domingo, 15 de mayo de 2016

La feria de San Isidro de hace 50 años, la del toro blanco de "Antoñete" y mucho más

También de Bienvenida y Curro por la puerta grande.      

 Fue la feria en la que por primera vez don Livinio Stuyck pensó en organizar una mes entero de toros de Madrid, como luego ocurriría. Y es lo cierto que resultó un gran sanisidro. El año del célebre toro blanco de Antoñete, de una faena grandiosa de El Viti, de las cinco orejas de Diego Puerta, del triunfal mano a mano de Antonio Bienvenida y Curro Romero, de una corrida francamente buena del marqués de Domecq,… No fue por casualidad que en aquella feria hasta doce matadores de toros abrieran la puerta de la calle de Alcalá. Con la documentación en la mano, Carmen de la Mata Arcos nos traslada 50 años atrás.

 


 
Carmen de la Mata Arcos    


El ciclo isidril de 1966 fue verdaderamente extraordinario, pues hasta doce diestros salieron por la Puerta Grande, incluso en la corrida del 25 de mayo la terna al completo abandonó la plaza en hombros. El amplio abanico de estilos con los que cuenta la Tauromaquia se vio reflejado sobre la arena venteña en aquel mes de mayo. Toreros tan distintos entre sí como Manuel Benítez “El Cordobés” ó Curro Romero entusiasmaron a la afición madrileña, que supo valorar justamente a todos ellos. En cuanto a las ganaderías, la corrida más destacada fue, sin duda, la del Marqués de Domecq, si bien casi todos los encierros contaron con ejemplares de nota.
La feria de San Isidro de 1966 tuvo 16 festejos, sustentándose en las máximas figuras del toreo de la época. De las 36 orejas paseadas en el conjunto del serial, cuatro lo fueron en la función inaugural. Ésta se celebró el sábado 14 de mayo, lidiándose astados de María Pallarés. El diestro albaceteño Manuel Amador, que había confirmado con éxito en la pasada feria, fue el triunfador de la referida corrida, destacando sobre todo en el manejo de la mano izquierda. Cortó tres apéndices. El maestro Antonio Bienvenida obtuvo otro del burel que abrió el ciclo, por una faena con el marchamo inconfundible de la dinastía, es decir, plagada de personalidad, naturalidad y torería. 

La tarde del toro blanco
El día del patrón de la ciudad, 15 de mayo, un matador nacido en la Villa y Corte, Antonio Chenel “Antoñete”, escribió una de las páginas más gloriosas del libro de oro del toreo. Su obra al toro “Atrevido” de Osborne fue un compendio de inteligencia, valor y clasicismo, retornando, de su mano, la Tauromaquia de siempre. A pesar de que solamente consiguió una oreja, el trasteo del espada capitalino es uno de los mejores firmados hasta la fecha en Las Ventas. 25 años más tarde ese mismo concepto de Chenel reverdecería, nuevamente, en la muleta de César Rincón

En la jornada posterior, la feria continuaba por la senda del éxito, puesto que Diego Puerta logró tres orejas de los cornúpetas de Carlos Urquijo. El cimiento principal de su actuación fue un tremendo valor que le hizo superar las dificultades de sus oponentes y acabar imponiéndose. También evidenció un buen nivel Miguel Báez “Litri”, que incluso llegó a ser volteado. 

El encierro que lidió Atanasio Fernández el martes 17 de mayo fue muy dispar entre sí, ya que contó con ejemplares bravos y encastados, así como también con otro que fue devuelto por problemas de visión y el que cerró el festejo condenado a banderillas negras. Dicho lo cual, Julio Aparicio realizó una magnífica labor ante el cuarto de la suelta, subrayándose, sobre todo, su toreo con la zurda. Obtuvo un apéndice, recorriendo el redondel en dos ocasiones. Aunque únicamente dio una vuelta al ruedo, la tarde que brindó Manuel García “Palmeño” a la afición de Madrid fue realmente importante, asumiendo riesgos y exponiéndole mucho a sus antagonistas. La polémica la protagonizó Manuel Benítez “El Cordobés” que paseó el doble trofeo del primero de su lote por un trasteo que llegó mucho a los tendidos. Frente al manso sexto no se confió en ningún momento y empuñando el estoque tampoco se mostró muy afortunado. Por ello, finalmente no salió en hombros.

