También de Bienvenida y Curro por la puerta grande.Fue la feria en la que por primera vez don Livinio Stuyck pensó en organizar una mes entero de toros de Madrid, como luego ocurriría. Y es lo cierto que resultó un gran sanisidro. El año del célebre toro blanco de Antoñete, de una faena grandiosa de El Viti, de las cinco orejas de Diego Puerta, del triunfal mano a mano de Antonio Bienvenida y Curro Romero, de una corrida francamente buena del marqués de Domecq,… No fue por casualidad que en aquella feria hasta doce matadores de toros abrieran la puerta de la calle de Alcalá. Con la documentación en la mano, Carmen de la Mata Arcos nos traslada 50 años atrás. |
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La feria de San Isidro de 1966 tuvo 16 festejos, sustentándose en las máximas figuras del toreo de la época. De las 36 orejas paseadas en el conjunto del serial, cuatro lo fueron en la función inaugural. Ésta se celebró el sábado 14 de mayo, lidiándose astados de María Pallarés. El diestro albaceteño Manuel Amador,
que había confirmado con éxito en la pasada feria, fue el triunfador de
la referida corrida, destacando sobre todo en el manejo de la mano
izquierda. Cortó tres apéndices. El maestro Antonio Bienvenida
obtuvo otro del burel que abrió el ciclo, por una faena con el marchamo
inconfundible de la dinastía, es decir, plagada de personalidad,
naturalidad y torería.
El día del patrón de la ciudad, 15 de mayo, un matador nacido en la Villa y Corte, Antonio Chenel “Antoñete”, escribió una de las páginas más gloriosas del libro de oro del toreo. Su obra al toro “Atrevido” de Osborne
fue un compendio de inteligencia, valor y clasicismo, retornando, de su
mano, la Tauromaquia de siempre. A pesar de que solamente consiguió una
oreja, el trasteo del espada capitalino es uno de los mejores firmados
hasta la fecha en Las Ventas. 25 años más tarde ese mismo concepto de Chenel reverdecería, nuevamente, en la muleta de César Rincón.
En la jornada posterior, la feria continuaba por la senda del éxito, puesto que Diego Puerta logró tres orejas de los cornúpetas de Carlos Urquijo.
El cimiento principal de su actuación fue un tremendo valor que le hizo
superar las dificultades de sus oponentes y acabar imponiéndose.
También evidenció un buen nivel Miguel Báez “Litri”, que incluso llegó a ser volteado.
El encierro que lidió Atanasio Fernández el martes 17 de mayo
fue muy dispar entre sí, ya que contó con ejemplares bravos y
encastados, así como también con otro que fue devuelto por problemas de
visión y el que cerró el festejo condenado a banderillas negras. Dicho
lo cual, Julio Aparicio realizó una magnífica labor ante el
cuarto de la suelta, subrayándose, sobre todo, su toreo con la zurda.
Obtuvo un apéndice, recorriendo el redondel en dos ocasiones. Aunque
únicamente dio una vuelta al ruedo, la tarde que brindó Manuel García “Palmeño”
a la afición de Madrid fue realmente importante, asumiendo riesgos y
exponiéndole mucho a sus antagonistas. La polémica la protagonizó Manuel Benítez “El Cordobés”
que paseó el doble trofeo del primero de su lote por un trasteo que
llegó mucho a los tendidos. Frente al manso sexto no se confió en ningún
momento y empuñando el estoque tampoco se mostró muy afortunado. Por
ello, finalmente no salió en hombros.
La corrida que mandó el Marqués de Domecq a Las Ventas para correrse el día 18
fue extraordinaria, tanto es así que dos de los astados fueron
premiados con la vuelta al anillo. Con las lógicas diferencias de
estilo, los tres espadas estuvieron a la altura de las reses, ofreciendo
al público un emocionante espectáculo. “Litri”, que sustituía al herido Antonio Ordóñez,
instrumentó dos faenas del mismo corte, mezclándose en ellas el toreo
más ortodoxo con otro más efectista y popular, algo que por otro lado
era su propia concepción. Cortó una oreja de cada uno de sus toros, el
segundo de los cuales, “Jazminito”, recibió el honor anteriormente mencionado. “Hablador”,
quinto del festejo, también fue galardonado con la vuelta al ruedo,
siendo distinguido además por el Ayuntamiento madrileño como el burel
más bravo de aquel San Isidro. Su matador, Andrés Vázquez,
exhibió un gran temple y una depurada técnica para encauzar con acierto
su brava embestida y extraerle todo lo bueno que atesoraba. Tras
pasaportarlo de media estocada arriba, logró las dos orejas del toro del
Marqués.
