MADRID.
Undécima del abono de San Isidro.
Tres cuartos de entrada. Novillos
de El Montecillo, de buena presentación pero diversos en sus tipo,
mansos y con dificultades; el de mejor juego, el 3º. Filiberto (de
salmón y oro), palmas tras un aviso en el único que mató. Juan de
Castilla (de blanco y oro), que tuvo que lidiar cuatro, ovación,
silencio, vuelta al ruedo tras aviso y una oreja. Luis David Adame (de
azul celeste y oro), que se presentaba en Madrid, una oreja en el único
que mató.
Al
término del paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de José
Gómez Ortega "Gallito", en el 96º aniversario de su mortal cogida en
Talavera de la Reina.
PARTE FACULTATIVO DE FILIBERTO: "Herida
en el dorso de la mano izquierda con sección completa del aparato
extensor del segundo dedo y sección del extensor común del tercer dedo,
de pronóstico menos grave".
PARTE FACULTATIVO DE LUIS DAVID ADAME: “Herida
por asta de toro en la cara anterior de la pierna izquierda, de 30
centímetros, que produce destrozos en el músculo tibial anterior,
alcanzando el borde anterior de la meseta tibial externa y otra herida,
de 25 centímetros, en la cara externa del nervio ciático poplíteo
externo. Pronóstico grave”.
Tarde de
complicaciones para toreros y cirujanos. A la muerte del 3º en el ruedo
tan sólo quedaba el colombiano Juan de Castilla, mientras sus compañeros
estaban siendo intervenidos en la Enfermería. Uno por un accidente:
cortarse de fea manera en una mano con la espada; el otro, por una
cornada fuerte en la pierna izquierda. Como es habitual, el Dr. García
Padrós resolvió muy bien su tarea; el novillero dejó un grato recuerdo,
después del gran esfuerzo que realizó.
La
novillada que trajo Francisco Medina tuvo presentación, aunque fuera
muy diversa en sus hechuras. En lo que todos se igualaron fue en
mansedumbre y complicaciones; o por decirlo directamente, en dureza. El
único que tuvo un cierto recorrido y claridad fue el 3º, aunque también
tenía sus teclas que tocar. Un conjunto, en el fondo, para despistar a
más de uno, como confunda la violencia y la brusquedad con la casta y la
bravura, que son cosas bien diferentes. Este lunes hubo de lo primero,
no de lo segundo. En resumen, ahora que tanto se habla de las reválidas
escolares, lo de esta tarde resultaba ser para los novilleros como el
antiquísimo “Examen de Estado”, al concluir el 7º de Bachillerato. No
era ciertamente un juego de niños.
Abría
terna el murciano Filiberto, que quedó prácticamente inédito ante el
que abría plaza, sin humillación alguna y tomando los engaños a
trompicones. Pero lo pasó mal con la espada, en cuyo uso se produjo el
corte en la mano izquierda, una herida con las complicaciones de afectar
a los tendones de dos dedos, que no le permitió continuar en el ruedo.
Llegó
con gran facilidad al público el debutante mexicano Luís David Adame,
el pequeño de la saga, con un oficio bien aprendido, como ya apuntó en
su quite por gaoneras al 2º. Presentó su carta de intenciones al irse a
la puerta de toriles y después siguió con un preciso galleo en la suerte
de la mariposa y un apretado quite con cuatro chicuelinas. Con la
franela anda muy suelto, además de asentado. Por eso dejó unas primeras
series templadas y haciendo ir al novillo más allá de donde quería ir.
La primera vez que el de El Montecillo vio hueco libre, sobrevino el
derrote seco que traspasó la pierna izquierda. Pese a todo, siguió allí,
hasta rematar la faena con eficacia. Una oreja importante, que paseó
pausadamente antes de entrar en las dependencias de la Enfermería.
Magnifica la imagen que ha dejado el pequeño de los Adame. Tanto que la
preocupación de los aficionados a la salida se centraba en averiguar si
podría estar o no en Las Ventas el próximo lunes.
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Importante tarde de Juan de Castilla |
Con
estos antecedentes, Juan de Castilla --15 novilladas es todo su
historial-- se encontró con cuatro novillos, y de qué clase, para él
solo. Lo importante: ni se afligió, ni se vino abajo, sino que dio la
cara en todo momento. No menos importante: manejó con acierto la espada
en las cuatro ocasiones. Luego, además, sacó a pasear las agallas de un
torero para extraer lo poco bueno que tenían sus enemigos, aunque fuera
escaso.
Y
así, en su primero --siempre con la cara por las nubes-- nos regaló un
par de series con la mano izquierda con su punto de valía. Poco había
que pedirle con el tardo y de escaso recorrido que hizo 4º, que pronto
se aferró al piso. Muy resuelto estuvo frente al 5º, con la cara suelta y
acometiendo a arreones; supo entender las distancias en las que tenia
que citar para aprovechar la inercia del viaje, gracias a lo cual tuvo
pasajes muy logrados, tan así que fue el público el que le obligó a dar
la vuelta al ruedo. Y salió a por todas con el mansísimo que cerraba la
jornada, aunque tuviera que irse a las mismas tablas para enjaretar los
muletazos con encomiable decisión. La faena tuvo méritos para que se le
concediera la oreja; pero si quedara alguna duda, todo el esfuerzo que
realizó en el ruedo ya era merecedor de ese premio.
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