Gran corrida del marqués de Domecq
La corrida que mandó el Marqués de Domecq a Las Ventas para correrse el día 18 fue extraordinaria, tanto es así que dos de los astados fueron premiados con la vuelta al anillo. Con las lógicas diferencias de estilo, los tres espadas estuvieron a la altura de las reses, ofreciendo al público un emocionante espectáculo. “Litri”, que sustituía al herido Antonio Ordóñez, instrumentó dos faenas del mismo corte, mezclándose en ellas el toreo más ortodoxo con otro más efectista y popular, algo que por otro lado era su propia concepción. Cortó una oreja de cada uno de sus toros, el segundo de los cuales, “Jazminito”, recibió el honor anteriormente mencionado. “Hablador”, quinto del festejo, también fue galardonado con la vuelta al ruedo, siendo distinguido además por el Ayuntamiento madrileño como el burel más bravo de aquel San Isidro. Su matador, Andrés Vázquez, exhibió un gran temple y una depurada técnica para encauzar con acierto su brava embestida y extraerle todo lo bueno que atesoraba. Tras pasaportarlo de media estocada arriba, logró las dos orejas del toro del Marqués

Era ésta la tercera ocasión que el diestro de Villalpando salía en hombros del coso de la calle Alcalá, pues en el ciclo isidril de 1962 atravesaba dicho dintel el 19 de mayo --día de su alternativa-- frente a cornúpetas de Benítez Cubero y cuatro días después repetía la acción al cuajar una sensacional faena a “Jaquetino”, ejemplar marcado con el hierro de Atanasio Fernández. A Gregorio Tébar “El Inclusero”, que confirmaba su doctorado, se le apreció, lógicamente, menor oficio que a sus compañeros aunque lo suplió con ganas y vergüenza torera para sobreponerse a la situación.

En la jornada posterior, el torero alicantino corroboró esas buenas sensaciones, consiguiendo un trofeo del último astado de la función que pertenecía a la vacada de Escudero Calvo. Manuel Cano “El Pireo” llegaba a Las Ventas con un gran ambiente después de su rotundo triunfo en la Feria de Abril, dejando constancia también en la monumental madrileña del excelente momento por el que pasaba al pasear una oreja de un animal de Baltasar Ibán. En esta corrida, comparecía por primera vez en el serial Santiago Martín “El Viti” que, aunque no obtuvo premio tangible, sí deleitó a los espectadores con un magnífico toreo de capote. 

La alternativa de “Tinín”
Al día siguiente, 21 de mayo, compartió cartel con Paco Camino y José Manuel Inchausti “Tinín” que en la mencionada fecha se convirtió en matador de toros. El encierro de Alipio Pérez Tabernero fue noble y manejable, facilitando el lucimiento de los diestros. Camino y el toricantano cortaron un apéndice cada uno, si bien sus faenas tuvieron matices diferentes. El sevillano condujo la franela con extrema suavidad y delicadeza, destacando algunos naturales largos y pulcros. Por su parte, “Tinín” fue todo voluntad, alcanzando también un buen nivel. No obstante, el gran triunfo lo consiguió el torero de Vitigudino que, a esas alturas, ya se podía considerar como predilecto del público de Madrid. Desde siempre la plaza venteña había sido talismán para Santiago Martín puesto que la misma jornada de su alternativa --13 de mayo de 1961-- conquistó la Puerta Grande. Tras ésta llegaron cuatro más antes de presentarse en el patio de cuadrillas el aludido 21 de mayo

Gracias al resonante triunfo cosechado en el festejo que inauguraba San Isidro, Manuel Amador actuó, nuevamente, en el coso de la calle Alcalá el domingo 22 sustituyendo a Curro Romero. El diestro nacido en Albacete, volvió a tocar pelo aunque esta vez también sufrió un leve percance al ser empitonado por su segundo oponente. No fue éste el único sobresalto en la citada función, ya que el rejoneador Álvaro Domecq resultó herido, igualmente, al torear pie a tierra. 

A pesar de que no se cortó ninguna oreja, la corrida del 23 de mayo fue de las más interesantes del ciclo. El encierro de Juan Pedro Domecq mantuvo en todo momento la atención de los aficionados, merced a su bravura y nobleza. Julio Aparicio realizó una labor sumamente ligada y templada al cuarto de la tarde, perdiendo los posibles trofeos al marrar con el acero. Algo similar le ocurrió al término de sus obras tanto a “Antoñete”, que ocupó la segunda vacante que dejaba en la feria Antonio Ordóñez, como a Paco Camino

