miércoles, 25 de enero de 2017

Ponce y Manzanares, primer «mano a mano» de altos vuelos de la temporada


La figura alicantina recibe el premio del Club Allard al mejor torero de 2016 de manos del maestro de Chiva 

Andrés Amorós, José María Manzanares y Enrique Ponce, durante la entrega de premios en el Club Allard de Madrid
Andrés Amorós, José María Manzanares y Enrique Ponce, durante la entrega de premios en el Club Allard de Madrid - Inma Flores
 
R. PÉREZ - CharoABCToros Madrid

Un aluvión de cámaras y aficionados aguardaba la llegada de José María Manzanares al Club Allard de Madrid. La figura alicantina recibía el XI trofeo Enrique Ponce al mejor torero de 2016. Era el primer «mano a mano» de la temporada en el corazón de Madrid. Un mano a mano de auténtico lujo que abarrotó los «tendidos» del histórico club. La ganadería también era de primera: Núñez del Cuvillo. Y como testigos de excepción para inmortalizarlo el fotógrafo Joserra Lozano y los periodistas Juan Ramón y Enrique Romero, fenómenos en la radio y televisión andaluza.

En el acto, prologado por Antonio Chávarri, conducido con lucimiento por Juan Lamarca y con Andrés Amorós como presidente del jurado, los premiados agradecieron sus galardones -pinturas taurinas de Lora Sangrán- con emotivos y amenos discursos.

Joserra Lozano expresó su «orgullo por estar aquí y poder seguir haciendo obras que me permiten aportar algo a la tauromaquia; me siento halagado y recompensado». «Todo esto -continuó- es gracias al equipo que está a mi lado, a mi mujer, Mayte, y a Simón Casas [presente en los salones], que como productor de arte ha confiado en mí».
«Es un honor estar aquí, especialmente por mi padrino, el primero que creyó en mí»José María Manzanares
Todo un revuelo formaron los hermanos Romero, cuya figura fue glosada por el periodista Íñigo Crespo: «Ambos han sido unos adelantados a su tiempo, que han acercado el mensaje taurino y los valores de la tauoromaquia al conjunto de la sociedad». El primero en aparecer en escena fue Juan Ramón, capitán del «Carrusel Taurino», emocionado por estar «junto a mi padrino y mi testigo, partícipes del momento más importante de mi vida tras el nacimiento de mi hija, Alegría». «Que a dos provincianos se nos reconozca un trabajo en la primera ciudad del mundo es un milagro», comentó entre risas. Enrique, alma de «Toros para todos» y aún sin alternativa más allá de sus sueños, se refirió a «los enemigos de la tauromaquia». «A La ignorancia y el fanatismo hay que combatirlos con la difusión de la Fiesta, de la dehesa, de la grandeza del toro bravo y de las figuras del toreo», subrayó en un contundente mensaje. Silencio maestrante durante su intervención: «La sociedad está percibiendo la actitud intolerante y violenta de los antitaurinos, de los lobos con piel de oveja. Tenemos que creer en nuestra tauromaquia, líder de audiencia muchas veces, con más del 20 por ciento del share. Este premio me alimenta de ilusión para seguir defendiendo la cota más alta de la cultura y el arte que ha dado España, que es la tauromaquia».

En nombre de Cuvillo -«el hierro de la temporada», en palabras de Lamarca- recogió el premio la nieta del ganadero, Ana Núñez. «Es un orgullo recibir un premio de esta clase y al lado de artistas de esta talla», agradeció.

Y llegó el turno del artista triunfador, José María Manzanares. Antes, Amorós resumió con brillantez el conjunto del año: «De esta temporada pasada el aficionado recordará cosas alegres y tristes, que se mezclan como en la vida misma. Recordaremos la tragedia de Víctor Barrio, la esperanza del TC sobre Barcelona, la gran alegría y preocupación tras Bogotá... Y recordaremos una temporada extarodinaria de Ponce y la faena extraordinaria de José María Manzanares en Madrid.

