martes, 12 de abril de 2016

Solo la quietud de López Simón en la Maestranza

El madrileño da una vuelta al ruedo tras petición de oreja en una deslucidísima corrida de Jandilla 



Alberto López Simón, con su primer toro - EFE
A. AMORÓSSevilla

Los chaparrones duran hasta el comienzo de la corrida, en un ambiente de gran expectación. En la Puerta del Príncipe saludo a los pintores Carmen Laffon y Juan Suárez, a Mario Bois -biógrafo de Carmen Amaya-, al gran escritor Paco Robles, a aficionados de toda España; en una grada, tres maestros: Curro Romero, Espartaco y Antonio Burgos. Pero los toros de Jandilla flojean y no dan juego. Morante y Diego Urdiales solamente pueden mostrar su arte en pinceladas sueltas. Únicamente López Simón, con su quietud y su valor impávido, roza la oreja.

De salida, logra Morante buenas verónicas pero el primer Jandilla se derrumba y es devuelto. El sobrero de Albarreal remata codicioso en tablas, quizá ahí se lastima; en seguida, flaquea. Pica bien Cristóbal Cruz y lidia Lili, ya felizmente reaparecido. En el tercer muletazo de tanteo, el toro rueda por el albero; en seguida, se queda muy corto y se para. Como decía Alfredito Corrochano, para definir a los toros actuales, hay que gritarle siete veces “¡jé!” para que se mueva y eso resulta insufrible, para el personal. Con ese toro, lo único que hay que hacer es machetear y matarlo: así lo hace y la gente le pita, como es lógico. Escucho una voz cercana: “Esta vez, los tres avisos no se los van a dar”. Y otra, en el tendido: “Apúntate a los victorinos, que es lo que tienes que hacer”. Suena a utopía...El cuarto se rompe el pitón al derrotar en el burladero. Morante enlaza varias verónicas: dos, magníficas. El toro tardea y se para: en el segundo muletazo, empuja a Morante y se cae; en un natural, le echa la cara arriba y le pega un susto; se para por completo. De nuevo, nada que hacer. Lo mata, alargando el brazo. LLeva seis toros, en la Feria, y ninguno ha embestido...

Vive Diego Urdiales el momento más feliz de su carrera: elogiado por Curro Romero y El Viti, apoderado por un importante grupo mexicano. Se nota que han venido partidarios suyos y que se le espera, en Sevilla, después de un par de años sin venir. (Lo señala, en el programa de mano, Lorena Muñoz). Brinda al público y muestra su clase en muletazos sueltos: un doblón, unos derechazos limpios, un intento a pies juntos. Al toro le falta fuerza y se defiende. Concluye con una buena estocada. El quinto es peor: pega gañafones, al final de cada muletazo, provocando enganchones, tiene peligro. Le piden que lo mate y lo hace con habilidad.

Derechazos suaves

Segunda y última actuación de López Simón, que hizo el esfuerzo en la primera y cortó trofeos. Esta tarde, es el que sale mejor parado, se gana al público con su valor impávido. El tercero tardea pero sí va. Alberto se muestra muy decidido, logra derechazos suaves hasta que el toro se para del todo; entonces, se pega tal arrimón que la res casi le tropieza. Mata bien, trazando con la espada una amplia curva, pero el presidente no concede la oreja. En el último, que flojea mucho, saludan Domingo Siro y Arruga, en banderillas (igual que el otro día). Aunque el toro es incierto, López Simón desarrolla su tauromaquia, basada en el aguante, la firmeza y la inmovilidad, más que en tirar de la res y mandar. (Si suprimiera los “tics” gestuales a lo José Tomás, algunos se lo agradeceríamos). No se inmuta cuando el toro está a punto de echárselo a los lomos. Acaba asustando al público, que le pide que lo mate. Con ese valor sereno, puede y debe mejorar su técnica.

Algunos explican el fallo ganadero por el peso excesivo de los toros. (En la televisión, me cuentan, Morante lo explica por engordarlos a base de maíz). Puede ser verdad... o no. Hay mil casos que lo demuestran; por ejemplo, un toro de Fuente Ymbro, en Pamplona, que pesaba casi 700 kilos y ganó todos los premios. Mil veces lo hemos repetido: no me importa mucho el peso; lo esencial de un coche es el motor, no la carrocería. Los toros deben tener, por lo menos, fuerza, movilidad y casta; sin eso, todo se hunde. Lo estamos viendo casi todas las tardes, en esta Feria. Pero los ganaderos siguen criando estos toros, que las empresas siguen comprando porque las figuras los exigen: un laberinto sin salida. Parvo consuelo es que, al final de una tarde tan deslucida, veamos, por encima de los tejadillos de la Plaza, un maravilloso cielo andaluz.

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