sábado, 23 de abril de 2016

En la corrida de san Jorge solo faltó el dragón

 Los toros de López Gibaja, serios por dentro y por fuera, dieron opciones a los toreros


Joselito Adme, por alto con el imponente toro - Fabián Simón
Á. G. ABADZaragoza 

Los aficionados aragoneses abren su temporada con la tradicional corrida de san Jorge, patrón de la comunidad. Y al aroma del puro y el toro, fieles también a la cita, los antitaurinos en la defensa de no se sabe muy bien qué intereses, pues ayer mismo entró en vigor el acuerdo municipal de prohibir las charangas en la capital del Ebro, que se suma al de la prohibición de los festejos populares en los barrios zaragozanos. Ni charangas ni el toro en la calle, ese va a ser el legado del gobierno podemita. ¡Zaragoza, salvada de tanta infamia!

Así llegó san Jorge, que en lo taurino no tuvo enfrente a dragón que derrotar, aunque por chiqueros saltaran al ruedo misericorde astados que, si no miedo, sí transmitieron honda seriedad, por dentro y por fuera. Bien armados, bravos en el caballo y con opciones de triunfo al menos tres de los seis ejemplares de López Gibaja, especialmente los tres primeros. Otra cosa es que los de luces los aprovecharan y lucharan con ellos como dice la leyenda que se batió el santo patrón en la batalla del Alcoraz.

El primero, un toraco con más de seiscientos kilos y camino de los seis años. Se le notó todo en una embestida sin definir, que por el pitón izquierdo tuvo profundidad y hasta dulzura. El mexicano Joselito Adame, después de andar intermitente con la mano derecha, ligó una buena serie al natural, que no tuvo continuidad. Demasiados zapatillazos del manito, tanto en este como en el cuarto, mucho más deslucido. Y con el permiso presidencial, Adame, que era el director de lidia, recogió su capote de paseo y abandonó la plaza rumbo a su país para llegar a tiempo al compromiso de Aguascalientes.
El homenaje a Cervantes de Fortes
El homenaje a Cervantes de Fortes- Fabián Simon
Uno de los momentos más intensos lo protagonizó el picador Paco María frente al segundo, otro toro de gran romana y cumplidos los cinco años y medio. Se arrancó alegre al caballo. Lo agarró arriba el varilarguero y el toro empujó con fuerza y bravura. Y lo mismo en un segundo puyazo con el público entregado. Lástima que no hubiera continuidad en los tercios siguientes, si bien el de Gibaja embistió con codicia. Del trasteo un tanto insulso de Juan del Álamo destacó una buena serie con la mano izquierda, antes de que el toro se rajara o se aburriera. El quinto pedía las credenciales una y otra vez al salmantino, que no pasó de voluntarioso.

No desperdició un quite Fortes, que se fue a brindar la faena del tercero con un libro del Quijote en la mano, que dejó en el centro del ruedo junto a unas flores. El homenaje cervantino y cultural tuvo la respuesta torera en una templadísima serie por el pitón derecho. Ese acople no siguió en una faena plena de altibajos en la que el torero no volvió a coger ni la altura ni la distancia ni la velocidad.

 Altibajos cuando el torero ya había puesto la miel en los labios. A pesar de todo, le esperaban y podía haber dado una vuelta al ruedo tras matar de una estocada trasera, pero prefirió no complicarse la vida e hizo caso a una desaprobación que le frenó en seco el camino entre aplausos. Con el sexto poco pudo hacer. Cumplió en el caballo apretando con fuerza, pero llegó con complicaciones al último tercio. Insistió el malagueño sin lucimiento.
Y sin dragón acabó san Jorge.

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