Era
ésta la tercera ocasión que el diestro de Villalpando salía en hombros
del coso de la calle Alcalá, pues en el ciclo isidril de 1962 atravesaba dicho dintel el 19 de mayo --día de su alternativa-- frente a cornúpetas de Benítez Cubero y cuatro días después repetía la acción al cuajar una sensacional faena a “Jaquetino”, ejemplar marcado con el hierro de Atanasio Fernández. A Gregorio Tébar “El Inclusero”,
que confirmaba su doctorado, se le apreció, lógicamente, menor oficio
que a sus compañeros aunque lo suplió con ganas y vergüenza torera para
sobreponerse a la situación.
En
la jornada posterior, el torero alicantino corroboró esas buenas
sensaciones, consiguiendo un trofeo del último astado de la función que
pertenecía a la vacada de Escudero Calvo. Manuel Cano “El Pireo”
llegaba a Las Ventas con un gran ambiente después de su rotundo triunfo
en la Feria de Abril, dejando constancia también en la monumental
madrileña del excelente momento por el que pasaba al pasear una oreja de
un animal de Baltasar Ibán. En esta corrida, comparecía por primera vez en el serial Santiago Martín “El Viti” que, aunque no obtuvo premio tangible, sí deleitó a los espectadores con un magnífico toreo de capote.
Al día siguiente, 21 de mayo, compartió cartel con Paco Camino y José Manuel Inchausti “Tinín” que en la mencionada fecha se convirtió en matador de toros. El encierro de Alipio Pérez Tabernero fue noble y manejable, facilitando el lucimiento de los diestros. Camino y
el toricantano cortaron un apéndice cada uno, si bien sus faenas
tuvieron matices diferentes. El sevillano condujo la franela con extrema
suavidad y delicadeza, destacando algunos naturales largos y pulcros.
Por su parte, “Tinín” fue todo voluntad, alcanzando también un
buen nivel. No obstante, el gran triunfo lo consiguió el torero de
Vitigudino que, a esas alturas, ya se podía considerar como predilecto
del público de Madrid. Desde siempre la plaza venteña había sido
talismán para Santiago Martín puesto que la misma jornada de su alternativa --13 de mayo de 1961-- conquistó la Puerta Grande. Tras ésta llegaron cuatro más antes de presentarse en el patio de cuadrillas el aludido 21 de mayo.
Gracias al resonante triunfo cosechado en el festejo que inauguraba San Isidro, Manuel Amador actuó, nuevamente, en el coso de la calle Alcalá el domingo 22 sustituyendo a Curro Romero.
El diestro nacido en Albacete, volvió a tocar pelo aunque esta vez
también sufrió un leve percance al ser empitonado por su segundo
oponente. No fue éste el único sobresalto en la citada función, ya que
el rejoneador Álvaro Domecq resultó herido, igualmente, al torear pie a tierra.
A pesar de que no se cortó ninguna oreja, la corrida del 23 de mayo fue de las más interesantes del ciclo. El encierro de Juan Pedro Domecq mantuvo en todo momento la atención de los aficionados, merced a su bravura y nobleza. Julio Aparicio
realizó una labor sumamente ligada y templada al cuarto de la tarde,
perdiendo los posibles trofeos al marrar con el acero. Algo similar le
ocurrió al término de sus obras tanto a “Antoñete”, que ocupó la segunda vacante que dejaba en la feria Antonio Ordóñez, como a Paco Camino.
