domingo, 15 de mayo de 2016

Juan Pedro cede a la maldición del azulejo

La vacía corrida de Domecq da al traste con una de las tardes de máxima expectación, el duelo de Talavante y Roca Rey y la confirmación de Posada de Maravillas; hasta nueve toros saltaron al ruedo; un buen sobrero del Conde de Mayalde excesivamente sangrado.


Posada de Maravillas, torero dinástico de un siglo atrás, confirmaba alternativa con "Danzarín", de Juan Pedro Domecq. Para los amantes de los datos: número 50, de 590 kilos y cinqueño. Del mismo nombre que el toro de Garzón que Antoñete inmortalizó en el 82.

Posada brindó a su apoderado Luis Álvarez. Había lanceado a pies juntos por delantales al alto y corpulento juampedro, de oscura piel, armado y listón. De salida. Luego en el quite quiso interpretar la verónica y lo mejor fue la media con la que se abrochó.

Danzarín apenas humillaba por pura morfología, apenas se empleaba y apenas nada decía. De cada envite, un enganchón. Hasta que Posada le encontró la distancia. Más la distancia (perdiendo pasos) que el sitio. De Danzarín a danzarín. Paró poco el nieto del inolvidado Juan, alternó las manos y se eternizó en una personal interpretación del volapié: perdió la muleta en todos los encuentros. Hasta el aviso.
Volvía Alejandro Talavante después de haber marcado el territorio el viernes y 13 con feroz capacidad. El colorado toro de Juan Pedro traía la anatomía en cuesta arriba. Montado el lomo. Cada embroque lo abandonaba con su seria cara alta. En el saludo a pies juntos de airoso remate a una mano y en toda la brega de Trujillo. No contó el quite por tafalleras y caleserinas de Roca Rey, obviamente. Suerte de nula obligación y tremenda exposición. Talavante acudió a ofrendar al Rey emérito el brindis que el otro día se olvidó. Y con el cartucho de pescao se fue a los medios. Una especie de dosantina prendió como un fogonazo. La zurda ofrecida tan pronto. Pero el juampedro sólo descolgaba en el tramo inicial del muletazo. Y perdía en seguida el celo, el gas y finalmente la vista. Talavante intercaló los pitones con el mismo eco: ninguno.

Roca pisó en silencio el ruedo de Las Ventas. Ni una palma después de su Puerta Grande. Discutida o no por un tantito así, el tipo se jugó la vida sin reservarse nada. Pura entrega. El tercero de Juan Pedro contaba con un dibujo de bajísima alzada. Recortada además. Lo que se dice un zapato. Un contraste de escalas con la estatura del peruano. No cambió la tónica del contado castigo en varas. Talavante interrumpió por verónicas con un esbozo simplemente por no molestar ni obligar. Roca Rey le hizo las veces a Don Juan Carlos y se clavó como un poste. Por alto el prólogo. Una primera tanda de derechazos de hallar el punto al buen y tardo pitón derecho. En las dos siguientes lo encontró. Con temple y el secreto de llegarle mucho al hocico y dejársela puesta después. Redondos de lento pasar e inmensos pases de pecho. La espaldina como sello de la casa sólo apareció en mitad de la única serie al natural. Esa mano no era. Y la derecha solo volvió a ser en tres redondos que extrajeron el último aliento del toro. Faltó final y ese extra de emoción y continuidad que el poderoso toreo de Roca necesita para trepar. Roca y cualquiera. No sé.

Juan Pedro Domecq había descubierto por la mañana el azulejo como ganadero triunfador de 2015 en San Isidro. La maldición del azulejo no debía por qué existir cuando la había anulado el año anterior por la gloria de 2014. ¿O fue con Parladé? El caso es que esta corrida de Juan Pedro Domecq, pese a contar con cuatro cinqueños, en poco se asemejaba a la del año pasado. Ni por fuera ni por dentro. Y cedió al conjuro. Así Alejandro Talavante desistió más pronto que tarde con la hueca embestida del trémulo cuarto.

La devolución del quinto fue como penalti y expulsión. Derribó a Roca Rey cuando quitaba por saltilleras. Escapó el torero rodando con velocidad de molinillo. El juampedro rodó también con cara de yo no he sido. Tarjeta roja directa. Léase pañuelo verde.

Al sobrero de sacudidas carnes, también de Juan Pedro, Roca Rey le puso toda la leña en el asador ¡por gaoneras! Y libró aquel arrebato con una larga cambiada de rodillas. Bárbaro esfuerzo que se fue al garete con una nueva devolución. La banda atacó nuevamente un pasacalles. Y la peña coreando con espíritu de isidros "por la Puerta de Alcalá, la florista viene y..." así nos va. ¡Ay, Madrid!
Al tópico: tarde de expectación, tarde de decepción. A lo que vino a contribuir un sobrero de José Luis Marca. Genios haberlos, haylos. Y entre los taurinos sobran. Negro, bajo, armado y parado. Sin poder con su alma ni con el fondo que no tenía. ¿Se sorprendió alguien? Roca Rey a lo peor sí. Un marmolillo al que liquidó con brevedad.

El último y ligero juampedro andaba también levemente cojitranco. Posada le pegó un garbeo para que lo viera todo el mundo. O no se entiende. En cuanto dobló una mano en el caballo, el presidente, ya con el pañuelo flojo, lo regresó. Lo que tampoco se entiende. Noveno toro, tercer sobrero. Del Conde de Mayalde. Cuajado y sangrado a modo en el caballo. Posada de Maravillas cumplimento al Rey emérito. El noble toro acusó el castigo desproporcionado para las notables condiciones que apuntaba. El toricantano se quedó como cuando quiso hacer el cartucho: arrepentido. O a lo mejor no.

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