El matador madrileño firmó una gran actuación, fundamentalmente, ante su primer antagonista. De la misma subrayar un extraordinario quite y el gusto y elegancia con la que instrumentó la mayoría de los muletazos de la faena. Si Aparicio y “Antoñete” pasearon en una ocasión el redondel, Camino dio un total de tres vueltas al ruedo. Desde que se abrió de capa para recibir al tercero del festejo, el espada de Camas ofreció una verdadera clase magistral sobre la arena de Las Ventas. Las verónicas de inicio y el soberbio quite por chicuelinas constataron, con claridad, la actitud con la que afrontaba el compromiso el torero hispalense. El toro poseía una encastada embestida, por lo que el poder y el mando en la muleta fueron claves para obtener el resultado deseado. Además de todo lo indicado, el trasteo estuvo aderezado con el siempre agradable condimento de la variedad, que terminó por redondearlo aún más. Fue tal la dimensión lograda por éste que después de tres pinchazos arriba, estocada caída y un descabello, Camino recorrió doblemente el anillo. Frente al ejemplar con el que concluía el espectáculo, sobresalió en unos naturales ejecutados de frente.

La gran tarde de “El Viti”
El signo triunfal del serial prosiguió con la salida en hombros de Antonio Chenel el día 24 tras cortar dos orejas de los astados de Felipe Bartolomé que sorteó. Tras su reciente alternativa, “Tinín” regresó a la monumental madrileña mostrando buenas maneras y sumando otro trofeo más en su haber. 

Una imagen poco usual es la que se pudo ver al final de la corrida del 25 de mayo, ya que el trío de espadas salió en volandas de la plaza venteña. Casi todos los cornúpetas de Manuel Francisco Garzón tuvieron nobleza y buen fondo, colaborando con los diestros. Miguel Báez “Litri”, que había estado simplemente discreto ante el burel que abría la tarde, veroniqueó con vibración al cuarto. Después de la deficiente pelea en varas, el matador le endosó un magnífico quite por chicuelinas, donde la emoción y la entrega fueron las protagonistas. El quehacer con la pañosa tuvo, igualmente, esas características: valor a raudales, decisión y coraje, además de variedad en los pases. Tras recetar una buena estocada, obtuvo el pasaporte para la Puerta Grande. 

Los ejemplares que le tocaron en suerte a Diego Puerta carecieron, en parte, de facultades, por tanto exigieron al torero sevillano raza y determinación para no quedarse atrás con respecto a sus compañeros. Una oreja le arrancó a cada uno de ellos. La labor con la muleta de “El Viti” tuvo la virtud principal del temple, así como también la medida y el tiempo entre tanda y tanda para que el animal cogiera confianza y persiguiera el engaño. Un volapié de perfecta ejecución rubricó el conjunto. Cierto sector de público solicitó el rabo para el salmantino aunque el premio se quedó, finalmente, en el doble trofeo. 

Las reses que se lidiaron el 26 de mayo, que llevaban la divisa verde y grana de Francisco Galache, dieron pocas opciones a los diestros para lograr el lucimiento. Lo más sobresaliente lo realizó Paco Camino a su segundo oponente, al que consintiéndolo acabó por acrecentarle las ganas de acometer a la franela. Lo finiquitó con prontitud y consiguió el único apéndice de la función. 

De los astados de Benítez Cubero resaltar tan sólo el último de los que apareció por chiqueros, que ayudó a José Fuentes para lograr el mejor trasteo del festejo. 

El mano a mano Bienvenida-Romero
La empresa optó por no cubrir la vacante que dejaba Antonio Ordóñez en el penúltimo espectáculo de la feria, resultando un mano a mano interesantísimo entre los otros dos espadas: Antonio Bienvenida y Curro Romero, que se enfrentarían a uno de los hierros de moda por aquellos años, el de Antonio Pérez. Obviando las diferencias interpretativas entre ellos, el denominador común de sus obras fue la personalidad y la naturalidad, atributos que adornaban, sin duda, su concepción de la Tauromaquia. A la conclusión de la corrida, se les abrió de par en par la Puerta Grande. 

Bienvenida repetía actuación al día siguiente pero en esta ocasión ni el diestro nacido en Caracas ni sus compañeros, Jaime Ostos y Fermín Murillo, pudieron alcanzar éxito alguno a causa de la escasa colaboración de los ejemplares de Miura

Como queda descrito el San Isidro de 1966 fue verdaderamente memorable, atendiendo no sólo a la cuestión numérica sino también al toreo ejecutado en el ruedo. En quince días sobre el tapete de Las Ventas se escribieron algunos de los capítulos más recordados de la historia del llamado “Arte de Cúchares”.

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