miércoles, 6 de abril de 2016

Romance de la tarde templada en la Maestranza


El Cid y Joselito Adame dan una vuelta al ruedo con dos manejables toros de la sosa corrida de Las Ramblas 

El banderillero Alcalareño sufrió una contusión costal tras una fea cogida



El Cid, en un pase de pecho - Efe
ANDRÉS AMORÓSSevilla

¡Qué alegría ir a los toros, en la Plaza sevillana, cuando ha pasado la lluvia y no hace falta paraguas! La calle Iris se llena esperando la llegada de los coches de toreros, vestidos con oro y plata. Los turistas se hacen fotos por delante de la estatua de Curro Romero, el ídolo, el gran Faraón de Camas. El sol se asoma a lo alto de las tejas encaladas para ver cómo relumbra la lisa arena dorada –pues Morante ha conseguido que la hayan puesto más plana– y la Giralda no llega; si no, también se asomaba. Como siempre, veo pasar el río desde la terraza: un símbolo de la vida que, hacia el mar, nunca se para.

A la entrada, me preguntan por los toros de Las Ramblas, por qué han venido a Sevilla: no tengo respuesta clara.

Viste hoy Miguel Abellán un terno de grana y plata. Torea con más clasicismo en esta segunda etapa.

Queda corto el primer toro, hace pobre pelea en varas, y, aunque se llama “Tajante”, a mí no me dice nada. Se luce Miguel Martín: ¡qué bien banderillas clava! Las embestidas son nobles. Liga Abellán, templa y manda; al natural sube el tono, con la muleta planchada, y remata, a la primera, con una buena estocada. Un “toro medio” – eso dicen – y una faena aseada.

Flaquea pronto el segundo, apenas le pican nada, y El Cid, aquí tan querido, lo cuida con buena traza. Se luce Adame con una media muy bien abrochada. Atropella a Alcalareño: se libra de la cornada. Con buen oficio, Manuel en la muleta lo embarca: inicia bien la faena, hasta que el toro se raja y, entrando muy decidido, de un buen volapié lo mata.
Joselito Adame
Joselito Adame- J. M. Serrano
Reaparece Joselito Adame de una cornada. También flaquea el tercero, con las fuerzas muy escasas. Fernando Sánchez parea, andando al toro, con gracia. Cuida Joselito al toro, que apenas transmite nada, con buen oficio y valor, pero la faena no cuaja. Está puesto con los toros que se lidian en España. Como mata a la segunda, la gente queda callada.

Tampoco se entrega el cuarto, que tiene capa castaña; protesta cuando le pican; luego, se sale de naja. Se divierte el personal con un “gallo” que se escapa al clarinero, que pronto, ha remediado su falta. Está correcto Abellán, tiene el toro poca casta. Así, la gente sestea y cada vez más se enfada. Mata rápido y seguro: le aplauden que así lo haga.

“Opaco” se llama el quinto, como las cuentas opacas; sale huyendo tan veloz como, el que evade, se escapa; cuando al caballo derriba, un monosabio lo salva. Mucho arriesga Curro Robles, muy buena ovación se gana. Por fin, El Cid se calienta, buenos muletazos traza y consigue que la música por primera vez se arranca. Haciendo el esfuerzo, logra el primer clamor que estalla. Es faena algo movida pero al público le agrada. Al pinchar, el premio queda en una vuelta pausada.

Se luce Adame en el sexto, el que “Vidriera” se llama, como el que inventó Cervantes en la tierra sevillana. Jarocho y Sánchez saludan, banderilleros de fama. Galopa el toro y Adame guía con temple sus muy nobles arrancadas, en circulares completos, en el centro de la Plaza y lo mata recibiendo, pero tiene la desgracia de colocar mal la espada, delantera y lateral, que se queda haciendo guardia.

Con dos toros que “se dejan”, apenas se arregla nada, aunque al Cid y Joselito no cabe negarles ganas. Con toros así, no es fácil que prenda la llamarada de la emoción ni del riesgo. Ha sido tarde templada, ni de calor ni de frío, ni es ardiente ni es helada. Eso puede ser virtud en la vida cotidiana pero en la Plaza es un rollo que ni un atleta se salta. Lamento que sea triste una verdad tan diáfana: la Tauromaquia se hunde con toros sin fuerza y casta.

POSTDATA.- En el Pleno del Ayuntamiento, un concejal de Participa Sevilla (una marca de Podemos) ha afirmado textualmente: “Hay que ser valiente y no lo son solamente los toreros, teniendo en cuenta que los toros que van a las Plazas, van drogados y con los cuernos cortados, algo que es científicamente constatable”. Esa presunta ciencia le lleva a concluir: “No es arte, es tortura”. Una vez más, hay que recordar la frase de Ortega y Gasset: “Entre nosotros, lo más revolucionario sería que cada uno hablara, en público, solamente de lo que sabe”. Desde entonces, no hemos avanzado nada.

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