sábado, 30 de abril de 2016

Vuelve la desencajonada a Las Ventas


El desenjaule de los toros de Joselito atrae a miles de personas a la Monumental 


Desenajaule de uno de los toros - Julián López
ANDRÉS AMORÓSMadrid

Cerca de cuatro mil personas han presenciado un espectáculo taurino que no se daba en Madrid desde 1983: el desencajonamiento, en el ruedo, de los seis toros de El Tajo y La Reina (propiedad de Joselito) que van a lidiar, mañana, en la tradicional corrida goyesca, Miguel Abellán, Iván Vicente y Juan del Álamo. (Se cumplen veinte años de la goyesca en la que se consagró Joselito, ahora ganadero). Es la quinta vez que esto se hace en Las Ventas. La empresa ha tenido la buena idea de ofrecer este espectáculo de forma gratuita.

La operación, dirigida por el mayoral de la Plaza, Florito, se ha completado en cuarenta minutos. Los cajones estaban situados en el tendido «5». El primer toro, «Sedero», ha entrado solo en los corrales. El segundo, «Florista», colorado, que ha flaqueado, se ha quedado en la puerta y ha puesto a prueba la maestría de Florito. Los otros cuatro han entrado con facilidad. El espectáculo hubiera sido más completo si, al finalizar el desencajonamiento, se hubieran lidiado algunas reses, a cargo de alumnos de la Escuela de Tauromaquia. (Así se suele hacer en Valencia, por ejemplo). Sin hacer demagogia, no es de buen efecto que los aficionados vean, vacías, buena parte de las localidades reservadas a los miembros del Centro de Asuntos Taurinos.

Históricamente, los vaqueros, a pie y a caballo, conducían a los toros, acompañados por los cabestros. A veces, se producían peligrosas estampidas: eso es lo que sufre Don Quijote, en la novela. La conducción de una corrida a Madrid, desde las dehesas andaluzas, podía durar hasta un mes.

Parece ser que fue Pascual Mirete, conserje de la Plaza vieja de Madrid, hacia 1860, el que tuvo la idea de hacer el traslado en cajones. Así, se ganaba rapidez y seguridad. Algunos aficionados puristas protestaron, alegando que el toro encerrado perdería fiereza. Las jaulas, de madera, con trampas correderas, se transportaban en el tren; luego, en camiones.

Se llama desencajonamiento o desenjaule a la acción de hacer salir a los toros de los cajones; habitualmente, a los corrales de las Plazas. Otras veces, se hace en el mismo ruedo. En ese caso, se convierte en un espectáculo popular, con gran tradición en Plazas como Valencia, Salamanca, Colmenar, Azpeitia...

Con frecuencia, se hace coincidir, en el ruedo, todas las reses de cada una de las ganaderías. Así, los aficionados comparan la presentación de cada corrida. El inconveniente es que puedan pelearse, aunque estén arropados por los cabestros. Muchos se han herido, en estas peleas. (Por eso no se ha hecho esta vez, en Las Ventas). Los toros de Miura han protagonizado episodios curiosísimos: el más llamativo, el del toro que se negó a entrar y se quedó en el centro del ruedo, desafiante, hasta el día de la corrida; los toreros tuvieron que hacer el paseíllo por el callejón...

Los toros del Tajo y La Reina, cuatro negros y dos colorados, lucen trapío desigual. El último, «Milagroso», serio y enmorrillado, ha recibido una ovación. El público ha admirado su belleza y hecho cábalas sobre su comportamiento. Ésta es una buena forma de atraer a los aficionados, parecida a la añorada exposición de las reses en la Venta del Batán, que tanto echamos de menos.

En este espectáculo familiar, queda clarísimo que el toro bravo es el fundamento de la Fiesta. Así debe seguir siendo. Si no existieran las corridas de toros, este maravilloso animal desaparecería. Espero no llegar a verlo.

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