El joven torero peruano, de 19 años, triunfa en San Isidro y se convierte en la revelación de la temporada
Hace un año era un desconocido para el público de toros. Algunos aficionados, pocos, sabían que el exmatador José Antonio Campuzano había echado el ojo a un chaval peruano en el que había depositado su confianza. El 19 de abril de 2015, Andrés Roca Rey debutó como novillero en Madrid, sorprendió a la parroquia y abrió la Puerta Grande. No había duda: una vez más, Campuzano había acertado.
Nació en Lima el 21 de octubre de 1996 en el seno de una familia acomodada y tradicionalmente taurina. “Mi hermano Fernando es matador de toros; mi abuelo fue durante mucho tiempo administrador de la plaza limeña de Acho y, ahora, mi tío Juan es el empresario de ese coso. Toda mi familia es muy aficionada desde siempre y me ha apoyado en esta profesión”, cuenta. Su madre es asesora financiera de fondos de pensiones y su padre, empresario del algodón. Ambos apoyaron los primeros muletazos de su hijo a una becerra cuando Andrés acababa de cumplir siete años; dice que con 11 lidió su primer novillote y, a partir de entonces, y a pesar de la oposición materna, el futuro del hijo menor se disipó con rapidez.
Terminó los estudios básicos a distancia en su primer año como novillero sin picadores y, desde entonces, la profesión de torero, el triunfo, el ascenso a la cima son sus únicas prioridades. Asegura que vive las 24 horas del día para el toro y que no echa de menos la posibilidad de vivir como un joven de hoy. “Mi juventud”, asegura “no se entendería sin este mundo; para mí, no hay nada que me haga más feliz que ser torero y disfrutar de esta vocación”. Tiene tiempo, no obstante, para leer y escuchar música, “sobre todo, el reggaeton y las rancheras”.
— Lleva una carrera meteórica. ¿Qué opina sobre ella?
— Por suerte, están saliendo las cosas bien, pero aún queda mucho para lograr mi meta final.
—¿Cuál es ese sueño?
— Mi sueño es ser figura del toreo y seguir siendo feliz.
Se resiste a definirse como torero: “No creo que yo sea el más indicado. Solo puedo asegurar que cada tarde salgo a dar el 100% y que me encanta que el público se emocione en mis faenas”. Pero se atreve, no obstante, a trazar un escueto retrato de sí mismo: “Me considero muy sincero en todo lo que hago, también en el ruedo trato de ir siempre con la máxima verdad, sea cual sea la plaza y el cartel”.
Lamenta que el mundo del toro esté sufriendo “demasiados ataques por parte de los antitaurinos".
Cree que "necesitamos unirnos todos para hacernos más fuertes, aunque la tauromaquia tiene muchísima fuerza por sí sola”. Y no parece tener muy claro el papel que deben jugar los jóvenes en la fiesta del siglo XXI: “Siempre es importante que haya renovación en todos los aspectos de la vida.
Además, como se ha visto en este inicio de temporada, el público está respondiendo y llenando las plazas, lo cual es buenísimo”.
A fin de cuentas, es muy joven y lo que más le importa ahora es repetir el martes la hazaña de la Puerta Grande en la plaza de Madrid: “Es algo indescriptible. Es un sueño tan grande que todavía me cuesta creerlo y no lo olvidaré jamás”.
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