viernes, 4 de diciembre de 2015

Niño Prodigio

Andrés Roca Rey
Jaime de Rivero - Fotos: Oscar Medrano
Revista Caretas. Perú 

Hace muchos años que en Acho no se sentía tanta emoción y expectativa como la que vivimos el domingo pasado. Un ambientazo para comprobar que Andrés Roca Rey es una promesa hecha realidad, en el marco excepcional de un mano a mano con el Torero de Lima, Enrique Ponce, en la corrida de cierre de una buena Feria del Señor de los Milagros. Todo hacía presagiar una gran tarde de toros, como finalmente lo fue, a pesar del ganado.

El encierro de Roberto Puga, desigual en presentación, cumplió con tres toros bien presentados y otros muy justos. El tercero anovillado y sin trapío fue reemplazado por uno de Caicedo con un poco más de presencia. Los pugas fueron nobles, pero bajos de fuerza, sosos y sin transmisión, salvo el cuarto que se empleó y el quinto que fue bravo. La fuerza es indispensable para lucir otros atributos de la bravura; sin movilidad la gente se aburre y el buen toreo se desmerece. Los toros no me gustaron, pero sirvieron, permitiron faenas de orejas y el público que cubrió los tendidos se fue satisfecho del conjunto.

La tarde la sacaron adelante Ponce y Roca Rey, quienes con su sobrada capacidad y habitual entrega suplieron las deficiencias del encierro. Y aquí reside la dimensión auténtica de sus faenas, porque los dos toreros pusieron lo que a los toros les faltaba.

El que abrió plaza, tardo y sin codicia, llegó parado a la muleta. Nada había por hacer. Al tercero (bis) de Caicedo, que salió suelto y manseando, Ponce lo cuidó y sujetó hasta el tercio final. Ahí con el poderío que lo caracteriza armó una faena limpia sacándole el fondo de bravura. El toro fue a más y Ponce se impuso por derechazos principalmente, pues nada había por el izquierdo. Series cortas, de mano baja, alternadas con adornos, dándole aire al toro y manejando los tiempos para que no perdiera intensidad. Con circulares probó que pasaba para luego instrumentar las Poncinas finales. Una estocada entera pero trasera, redujo el premio a una oreja.

Con el quinto, un bravo colorado que tumbó al caballo, Ponce dirigió la lidia cuidándolo sin dejar que le peguen capotazos ni para colocarlo en suerte para las banderillas. Las primeras series fueron lucidas y coreadas, aprovechando el recorrido y la clase del toro por el pitón derecho. Por naturales punteaba y se quedaba corto, pero igual lo hizo pasar. Faena seria, de peso que bajó de intensidad en el tramo final porque el burel acusó cansancio mientras Ponce insistía para cortarle las orejas. Faena lidiadora de un maestro consumado. Estocada entera que corta orejas, pero el toro tardó en caer y el pedido se redujo a muy pocos, negándosele una oreja de ley. El juez no puede actuar como un autómata reglamentarista, su responsabilidad es resolver y hacer justicia. Tras la estocada hubo pedido mayoritario y algo tan aleatorio como doblar pronto no puede minimizar un triunfo claro.
 
Antiguamente fallar con el descabello no era demérito según Gregorio Corrochano, pero hoy si lo es. Quizá los animaleros nos han convencido que la muerte debe ser rápida para poder triunfar.

Roca Rey, con 19 años, es un torero hecho y derecho con una seguridad impresionante en todo lo que hace delante del toro. Torero largo, con variedad capotera, muleta clara y poderosa, valor a raudales y un pundonor y entrega envidiables. Por si fuese poco, es un gran estoqueador al que no se le escapan las orejas. Posee todo para ser mandón del toreo.

Con el segundo, exhibió su repertorio de verónicas, tafallares y caleserinas ajustadas, pero el toro llegó con poco recorrido a la muleta desluciendo su trasteo. Con el cuarto también se luce de capa. En la muleta el toro tardea, pero con poderío logra meterlo en muleta, repitiendo en series de derechazos muy emocionantes. Faena de poder y cercanías por ambos pitones que ponen la plaza a hervir y que remata con redondos y arrucinas. Una estocada arriba y le conceden las dos orejas.

Con el sexto, manso y huidizo, Roca Rey sacó la raza y el hambre que lleva dentro, se puso de rodillas y lo buscó por toda la plaza. En donde no había, inventó una faena acorde a la condición de su oponente, porque no todas pueden ser de lucimiento estético. Una oreja merecida y la segunda un regalo del juez que no guardó un criterio uniforme ni coherente, desconociendo que un trasteo persecutorio como este no se premia con dos orejas.

Roca Rey obtuvo el Escapulario de Oro por larga mayoría de un jurado en el que, como en ninguna otra feria del mundo, aficionados elegidos por sorteo tienen un peso cercano al 50% de la votación. La faena de López Simón me pareció más completa porque tuvo a un gran toro, Travieso de Daniel Ruiz, al que se le dio el Escapulario de Plata, mientras que la de Roca Rey fue de matador consumado y poderoso con un toro más complicado al que superó largamente. Dos grandes faenas en una elección bajo las reglas de la democracia.

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