Los toros de Charro de LLen se
anuncian como atanasios pero creo que son domecqs: manejables pero muy
escasos de fuerza y casta. Toda la tarde he recordado el título de una
vieja película mejicana: «Mientras el cuerpo aguante...» Lo que solemos
ver ahora, en las Plazas es: «Mientras el toro aguante». Cuando se
derrumba o se raja, todo se viene abajo.
Como muchas veces, al Fandi le tocan en suerte los dos
mejores y no se deja nada en el tintero. En el segundo, largas de
rodillas, zapopina, gimnástico tercio de banderillas, más muletazos de
rodillas y un espadazo: oreja. En el quinto, verónicas de rodillas, espectacular
con los palos, faena voluntariosa y desigual, más cantidad que calidad,
pinchazo hondo y descabello: nueva oreja y salida en hombros.
Tampoco es nuevo que a Perera
le toquen los dos peores. Se queda muy quieto en el tercero, flojo y
rajado, hasta que el toro se desentiende y huye a tablas. Lo emborrona
con la espada, que cae baja.
Devuelto por flojo el sexto, el sobrero de
Tapatana (Carlos Núñez, creo) es reservón y deslucido. Miguel Ángel
vuelve a estar firmísimo: consintiéndole, logra muletazos de mérito.
Responde a un grito inoportuno con un importante arrimón, que llega
mucho al público. Mata a la segunda y no se concede la oreja.
El primer toro se deja la poca fuerza que tenía en una
vuelta de campana. Ni Ponce, vestido con un precioso vestido goyesco
color marfil, es capaz de sacar nada de una res que se para a mitad del
muletazo. El cuarto es justo de fuerzas y casta
pero se mueve más. Dibuja buenas verónicas y delantales. El comienzo de
faena es primoroso. LLeva al toro largo y templado, liga muletazos, le
saca todo lo que pueda tener. ¡Y mata bien, como ahora suele! Cuando
tarda en caer, se adorna con torería. Para ser faena grande, le ha
faltado toro. Como tantas veces, ha mostrado su maestría, su buen gusto.
Con 25 años de alternativa, está toreando mejor, con más belleza que
nunca.
Esta tarde, no se le puede comparar con el Goya bronco y recio de tantos grabados
pero sí con el refinadísimo de los cartones para tapices, que parecen
tener la gracia leve de la acuarela: un ejemplo de armonía torera. Eso
sí, mientras estos toros, flojos y de poca casta, aguanten...
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