lunes, 1 de febrero de 2016

‘Milagro Ponce’




En San Cristóbañ Cortó dos orejas. Una Roca Rey  


Enrique Ponce a hombros con el Capote de Paseo de Hugo José Molina "El Morocho" que lleva bordado la Virgen de La Consolación de Tariba
JUAN RAMÓN ROMERO > San Cristóbal
Fotos Germán D' Jesús Cerrada


Enrique Ponce abrió la Puerta Grande en la última corrida de la Feria de San Cristóbal tras haber cortado dos orejas. Salió en hombros como premio a una lección de las que acostumbra, pues obró el milagro de la multiplicación de las embestidas ante un toro soso. Esa fue la tónica general de una corrida deslucida de Rancho Grande y El Prado a la que Roca Rey cortó una oreja mientras que César Valencia dio una vuelta al ruedo.

Enrique Ponce corrió turno tras devolverse al inválido primero, saliendo una res de bonito pelaje berrendo, capirote y alunarado que parecía buey rociero. Resultó serlo pues salió, se pegó a tablas y montó allí la barra de topazos. Ni un pase admitió ni permitió. Ponce lo pasaportó.


El sobrero colombiano era de hechuras más bastas y apuntó nobleza y cierta humillación pero no se desplazaba nada y más bien era sosito. Con tan pocos mimbres la sabiduría de Ponce obró el milagro de la multiplicación de las embestidas. Y le hizo una faena de elegancia y belleza, de cintura partida y mano baja que aprovechaba los dos-tres trancos de recorrido para quedarse colocado perfecto y poner sentimiento en la expresión. La gente disfrutó de la obra. Mató al encuentro fulminante y cortó dos orejas.


César Valencia es todo corazón. Batalló con dos reses que embestían con la cara por el pecho y al tercer viaje lanzaban puñetazos. No era fácil estar allí tanto tiempo porfiando para sacar partido de tan desclasado material. Muchos pases valerosos pero sin posibilidad de disfrutarlos. Nunca se vino abajo. Debieron concederle la oreja del 5 porque hubo suficiente petición. Hay que verlo con mejores posibilidades. Lo que si quedó claro es que aguerrido es el venezolano.

 
 Roca Rey no tuvo enfrente enemigos para asustar al personal con arrojo ante el peligro, como sucedió el día anterior, pero sí para demostrar que sabe y conoce los terrenos y las querencias de la mansedumbre. Tiró de inventiva en el sexto, combinando tandas de pases cambiados por la espalda y derechazos según el toro iba en la dirección de tablas que le gustaba. Faena larga con la Luquesina incluida, a favor de querencia siempre como no había otra manera. Recursos de madurez y solvencia. La gente entró en la faena y pidió enardecida la oreja. Al respecto del tercero, corramos un tupido velo sobre un animal abecerrado e inválido que fue abroncado por el público.

Plaza de toros de San Cristóbal. Última de la Feria de San Sebastián. Media plaza. Toros de Rancho Grande y El Prado de poca presencia, desclasados y mansos aunque alguno con movilidad. Un sobrero (4) de El Capiro, noblón y humillador pero de muy corto recorrido.
Enrique Ponce, palmas y dos orejas;
César Valencia, silencio y vuelta tras petición;
Roca Rey, ovación y oreja.

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