Memorable faena del matador riojano, que corta las dos orejas a un gran toro de Alcurrucén, y suma otra más con el primero para salir por la puerta grande en olor a torero; Castella resuelve con la espada una actuación desordenada y desigual; Perera no tuvo suerte con el peor lote
ZABALA DE LA SERNA
Bilbao
Escribía yo que ya no se entienden las Corridas Generales sin la tarde de sabor de Diego Urdiales, que no había fallado en los últimos siete años su gota de clasicismo, la nota de lo distinto. Como diferencia a las temporadas anteriores, la ganadería talismán de Bilbao: Alcurrucén. Y como distinción 'Favorito', un castaño engatillado, el privilegio del temple y la humillación. Y entonces la gota de Diego fue la lluvia hembra que cala las almas, y el mar de lágrimas por el toreo vertido, tantas veces soñado, tantas otras añorado.
La faena de Urdiales desprendía lecturas añejas en cada muletazo, en cada derechazo dibujado con la cintura y sentido en el pecho. Porque en ellos nace y muere el compás. Diego se hundía y acariciaba a 'Favorito' con los flecos, y palpitaba el clasicismo imperecedero con un gusto descomunal. Todo cobraba sentido, la pureza líquida, los espejos en los que bebió el toreo, la izquierda cimbreada que parió la lentitud, la parsimonia y un cambio de mano de zurda a diestra grabado a fuego en las retinas. De cadera a cadera el toreo, como dice Curro. Un reloj de arena interminable en su muñeca. Los redondos que caían con cadencia de hoja de otoño, el otoño que ya viene. Se cortaba el aire cuando Diego Urdiales se acercaba a la barrera a por la espada, y cuando volvía con ella, y cuando esculpió trincherillas de soberbia torería. La plaza rugía. Siguió rugiendo callada con Diego Urdiales perfilado. El pulso se paraba. ¡La estocada fue! La estocada, ¡qué estocada! Matías asomó ante el griterío los dos pañuelos a la vez. Por si había dudas. Y ahora las lágrimas fueron de Diego, que se había vaciado en un mar de toreo, derramando esencias, aferrado a la gloria. La ovación unánime oiría 'Favorito', otra cumbre de Alcurrucén, como la de Jabatillo en San Isidro pero de otra forma y otro modo. Una oda para la eternidad la de Urdiales y 'Favorito'.
Había pisado Urdiales moqueta en cartel de gala con un castaño careto de astifina belleza y huidiza salida, propia del encaste. Costó fijarlo en el capote, finalmente sobre las piernas. Lo que ya no estaba tan en la línea Núñez era la escasa humillación, un derrote permanente. Las dobladas hacia los medios como prólogo de faena sembraron un camino de piezas antiguas. Tras ellas fue como si el tornillazo se hubiera pulido. Diego no se dejó tocar la muleta en redondo. Imprimió fuerza al toque y obedecía el alcurrucén, que aportó importancia con sus aristas. Al natural, de un gancho por arriba, se llevó el toro la muleta. Así que cuajó por la derecha la mejor ronda de la faena, una serie en la que se sintió torero a pesar de que en el cuarto viaje el toro reponía por dentro. Allí en la soledad de los medios se descaró, pasó el pitón contrario, vendió su hacer. Y sobre todo apretó los dientes en una estocada que sonó como un crujido de huesos. Una oreja a ley.
Josele, de la cuadrilla de Sebastián Castella, picó poco al negro y armónico segundo. Poco y trasero. Del último encuentro se piró el toro fugaz. Entre una y otra vara, un quite por chicuelinas de Castella. Ya el alcurrucén se lo pensaba antes de atacar. Como en la réplica por saltilleras de Perera. Y cuando atacaba allá que se lanzaba con todo. Pero sin terminar de descolgar. A 'Le Coq' le sorprendió varias veces con la muleta retrasada. Desde los poderosos doblones de apertura se respiró tensión.
Nada regalaba el toro. Y menos, por el izquierdo. La batalla quedó sin embargo como no resuelta. Ni tuya ni mía. Firme en la resolución con la espada. Las hechuras del quinto con pelo de melocotón apuntaban lo que traían. Una condición superior también. Muy buenos movimientos, descolgado y en son. Castella explosionó la faena con cambiados, y por momentos y por la zurda desarrolló la elegancia. Pero faltó el orden, limpieza de ideas y ejecución en la faena, y por supuesto que el alcurrucén no se rajara. Pero aun así... Sebastián volvió a su seguridad con la espada. Se pidió el trofeo, pero a la petición le faltó lo que a la faena. Un algo.
Los dos toros del lote de Perera se las hicieron pasar putas a su cuadrilla. Juan Sierra solventó con el manso jirón una papeleta. Y Joselito Gutiérrez casi lo mismo con la belleza del burraco último, una pintura. Uno se desentendió por completo y algún recado le tiró a Miguel Ángel de Extremadura. Y el otro se dejó enredar en su decreciente nobleza. MAP le pisó los terrenos, pero no trascendió y la luz se fue apagando.
A hombros elevaron a Diego Urdiales entre gritos de "¡torero, torero, torero!". Urdiales a los altares del toreo eterno, Diego para la eternidad.
FICHA DEL FESTEJO
- Plaza de toros de Vista Alegre. Sábado, 29 de agosto de 2015. Penúltima de feria. Media entrada larga. Toros de Alcurrucén, serios, armónicos y parejos; de extraordinarios temple y humillación el engatillado 4º; de notable aire y final rajado el 5º; sin humillar y con sus aristas el 1º; tardo y nada fácil el 2º; manso y desentendido el más lavado 3º; bueno pero a menos el 6º.
- Diego Urdiales, de rioja y oro. Estocada (oreja). En el cuarto, gran estocada un punto contraria (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.
- Sebastián Castella, de tabaco y oro. Estocada y descabello (saludos). En el quinto, estocada (petición y saludos).
- Miguel Ángel Perera, de pizarra y oro. Estocada rinconerilla (ovación). En el sexto, estocada contraria y descabello (saludos).
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