Convenció del todo a los que son partidarios suyos y a los que no: qué le vamos a hacer, hay gente que tiene mal gusto y no sabe apreciar lo bueno... José Mari tiene calidad, y eso no se compra ni se vende. Esa tarde no solo toreó muy bien, sino que se inspiró y profundizó, por un lado, en la fuente de Ponce y, sobre todo, en su señor padre y su señor abuelo. Eso supone una maravillosa tauromaquia, con arte y por los cánones clásicos. Deseamos que José Mari continúe profundizando en las fuentes de su manantial. Porque con un toro bravo y un torero clásico no hay nada en el mundo que se pueda comparar», concluyó entre aplausos.

Cuando Manzanares subió al escenario, los flashes resplandecían. Se gustó en su emotivo discurso y ahondó, como con su ya histórica faena al toro «Dalía» en Las Ventas, en su amistad con Enrique Ponce. Primero se refirió a los galardonados: «Es un honor estar aquí, rodeado de estos premiados de tanta categoría. Se juntan hoy aquí profesiones muy importantes para nuestro mundo: toreros, ganaderos, periodistas, fotógrafos... José Ramón con sus instantáneas hace que podamos disfrutar de la belleza de una imagen; los hermanos Romero nos hacen sentir que estamos delante de la cara del toro mientras los escuchamos por la radio y la tele; la ganadería de Cuvillo hasido crucial, la que me ha permitido soñar muchísimas veces, como con "Arrojado"».
«La sociedad está percibiendo la actitud intolerante y violenta de los antis, lobos con piel de oveja»Enrique Romero
Despacioso, prosiguió: «Este premio es especial porque lleva el nombre de mi queridísimo padrino.

 El cariño que había con mi padre lo sabéis, pero no al cien por cien como lo viví yo, que nací en el 82 y viví desde pequeñito su relación, el cariño y la admiración que se tenían; cómo me dormía en las piernas de mi padre mientras ambos hablaban de toros hasta las tantas de la madrugada... No recuerdo a mi padre en una conversación en la que no estuviese el mundo del toro presente». Y mirando a Ponce expresó: «Mi padre te quería de desde el principio. Mi padre era una persona muy buena y muy peculiar, quería a quien quería, pero cuando quería a alguien lo amaba. En mi carrera siempre fue exigente pero cariñoso, y me ponía como ejemplo a mi querido padrino».

Se remontó a sus inicios: «Cuando empecé a querer ser torero, mi padre me mandó a entrenar con mi abuelo, pues me decía que era el mejor profesor que podía tener en ese momento. Mi abuelo no tenía la sabiduría técnica de mi padre, pero sí el concepto puro de lo que es el toreo. Luego mi padre se encargó de explicarme la técnica, de cómo había que sacar lo máximo a un toro, intentando que esa técnica no se notara». Y profundizó en su teoría sobre la técnica: «La técnica más difícil, en todas las profesiones, es la que no se ve; cuando alguien consigue que lo que hace parezca fácil eso es lo más difícil que existe, y mi padrino lo logra con el toro bueno, el regular e incluso con el malo».

En su verbo, el maestro Manzanares siempre presente: «El año 2015 fue muy duro, de luto por mi padre, y sin lograr levantar el ánimo. Me sigo acordando de él cada día, está vivo en mi mente y mi corazón. Desde que nos falta intento dar un pasito más en lo que él siempre quiso de mí, que avanzara y mejorara. Gracias a Dios, después de ese año tan triste, ha venido uno más bonito.

Gracias a todos por el cariño que me dais siempre. Es un placer y un honor estar aquí, especialmente por mi padrino, que fue el primero y el único que confió en mí desde el principio». Preocupado por ciertas corrientes de la actualidad, remató en medio de una ovación de gala: «Poquito a poco, vamos luchando contra los ataques que tenemos. Estamos muy orgullosos de los profesionales del toro».

La velada continuó entre faenas, toros y muchas fotos: todos los asistentes querían un recuerdo con Ponce y Manzanares tras un «mano a mano» de puerta grande.

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