El
primero resulta herido al sufrir una espantosa cogida a portagayola y
el segundo pierde una oreja de ley con el descabello con una variada
corrida de Palha
Más de 6.500 espectadores en el cierre
de la temporada y en la última corrida de Taurodelta al frente de Madrid
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Fernando Robleño, a merced del toro de Palha tras ser cogido a portagayola - Paloma Aguilar |
Un hombre a portagayola. Solo él y su destino frente a la boca de fuego, que disparó la llamarada del primer toro de Palha, parado en el umbral del ruedo hasta que se arrancó a Fernando Robleño, arrollado por la fuerza bruta de «Saltillo II» en su saludo. La leyenda del «terror, el horror y el furor» de la divisa portuguesa visitaba Madrid. «Saltillo II» le lanzó cornadas que parecían la cadena de la muerte. Espantosa la escena, y en el recuerdo el percance del día anterior de Padilla en Zaragoza...
Todos los corazones se encogieron; todos menos el de Robleño, el pequeño gigante renacido. Sin chaquetilla, continuó en el fragor de la batalla como si el toro no le hubiese propinado tan dura paliza.

Era el principio del fin de la temporada y la última corrida en Las Ventas con la firma Taurodelta, capitaneada por uno de los taurinos más inteligentes de su generación, don José Antonio Chopera. La empresa hizo un guiño torista en el festejo previsto para la Hispanidad, pero por la lluvia se aplazó a la tarde de ayer, de agradable temperatura y con más de 6.500 espectadores.

Dos series brotaron con temple y abandono, entregado siempre, con gusto y desparpajo. Crecido y soberbio Aguilar, que buscó la colocación sincera, echó los vuelos al hocico y cuajó puros y profundos naturales en medio de los oles de Madrid. La oreja era premio seguro. Cuando enterró la espada, la gente sacó el pañuelo de los bolsillos, pero precisó del descabello y el paseo del anillo fue sin trofeo.

El resto de la interesante tarde tuvo menos historia, con toros más mansos, parados y deslucidos. En la memoria, un «Saltillo» y el renacimiento de dos toreros... La vida sigue.
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