Torero francés afincado en Sevilla, hombre solitario que ha vuelto al corazón de Madrid con un triunfo sonado. Otra vez tocar la gloria, 30 cornadas después.
Sebastián Castella |
A sus quince años de alternativa, Sebastián Castella se ha encontrado con el éxito apabullante de volver a abrir la cotizada Puerta Grande de Las Ventas. Un paso más en una temporada de altos vuelos. Es francés, afincado en Sevilla, solitario y de personalidad controvertida. El próximo 16 de agosto no será una tarde más. Se encerrará en solitario con seis toros en El Puerto de Santa María. Y lo hace gratis. Asedown (asociación de síndrome de Down) será la beneficiaria de los ingresos. Dos gestos en uno y una cuenta atrás en esa tensión de anunciarse en un solo. A pesar de que estamos en plena temporada de la piel taurina y en tiempos convulsos, saca hueco para conversar. Lo hacemos largo y tendido; hay mucho de que hablar.
– ¿Qué le lleva a jugarse la vida?
–El amor por la profesión.
–¿Y no hay límites?
–No hay límites, porque uno se está buscando siempre.
–¿Y buscar la paz?
–No se busca, porque no he conseguido todo lo quiero.
–¿Y cuando lo consiga?
–Siempre habrá algo más, por eso el toreo es tan grande y tan mágico y a los toreros nos cuesta tanto decir adiós.
–¿Cómo es hacer el paseíllo en solitario?
–Pues se viven los dos polos opuestos. El reto de torear seis toros es una responsabilidad muy grande, pero por otro lado de los seis tiene que embestir alguno y el que sea será para mí. Además, es un doble gesto porque es una corrida a beneficio de Asedown (Asociación Síndrome de Down de Sevilla y Provincia). No era fácil encontrar una asociación u ONG, y mira que las personas que tienen dificultades no miran de dónde viene el dinero, pero los directivos sí. No sé, es como si el dinero del toro viniera de la droga; es mi manera de ganarme la vida y la de ayudar a los demás.
–¿Y entonces?
–Pues que el mundo del toro es querido y respetado por muchos y hay gente que no y ésta hace mucho ruido y suena más.
–¿Qué teme?
–Espero llegar en plena condición. Toreo todos los días previos y al día siguiente. El mayor miedo es que los toros me dejen sacar lo que llevo dentro.
–¿Cómo ve el panorama?
–Veo que estamos en una situación delicada y hay que arrimar el hombro desde todos los sectores. La Fiesta se ha visto afectada como la economía y poco a poco va creciendo. Y hay una realidad en el toreo: hay más gente joven que nunca: mira los vídeos de los 70 y 80 incluso antes y no había tanta juventud.
–¿Sufre mucho un día malo?
–Anímicamente afecta mucho, yo quiero pasarlo con mi familia, los buenos y los malos. Cuando uno llega a casa es más fácil desconectar de lo que te preocupa.
–¿Se acerca mucha gente al calor de la figura del torero?
–Tu carrera pasa por muchas etapas a lo largo de los años. Unas buenas, otras malas y algunas peores. He pasado por todas ellas y sé quién se acerca por el interés y quién está ahí de verdad.
–¿Se nota la habitación del hotel más llena después de un triunfo?
–Mira este año fue por una casualidad porque tenía una cena en la embajada y estaba allí la gente esperando, pero la realidad es que a la habitación no subió nadie el día de la Puerta Grande de Las Ventas. Y como soy tan raro, Manuel, mi apoderado, me decía «esta no parece que sea una tarde de triunfo». Ese día fue casualidad, pero es más importante que estén cuando no pasa nada.
–¿Tiene tiempo para las vacaciones a estas alturas del año?
–No, mejor cuando se termina la temporada y todo el mundo vuelve al trabajo. Hay años que me he ido y no me ha ido bien.
–¿Qué hace las horas antes de torear?
–Me gusta estar solo en mi habitación y a oscuras. Disfruto al estar a solas con el miedo. Tú estás en un lado y él en el otro intentando ganarte la pelea.
–¿Y qué ocurre con él?
–Que cuando te pones el traje de torear se tiene que quedar ahí.
–¿Le gana siempre la batalla?
–Siempre no se la habré ganado, pero muchas veces sí.
–¿Pasan factura las casi 30 cornadas?
–Tienes que cuidarte, pero la medicina y la fisioterapia nos ayudan mucho. Yo me cuido, no soy un loco, si tengo que estar cuatro meses sin beber lo hago, pero también hace falta pegarse una fiesta cuando toca.
–¿Se dejan de temer a las cornadas?
–Yo tengo pavor a las agujas, más que a la cornada en sí.
–¿Es supersticioso?
–Maniático, diría yo. Pero van y vienen, porque como te pongas a sumar manías te vuelves loco.
–¿Cómo se vive la Puerta Grande de Las Ventas?
–Cada una ha sido una gloria, pero la última fue la más emocionante. Cada vez las cosas son más difíciles. Tuve la suerte de encontrarme con ese gran toro que fue «Jabatillo», pero había que torearlo. Era uno de esos días que no puedes fallar y no fallé.
–¿Suenan los olés igual en todas las plazas?
–No, son todos distintos. Y el de Madrid es incomparable. El de Plaza México es tremendo, pero en Las Ventas es ronco, es como un rugido.
–Es francés, pero afincado en Sevilla. ¿Tiene el corazón repartido?
–Soy francés de pura cepa y la bandera de Francia la llevo por todos los sitios, pero es verdad que en España se vive muy bien y afortunadamente el toro no pide pasaporte.
–¿Qué traería de Francia a España?
–Nada. Cada país tiene su forma de hacer las cosas y creo que así hay que dejarlo.
–¿Se ha sentido agredido como matador de toros?
–A diario. Con faltas de respeto en Instagram por ejemplo. Yo acepto los comentarios de un antitaurino sin problemas, pero siempre que sea respetuoso.
–¿Qué está pasando en la actualidad con la Fiesta?
–Es todo política. A los animalistas les puedo entender en parte, a los ecologistas no. En el toro el medioambiente está cuidado de una manera excepcional. Entonces ahí, como en la política, entran los intereses.
–¿Se ve sin torear?
–Ahora no, aunque sé que no voy a estar toda la vida. Si me preguntas hace ocho años te hubiera dicho que mi carrera iba a durar cinco, porque me jugaba mucho y me cogían mucho los toros y no veía yo salida a esto. Pensé que se me iba a ir el valor.
–Pues va a cumplir los quince años de alternativa ya.
–Sí, pero soy honrado conmigo y con la profesión: cuando no sea capaz de jugarme la vida, me iré.
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