El
matador madrileño firmó una gran actuación, fundamentalmente, ante su
primer antagonista. De la misma subrayar un extraordinario quite y el
gusto y elegancia con la que instrumentó la mayoría de los muletazos de
la faena. Si Aparicio y “Antoñete” pasearon en una ocasión el redondel, Camino
dio un total de tres vueltas al ruedo. Desde que se abrió de capa para
recibir al tercero del festejo, el espada de Camas ofreció una verdadera
clase magistral sobre la arena de Las Ventas. Las verónicas de inicio y
el soberbio quite por chicuelinas constataron, con claridad, la actitud
con la que afrontaba el compromiso el torero hispalense. El toro poseía
una encastada embestida, por lo que el poder y el mando en la muleta
fueron claves para obtener el resultado deseado. Además de todo lo
indicado, el trasteo estuvo aderezado con el siempre agradable
condimento de la variedad, que terminó por redondearlo aún más. Fue tal
la dimensión lograda por éste que después de tres pinchazos arriba,
estocada caída y un descabello, Camino recorrió doblemente el
anillo. Frente al ejemplar con el que concluía el espectáculo,
sobresalió en unos naturales ejecutados de frente.
El signo triunfal del serial prosiguió con la salida en hombros de Antonio Chenel el día 24 tras cortar dos orejas de los astados de Felipe Bartolomé que sorteó. Tras su reciente alternativa, “Tinín” regresó a la monumental madrileña mostrando buenas maneras y sumando otro trofeo más en su haber.
Una imagen poco usual es la que se pudo ver al final de la corrida del 25 de mayo, ya que el trío de espadas salió en volandas de la plaza venteña. Casi todos los cornúpetas de Manuel Francisco Garzón tuvieron nobleza y buen fondo, colaborando con los diestros. Miguel Báez “Litri”,
que había estado simplemente discreto ante el burel que abría la tarde,
veroniqueó con vibración al cuarto. Después de la deficiente pelea en
varas, el matador le endosó un magnífico quite por chicuelinas, donde la
emoción y la entrega fueron las protagonistas. El quehacer con la
pañosa tuvo, igualmente, esas características: valor a raudales,
decisión y coraje, además de variedad en los pases. Tras recetar una
buena estocada, obtuvo el pasaporte para la Puerta Grande.
Los ejemplares que le tocaron en suerte a Diego Puerta
carecieron, en parte, de facultades, por tanto exigieron al torero
sevillano raza y determinación para no quedarse atrás con respecto a sus
compañeros. Una oreja le arrancó a cada uno de ellos. La labor con la
muleta de “El Viti” tuvo la virtud principal del temple, así como
también la medida y el tiempo entre tanda y tanda para que el animal
cogiera confianza y persiguiera el engaño. Un volapié de perfecta
ejecución rubricó el conjunto. Cierto sector de público solicitó el rabo
para el salmantino aunque el premio se quedó, finalmente, en el doble
trofeo.
Las reses que se lidiaron el 26 de mayo, que llevaban la divisa verde y grana de Francisco Galache, dieron pocas opciones a los diestros para lograr el lucimiento. Lo más sobresaliente lo realizó Paco Camino
a su segundo oponente, al que consintiéndolo acabó por acrecentarle las
ganas de acometer a la franela. Lo finiquitó con prontitud y consiguió
el único apéndice de la función.
De los astados de Benítez Cubero resaltar tan sólo el último de los que apareció por chiqueros, que ayudó a José Fuentes para lograr el mejor trasteo del festejo.
La empresa optó por no cubrir la vacante que dejaba Antonio Ordóñez en el penúltimo espectáculo de la feria, resultando un mano a mano interesantísimo entre los otros dos espadas: Antonio Bienvenida y Curro Romero, que se enfrentarían a uno de los hierros de moda por aquellos años, el de Antonio Pérez.
Obviando las diferencias interpretativas entre ellos, el denominador
común de sus obras fue la personalidad y la naturalidad, atributos que
adornaban, sin duda, su concepción de la Tauromaquia. A la conclusión de
la corrida, se les abrió de par en par la Puerta Grande.
Bienvenida repetía actuación al día siguiente pero en esta ocasión ni el diestro nacido en Caracas ni sus compañeros, Jaime Ostos y Fermín Murillo, pudieron alcanzar éxito alguno a causa de la escasa colaboración de los ejemplares de Miura.
Como queda descrito el San Isidro de 1966
fue verdaderamente memorable, atendiendo no sólo a la cuestión numérica
sino también al toreo ejecutado en el ruedo. En quince días sobre el
tapete de Las Ventas se escribieron algunos de los capítulos más
recordados de la historia del llamado “Arte de Cúchares”.
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domingo, 15 de mayo de 2016
La feria de San Isidro de hace 50 años, la del toro blanco de "Antoñete" y mucho más
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