Filiberto se
corta con la espada y Juan de Castilla resuelve con mérito una tarde en
la que se quedó solo con cuatro novillos y se ganó un trofeo
Luis David Adame, en el momento de la cornada - Paloma Aguilar ANDRÉS AMORÓSMadrid Después del sopor que produjeron los flojísimos toros de Juan Pedro, los novillos del Montecillo –también
de ese encaste pero tan distintos– y el valor de los novilleros dan
lugar a una tarde emocionantísima: toros serios, encastados, con gran
movilidad y no pocas dificultades; el tercero, muy aplaudido. Hemos
rozado la suspensión por cogida de los tres novilleros. Filiberto sufre
una grave lesión, con sección de los tendones de la mano izquierda, al
entrar a matar al primero. El mexicano Luis David Adame, que se
presentaba, sufre una cogida que no le impide culminar la faena y cortar
una oreja. El colombiano Juan de Castilla se queda solo con cuatro
novillos, los mata con toda dignidad y corta una oreja al último. ¡Bravo
por los valientes!
Filiberto, de Calasparra, tierra de arroz y gran afición taurina,
conoce el oficio. El primer novillo tiene un comportamiento
contradictorio: tardea pero arrea fuerte en el caballo; se raja a
chiqueros pero embiste con fuerza. Es un manso encastado. Filiberto, sin dudarle, le planta cara en chiqueros, pasa varios apuros y un quinario a la hora de matar, al seccionarse con la espada los tendones. Filiberto se cortó con la espada al entrar a matar al primero- Paloma AguilarSe presenta el mexicano de Aguascalientes Luis David Adame,
hermano del matador Joselito (también, de los matadores Jorge y Gerardo
y del becerrista Alejandro). Taurodelta ha apostado por él: lo apodera y
es el único novillero anunciado dos tardes, en esta Feria. (No creo que
pueda cumplir su compromiso del próximo lunes, día 23). Recibe al
tercero a portagayola y encadena verónicas, que suscitan gritos de sus
paisanos. Saluda Miguel Martín por dos grandes pares. Brinda el diestro a
sus hermanos, comienza con dos muletazos cambiados; dando distancia,
liga bien los derechazos. El novillo es bravo y el novillero luce gran
facilidad y soltura. Es cogido pero, con un torniquete, traga en los
naturales y se adorna con arte. Mata a la segunda, corta una oreja y
todavía da la vuelta al ruedo. Nadie podía imaginar que llevaba dos
cornadas graves. Juan de Castilla, en un buen derechazo- P. AguilarEl colombiano de Medellín Juan de Castilla –un
apodo que parece sacado de una película de Tyrone Power– cuenta, entre
sus partidarios, con el gran pintor Fernando Botero. Desde la salida del
cuarto novillo, es el único matador que queda, en el ruedo, y nadie
está seguro de lo que puede pasar. Logra culminar con bien ese trago
–que a algunos toreros les hundió, en el pasado– : no sólo se muestra
dignísimo sino muy valiente, con cabeza. Sabe bien lo que hace y es gran
estoqueador. El segundo novillo es otro manso encastado que galopa,
repite, tiene querencia a chiqueros. Juan evita que huya y liga los
muletazos, sufre una voltereta, todavía saca buenos naturales y logra una gran estocada,
atracándose de toro. Con una venda en la pantorrilla derecha, lidia el
cuarto, que vuelve rápido, derrota al final de los muletazos. En ese
momento, a todos parece pesarnos un poco la soledad del diestro, que
todavía consigue naturales meritorios y vuelve a mostrarse eficaz, con
la espada. El quinto flaquea y protesta, vuelve como una polvorilla.
Juan entra en la pelea, sin amilanarse: adelanta el engaño, liga
emocionantes naturales y de pecho. Está hecho un tío. El presidente le
niega la oreja pero tiene que dársela en el último, en el que asusta a
la gente, además de torear a gusto, despacio, y matar con decisión. Ha
culminado la hazaña.
No nos gusta la tragedia pero la Fiesta auténtica es así, con riesgo y emoción. Lo dijo Manuel Machado: «Oro, seda, sangre y sol».
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