anunciada, lo que se tarda en morder una cápsula de cianuro. Gótico 'the end' para la historia de amor de Victorino y el Cid. Un suicidio de la mano. Cada uno es dueño de su destino.

FICHA DEL FESTEJO

  • Monumental de las Ventas. Viernes, 5 de junio de 2015. Vigésimo novena de feria. Casi lleno. Toros de Victorino Martín, de diferentes hechuras, remates y seriedades; bajó mucho el vareado y gazapón 2º; infumables 4º, y los muy altos 5º y 6º; el 3º humilló pero se apagó en su sosería; el hechurado cinqueño 1º sin terminar de humillar careció de final; sin fondo, mansos, malos.
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  • El Cid, de nazareno y oro. En el primero, metisaca en los bajos (silencio). En el segundo, media estocada (silencio). En el tercero, estocada baja (silencio). En el cuarto, estocada atravesada y dos descabellos (silencio) En el quinto, media estocada y tres descabellos (pitos). En el sexto, media estocada y descabello (bronca de despedida).

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