Los prohibió en San Sebastián, pero nunca ha puesto pegas a la Fiesta en esta localidad
josé mari lópez
andrés amorós
Azpeitia está situada en el mismo corazón de la provincia de Guipúzcoa,
a unos 40 kilómetros de San Sebastián, en un entorno bucólico, junto al
río Urola y el macizo rocoso de Izarraitz. En euskera, su nombre
significa algo así como «peña de abajo». Fundó la ciudad, en el siglo
XIV, el rey castellano Fernando IV. Es un centro de industria maderera y
es famosa en el mundo por ser cuna de uno de los vascos más
universales, San Ignacio de Loyola.
Hoy mismo, es la base para un itinerario turístico: se visita la
casa-torre medieval donde nació el santo y, a un kilómetro del casco, el
santuario, barroco, con una gran cúpula, construido en los siglos XVII y
XVIII por arquitectos tan ilustres como el italiano Fontana y nuestro
Churriguera. Ayer, festividad del Santo, se abrió el Año Jubilar
del Camino Ignaciano: recuerda la peregrinación de San Ignacio desde
Azpeitia hasta Manresa, que dio lugar a sus Ejercicios Espirituales.
Tradición milenaria
Las raíces taurinas de Azpeitia son muy profundas. Hace un
año, Itziar Reyero, en estas mismas páginas, recogía una declaración:
«Aquí hay una tradición taurina milenaria y nadie la cuestiona». El que
la califica de «milenaria» no es un apasionado taurino sino un alcalde, de Bildu.
En las últimas elecciones, Bildu conserva la mayoría: el 52% de los
votos y 10 concejales (sólo se acerca el PNV, con el 41% y 7
concejales). En la cercana Cestona, se convocó hace poco un referéndum y
el pueblo dijo sí a los toros.
Tenemos noticias de un festejo taurino, en Azpeitia, en la
visita del Rey de Castilla, ya en 1518. (Un ejemplo más de lo que está
demostrando Gonzalo Santonja: estas fiestas con muy anteriores al siglo XVIII). Hoy mismo, además de las corridas, tienen gran éxito popular la desencajonada
(fue el pasado día 28), el concurso de recortadores y la vaca ensogada
(en vasco, «soka muturra»), común a tantos pueblos de España. Los niños juegan al toro y recortan becerros... Los encierros y recortadores los organiza la Asociación Zezen Beltz («Toro Negro»).
Beneficios para Cáritas
La actual Plaza de Toros ha celebrado hace poco su
centenario: fue inaugurada en el 2003 por Llaverito (que sustituía al
herido Cocherito de Bilbao). Su aforo es de 4.000 personas (en
una ciudad de unos 14.000). Está situada en un marco idílico. Es de
propiedad municipal; la gerencia está en manos de una Comisión Taurina.
Los beneficios, si los hay, se entregan a Cáritas. Una peculiaridad
propia de esta Plaza es que, al matar el tercer toro, la Banda
interpreta el Zorzico del maestro Aldalur, en recuerdo de un torero de Deva, José Ventura, «Laca», que murió en 1846.
Azpeitia es una Feria torista:
primero, se compran los toros, de importantes ganaderías; luego, se
contrata a los toreros. (Igual que sucede en Pamplona). Han toreado aquí
diestros de la categoría de Esplá, Joselito, Ponce, El Cid, El Juli,
Juan Mora... Este año, se lidian reses de divisas «duras», como Cuadri, Ana Romero y Pedraza de Yeltes.
Con esos toros, no sorprende que no acudan las figuras (ninguno de los
apoderados por la FIT). De los nueve matadores, hay que subrayar la
presencia del triunfador Juan del Álamo y de Alberto López Simón, la gran revelación de la temporada, por sus éxitos en Madrid y Pamplona, al que todavía no se le ha dado el cartel que merece.
La filosofía de Azpeitia la resume Joxin Iriarte, el presidente de la Comisión Taurina: «Aquí, el alma es el toro. Si hay toro, hay espectáculo;
y, si hay espectáculo, hay público. La Feria crece porque el cliente se
ha fidelizado». Tiene razón. La seriedad y la exigencia es lo que la da
prestigio: por eso acuden a ella aficionados de toda España y Francia.
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